Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

jueves, 31 de octubre de 2019

04. El trazzterroo de la rizaa, ¡up! Antonio Nieto

Cuando Almudena entró en mi vida y en mi casa, lo primero que hicimos fue bajar al trastero; una sala repleta de: muebles rotos, lámparas, botellas de vino ácido embotelladas en el siglo pasado, alfombras usadas y libros de la escuela de mis años de adolescente. Los ojeé y encontré el de Formación del Espíritu Nacional. Después de releer algunos capítulos que tenía olvidados, decidimos que aquel trastero, que en realidad era una gran sala, debería servir para algo más que para albergar recuerdos que no quería revivir.

Ahora esa estancia donde una vez al mes Almudena da una clase magistral de meditación y casi 30 mentes se conectan al unísono en un intento de mejorar nuestro espíritu y el de los demás me enriquece más que el viejo trastero. Además, he dejado unos huecos donde he colocado un rioja reserva que me regaló un buen amigo.
(Pausa)
Prozigo con mi relatoooz. ¡up

Cormo iba diciendoooo.

¡Ar traztero viejo que le den purrupupu! Ezte trastartero ez muscho, pero que muscho mejor,

Uy,  que riza me esta entraando con el rioja.

¡Vivan los trastateros antiguos! Digo no, abajoooo loz antiguos y vivan los modelnos con zaboor a Rioja.

¡Almudenaaa, abre otra botiegglaa ¡, que he dezcubiertooo la folma de alegrarra er espitituuu zin hacer meditación de esaaa. ¡up!

¡Uy que riza , tia feliza!

Va por vozotros colegas escribanooos!

03. La bicicleta. Rosa Molina



Entre las cosas que me dejó mamá, encontré una bicicleta. Papá me miró con preocupación cuando le pedí que la arreglara, como si le hubiera vuelto a pedir que me cazara un rayo, o tener un tiburón blanco de mascota. Resignado a otra de mis terribles rabietas, sin preguntar más y con infinita paciencia, apretó la cadena, tensó los frenos, ajustó el manillar y cambió el sillín por una confortable y mullida esponja. Yo sabía cómo se manejaba. Había visto a la gente, pegada al suelo, pedaleando montaña arriba, montaña abajo, con el sol y sus risas de fondo, pero aquí nada de eso era necesario. Desde que superé el hecho de no ser humana, como mi madre, empecé a valorar y disfrutar de las ventajas del océano. Agarré la bicicleta y me subí a la corriente del golfo, rumbo a Islandia. Todos me miraban con expectación y envidia, como siempre, deseando lo que sólo yo puedo tener. Pero ya todos lo saben: por algo soy la hija de Poseidón, por algo soy su sirena favorita.

miércoles, 16 de octubre de 2019

02. El arcón. Julián Rumbero Castro


A veces las palabras se resisten a convertirse en tinta. Por pereza o por la confusión de no encontrar su camino. Como pajarillos cuando aletean antes de emprender su primer vuelo, así se agitan las palabras como zascandiles en la trastienda donde todo iluso guarda sus utopías. Entonces, el ingenuo apela a la música y le socorren adagiettos y andantes. Las palabras, como ratones, acuden a su llamada de Hamelin y al fin se escriben, construyen puentes, cosechan con la paciencia del silencio que viste toda espera. 

Pero a Gabriel, aquella tarde, Youtube le dejó colgado. En la casa de sus abuelos no había internet. Todo un desastre. Sin embargo las palabras, aunque mustias y replegadas en las orillas de su propia soledad, se rebelaron. Comenzaron a azotar las manos escribientes que abrieron los cajones de los armarios, de una cómoda, de una alacena. Gabriel no sabía qué buscaban. Hasta que en el trastero sonrió ante un viejísimo arcón de castaño. Allí dentro seguían. Un radio casete y en la caja que le servía de cobijo, pilas nuevas y dos cintas: la quinta sinfonía de Mahler y el Canon de Pachelbel.  

Y las palabras se hicieron voces, estaba solo y no le avergonzaba cantar su alegría. Luego, las palabras se hicieron tinta.

lunes, 7 de octubre de 2019

01. La última cena. Alicia del Caz López


Todo preparado, el vino, las velas,… cocinaremos juntos. Bajé al trastero a buscar aquel  cuchillo de papá, no lo usaba desde la última cita. Hace ya mucho de eso, la medicación no me ha dejado ánimo para estas cosas, pero ya he dejado las pastillas. Espero que con Celia cambie mi suerte con las mujeres, siempre desaparecen apenas nos empezamos a conocer. 

Rebusqué bastante, sabía que estaba allí, pero hay demasiadas cosas en el trastero, algún día tendré que poner orden. 

Suena el timbre, es la primera vez que viene a casa y está preciosa. La enseño mis trofeos, fotos de mis padres,… y la dirijo hacia la sorpresa que la tengo preparada. 

–Pasa  –le digo con un guiño–  es la habitación de mi mascota. 

Ya dentro, ve el cuchillo en mi mano. Rápidamente la agarro y la degüello, mientras noto decepcionado que, de nuevo, otra mujer se me escapa. Quizás sea cierto que algo pasa en mi cabeza…, pero no soy violento, sólo recuerdo a papá cuando mataba una gallina, “para celebrar que estamos juntos” decía, y mamá lo abrazaba… Pero aquí estoy, solo, mirándome las manos  –en una el cuchillo y en la otra, la gallina desangrada–  mientras  aún se escuchan los saltos asustados de Celia en los escalones del portal.

martes, 1 de octubre de 2019

Octubre: rebuscando en el trastero

¡Ya estamos en octubre!, ¡cómo pasa el tiempo! El otoño está empezando a colorear los bosques y las borrascas a alimentar los embalses y ríos, que falta hace, aunque sería mejor que se lo tomara con calma, en lugar de soltar cantidades enormes de agua de una vez.

Os proponemos buscar en el trastero. En mi caso, por ejemplo, compré un piso y no me dijeron que había trastero hasta que, después de las escrituras, me entregaron las llaves definitivas. Fue entonces cuando subí al último piso y, debajo del tejado, descubrí un pequeño espacio abuhardillado lleno de cuadros en el suelo. Los limpié, los colgué en las paredes y ahora tengo un museo del Prado para mí sola. A lo mejor son joyas artísticas y podría venderlas y ser rica, pero prefiero que sean mías y seguir con mi vida sencilla y feliz. Mientras tanto, hago puzles rodeada de cuadros de paisajes y bodegones, en una mesa enorme que puse en el centro, debajo de la ventana.

¿Qué habéis encontrado vosotros? Seguro que en la casa del pueblo hay recuerdos que hacen revivir vuestra infancia al detalle. Contadnos, y revivimos juntos.