Configurando su móvil nuevo, conectó con la cámara de seguridad del vecino. En veinte años, no habían pasado de un ‘holayadiós’ entre el solitario Lucas y el matrimonio cincuentón de Aldo y su estirada Elvira.
En la cámara veía como discutían porque El no bajaba la basura, o hacía la compra… Aldo alegaba que bastante tenía con ensayar y dar clases ocho horas… que era el único que trabajaba. Aunque el dinero sobraba en esa casa.
Una tarde, Lucas oyó gemidos tras la pared; en la cámara aparecía un trasero peludo y asomando por los laterales de la cintura, los zapatos de tacón de la amiga de su hijo de veinticinco años, a la que daba clases de flauta.
La pandemia agravó la crisis con la cancelación de conciertos. Un día, que nevaba sin parar, vio a Elvira enseñar los dientes, con la cara desencajada, tijera en mano:
- Algún día… te vas a arrepentir de lo que haces…- dijo.
Las broncas subían de tono por parte de ella. La falta de apetito sexual de Aldo en los últimos meses… claro que el humor de Elvira, era como el de una osa polar buscando comida en medio del cambio climático.
Una vez
vacunados, la cámara no mostró más enfrentamientos… ni copulaciones
extramaritales… el sexo desapareció y sus vidas se volvieron perfectamente
aburridas.
Lucas solidariamente se vacunaría el último.