Nunca
es tarde si la dicha es buena, exclamó Gabi, y Remedios, creyendo que su nieto
se refería a una canción de Reincidentes, se puso a tararearla con una voz algo
mohína, denunciando su magra pensión y la falta de solidaridad actual. Agitaba
su cabecita de tal modo que contagiaba a su cuerpo de jilguero. Gabi temía que
fuera a descoyuntarse, aunque le aliviaba aquella jovialidad nonagenaria. Eso
merecía un premio, que a esas alturas de su vida sería más bien el cumplimiento
de una promesa hecha de niño. Viajarían en globo.
No
puede ser un globo cualquiera, había dicho Gabi. Será amarillo con un vientre
azul festoneado de ondas blancas y trazos de uves abiertas sobre ellas.
Remedios sabía por qué. Si el globo se acercara demasiado al Sol, este podría considerarlo
uno de sus primos y bajaría el termostato para no quemarlos. Si llegaban a
posarse en el mar, este los aceptaría como un latido de sí mismo y las gaviotas
saludarían su presencia sobre su sonrisa de espuma.
¡En
dos semanas viajamos abuela! Remedios sonrió, pero le preocupaba una tos
molesta que le atenazaba también la esperanza. Al menos déjame subir a ese
globo, le dijo a su soledad esa noche. Y allí arriba, veré qué cielo me gusta
más. Si el que dejo aquí o ese que nadie conoce.
Tus relatos siempre me animan mucho a su lectura. Éste tiene el sabor agridulce de un buen cuento en su desenlace pero tiene tanta sensibilidad y buena intención en su desarrollo que se desvanece el "agri-" y se enfatiza el " -dulce".
ResponderEliminarMe quedo con la ternura de tu relato Julián. Creo que la relación con los sbuel@s es tan o más importante que otras porque nunca olvidamos lo vivido con ell@s. Y ese globo que tan poéticamente describes, desde luego no es un globo cualquiera. Yo me subiria sin dudarlo.
ResponderEliminarQué lindo tu relato, Julián, aunque no me sorprende, ya nos tienes acostumbrados a ello. Enhorabuena!!
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