Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

martes, 31 de diciembre de 2019

06. 10 años (más o menos...). Santa


Llenó sus pulmones con el olor fresco del ultimo día del año. La escarcha había salpicado de blanco la hierba del camino y el sol daba relieve a todo lo que alcanzaba.
Había vuelto a la casa donde escribió el libro más vendido de 2009.

2009 Fue un año feliz: su dolor crónico de la quinta cervical lo curó el Pilates; eso la permitió volver a correr la San Silvestre. Sus hijas de doce y veinte años asimilaron sin traumas el divorcio con Tom. La crítica la nominó escritora revelación del año y las flechas de cupido la unieron a Guille; un tipo guay de su misma edad que trabajaba en Greenpeace.

2019 empezó con la ruptura unilateral por parte Jean Pierre; que había conocido seis meses antes. Esquiando se rompió el cruzado y la rotula; y cinco meses después de la operación casi estaba al cien por cien y no porque las que creía amigas inseparables estuvieran a su lado

Deseaba escuchar la última campanada, con su perrita Ella; para comenzar el nuevo año bailando a ritmo a EttaJames “I Just Want to Make Love to Youcon una copa de Vega Sicilia y terminar el primer capitulo de su novela ‘La Soledad del Fuego’.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

05. Doce deseos. Julián Rumbero Castro

Cierra los ojos. A veces sólo así vemos mejor. El niño obedeció porque más que una orden, sabía que su abuelo le estaba invitando a un nuevo viaje. Pero debía darse prisa con las campanadas del último día del año. 
Comenzó a gemir el reloj con su manera algo ramplona pero contundente. El niño comenzó a desear. No hay orden le pareció oír a una vocecita en su cabeza. Sólo piensa, siguió escuchando, puedes formular hasta doce deseos. 
Con la primera uva pidió que siguiera soñando que así no sería viejo nunca. Fue el único deseo para él. Luego pidió que las tortugas ni los delfines se enredaran en el plástico y que los océanos fueran libres de esas ataduras. Que Germán, su mejor amigoencontrara a su madre al menos en el paisaje de las nubes donde vivía desde el último verano. Su quinto deseo fue que en los contenedores de basura nadie rastreara comida con hierros o alambres. Que las banderas y todas las lenguas fueran unareiteró el deseo de su padre que la Naturaleza fuese dios. 
Quedaban tres deseos y pidió que cualquier persona fuera libre de desear. Que todas cumplieran al menos unos de sus sueños y, por último, que Marga, redonda y risueña siguiera alegrándole de vuelta a casa.

lunes, 23 de diciembre de 2019

04. Forjar la felicidad. Rosa Molina



Todo empezó hace muchos, muchos años, cuando a una pequeña aldeíta gallega de pescadores, llegó un forastero y abrió una pequeña herrería. Era un muchacho silencioso, alegre y tan trabajador que nunca, nunca, descansaba. Pasaba las horas feliz, con el martillo y la fragua, clavando, derritiendo, moldeando el hierro, con tal arte, que parecía plastilina. De todos lados venía gente a hacerle encargos y se quedaban perplejos y maravillados de su pericia. Forjó arados, verjas, aperos y las campanas de todas las iglesias de la comarca. Su repiqueteo era tan melodioso que hasta parecían brillar más los maíces, mugir más felices las vacas.  
Hasta que, una noche, desapareció.

Entre el gentío que se formó en su puerta corrieron todo tipo de rumores: que si era cosa de trasnos, de meigas, que si fue la santa compaña errante del bosque. 

Pero nadie sabe lo que nunca nadie contó: que una noche, entre sueños, el joven herrero escuchó una dulce voz y que, aunque el viento aullaba furiosamente y las olas  abrían sus bocas hambrientas, la siguió hasta la playa. Que allí encontró a su esposa, una joven y hermosa sirena, y que charlaron hasta que ella le convenció para que volviera al mar, porque ya le echaba mucho de menos. Él le habló, fascinado, del fuego de su fragua, de la plasticidad del hierro, de la convincente sabiduría del martillo. Y con la promesa de dejarle volver a ser hombre, por un tiempo, para sentir la felicidad de ser herrero, ella cogió su mano y él se dejó llevar. 

Años más tarde, un joven, con una pericia extraordinaria, abrió la herrería de una aldeíta gallega.

03. Un año nuevo. Alicia del Caz López




En coherencia con los 364 días anteriores, el fin de año la pillaría sola. Al morir sus padres se trasladó a Madrid buscando cumplir sus proyectos y alejarse del entorno que solamente le había ofrecido el papel de cuidadora. Pero el precio del alquiler la obligaba a largas jornadas que, sumadas a los traslados embutida en un vagón de Cercanías, la dejaban tirada en el sofá nada más entrar en casa. Poco tiempo para amistades y poca energía para aficiones: se iba desilusionando.

Cuando el 30 de diciembre caminaba hacia el tren, vio la montonera de hojas que el viento y los recortes del Ayuntamiento habían dejado sobre la acera. Recordó el placer de meterse entre ellas y, disfrutando de su suavidad en las piernas, las hizo volar. También voló un décimo de lotería, el 00750. Recordó ese número curioso, el tercer premio de Navidad. No creía en la magia, pero en el reverso ponía “Ahora te toca a ti”, junto a su nombre y apellidos. Subió sonriendo al tren, que anticipándole su cambio de suerte, la dejó un asiento libre. Sabía lo que haría: reduciría su jornada y, al fin, tendría tiempo para ella. Apoyó la cabeza en el cristal y, cerrando los ojos, soñó con el año nuevo.

lunes, 16 de diciembre de 2019

02. Campanadas de caballa. Antonio Nieto

Creo que era 1968 o 1969. Me encontraba embarcado en una nave con una tripulación de diversos países y de bandera liberiana, lo que equivalía a buenos sueldos, si llegaban a pagarte, con riesgos y peligro por doquier.

Habíamos llegado el 31 de diciembre de uno de esos dos años, a un puerto de la entonces Unión Soviética, llamado Poti en el Mar Negro.

Tuvimos que esperar fondeados en la mar, sin poder recibir ningún tipo de provisiones de los que andábamos escasos. Cuando llegó el momento de la cena, el cocinero nos sorprendió con una gran lata de caballa para todos, unas patatas fritas y un poco de ensalada. Afortunadamente, la bebida no faltaba nunca a bordo. No había Tv, ni radio que no fuera en ruso. Así que tuvimos que darle a la inventiva para celebrar el fin de año. El capitán conectó con la BBC y así escuchamos las campanadas en inglés en un lugar perdido de la URSS.

A otro español y a mí, se nos ocurrió coger dos recipientes de aluminio de la cocina, y ofrecimos una cacerolada que imitaba a la orquesta del pueblo de mi amigo. Después, el alcohol hizo su efecto y hermanamos todas las nacionalidades, y realizamos Eurovisión II con nuestras respectivas canciones nacionales. No entiendo, como es que no ganó “Asturias tierra querida…”

01. Seguir adelante. Cristina García Lázaro

Que rápido pasa el tiempo, parece que fue ayer cuando estábamos todos juntos celebrando el año nuevo, brindando, cantando, riendo, bailando, jugando,... y ya ha pasado un año. Qué fin de año, este 2019, de nostalgia, al pensar que estas uvas ya no estás, pero aún así nos juntaremos todos, como siempre, y en el recuerdo brindaremos por ti y lo celebraremos por que es como  tú deseabas. Será una Navidad mágica, de otra manera, estando en el recuerdo de todos nosotros  y recordando todos los ratos buenos que nos has hecho pasar, pues es lo que nos queda. Pediremos un 2020, más calmado y con fuerza para seguir combatiendo el pesar que aún nos queda por tu marcha, pero no te preocupes pues nos hiciste muy fuertes y de una manera u otra vamos aceptando la nueva situación. Feliz Navidad y Año Nuevo allí donde estés y por siempre juntos con todos nosotros, haremos replicar las campanadas. TE QUEREMOS.

martes, 3 de diciembre de 2019

Diciembre: con las campanadas

Empezamos un nuevo mes, terminamos un año que ya está casi viejo. Agotaremos estos días de la forma más feliz que nos permita la imaginación y comenzaremos, después de las campanadas, con una nueva vida. Llegan los deseos, de dejar cosas de lado, de comenzar nuevas costumbres. Olvídate del gimnasio, de adelgazar, de seguir una dieta, de conseguir logros que tan sólo le gustan a tu espejo y empieza a pensar en recolectar y sembrar afecto y sonrisas, en mejorar tu vida a través de la felicidad ajena. ¿Que cómo se consigue?, pensando en los demás, alimentándote de su cariño, dándoles el tuyo. Si entre todos no hacemos un mundo mejor, saldremos perjudicados y, lo que es peor, nos sentiremos más solos que la una. 

Asómbranos, cuéntanos tu historia del mundo que quieres después de las campanadas, de lo que quieres cambiar, de qué vas a conseguir. ¿Cambiar el clima?, ¿la vida de tus mayores?, ¿que nunca se muera la imaginación? Explora y cuéntanoslo. Aquí estamos para leerte y abrazarte.

 

lunes, 2 de diciembre de 2019

07. La carta. Julián Rumbero

​Sé que llego tarde querida señora. Es lo que tiene pararse en el escaparate de los propios sueños y olvidarse de los demás. Olvidar que el tiempo transcurre, que no dijimos lo que debimos decir. Yo frecuentaba su mostrador, ¿recuerda?, y le pedía amablemente si pudiera localizar aquella novela que en su paraíso de Borges no encontraba. Usted, siempre amable, con una sonrisa marina y con cabellos de espuma oscura, sugerentes y evocadores, respondía “¡descuide!, si está en nuestra red de bibliotecas la encontraré”. Y así, reanudábamos una charla que ya no estoy seguro de recordar cuando empezó.  Como tampoco recuerdo en qué momento mis peticiones ya no tenían tanto que ver con los libros de préstamo y sí con sus ojos, espejos de mi alma, con su voz, inteligente y sosegada. Jean Giono quedaba a un lado, los poetas rusos también, incluso Ángel González, y Lorca que un día nos preguntamos si podríamos buscar juntos. Pero no fue así. Ni siquiera una sola vez, hablando con usted empleé la palabra Amor aunque la camuflara con cientos. Sirva esta carta que olvido entre las páginas del hombre que plantaba árboles. Mi calendario concluye y debo abandonar esta patria de papel. Si volviera ojalá sea en la forma de su verso preferido. ¿Recuerda, aquel de Antonio Machado?