Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

jueves, 29 de septiembre de 2022

08. El maldito. Julián Rumbero

 Podéis llamarme Ismael” oyó Herman Melville dirigiéndome a los demás arponeros (*). Eligió mi nombre mientras me enrolaba en un ballenero de Nantucket y mi nombre narrará Mooby Dick. Se lo conté a la niña Albertina cuando sobrevivió al naufragio del Titanic, donde yo fui tripulante. Huérfana y emigrante la adopté. Le ofrecí mis ropas aún secas. Al fin y al cabo, era inmune al gélido aire de aquella noche de muerte.

 Yo tenía ochenta y cuatro años. Sí, están leyendo bien. Nací en un mes sin Luna llena, febrero de 1828. Un fenómeno que se repite cada diecinueve años y condena a la inmortalidad a los nacidos ese mes.

Sigo joven desde entonces. Inmortal, fuerte. Hermoso y triste. He sobrevivido al terremoto de Zenkoji. Fui ratón de Pasteur cuando su vacuna venció la rabia. A los sesenta y dos años sufrí cautiverio con Oscar Wilde. Posé como un adolescente en Un sueño de Lamos. Tenía setenta años. Amé a jóvenes que envejecieron y murieron entre mis brazos, como nuestros descendientes que siempre nacían en primavera. 

 La maldición sólo será conjurada cuando un familiar directo nazca en otro febrero sin plenilunio. En mi vive la memoria de muchos, mientras el recuerdo de quienes me conocieron desaparece con ellos, como Albertina que dejó de cultivas rosas a los cien años. Sin embargo, mi resignación se rebela contra cada extinción de plantas y animales. Si anhelo morir al fin es para no vagar como el último ser humano en una Tierra inhóspita.

(*) Mooby Dick. Edgar Nedville

lunes, 26 de septiembre de 2022

07. Vivir. Cristina Ramírez Arteaga

Respiré.
Apreté manos, dientes y párpados. 
Uno, dos… ¡tres! Y Nos movimos juntos, sabiendo que atrás no solo dejaba distancia.
No me sueltes, no me sueltes, susurraba mi mente mientras era mi corazón el que gritaba: suéltame.
Y me soltó, y lo supe sin girarme (*) 

Y así es como me atreví a dar el paso. Es así como terminé con una vida y empecé con una nueva. Cerré los ojos, respiré y empecé a vivir. Mil recuerdos desfilaban por mi cabeza a mil por hora. Volví a apretar manos, dientes y párpados e hice que todo desapareciera. Hice que todo se convirtiera en un recuerdo maravilloso del pasado. Hice que mi corazón volviera a latir y comenzara a vivir. A Vivir con mayúscula. A vivir sin miedo. A vivir. 

Cogí un diccionario y busqué el significado de vivir. 

“Vivir significa llevar una vida con sentido, ser capaz de prestar atención no solo a un cuerpo sino al alma”.

Y así es como empecé a vivir, no solo para mi cuerpo, también para mi alma. Dejé de tener miedo, de poner escusas, de pensar en otros que no fuera yo. 

Ese día empecé a vivir. Empecé a no escuchar a mi mente. Aprendí a escuchar a mi corazón. Y así es como mi alma y mi corazón se conocieron y se hicieron uno. Me ayudaron a por fin abrir los ojos y vivir. 


(*) El Regalo, Eloy Moreno



viernes, 23 de septiembre de 2022

06. Réquiem por Isidoro. Belén Molina

El cura esperaba sentado en un sillón con la cabeza inclinada sobre la casulla de los oficios de Réquiem (*)

El cuerpo de Isidoro había aparecido tras 5 años de búsqueda inútil. Ya decían los vecinos que era una imprudencia dejarle deambular solo por la montaña. 

Isidoro nació pequeño y medio asfixiado y su vida transcurrió sumergida en su mundo de silencio al que nadie se acercaba. Él solo miraba. No dejaba huella ni recuerdo. Todos los días se iba a la sierra por la mañana y volvía por la noche. Nadie sabía lo que hacía allí pero los niños sabíamos que iba a visitar el bosque y el río. Ellos sí le veían y le comprendían.

El día que no apareció su madre invocó a Dios y al diablo tratando de averiguar dónde estaba su hijo. Isidoro se cayó en un barranco y, sin haber llegado al fondo, ni siquiera las peonadas que pasaban por allí lo vieron hasta pasados 5 años.

El cura sabía que la espera iba a ser larga porque Isidoro, una vez más, se hizo invisible.

(*) Réquiem por un campesino español – Ramón J. Sénder


sábado, 17 de septiembre de 2022

05. ¡¡¡¡¡KIKIRIKI!!!!! Antonio Nieto

A veces me he preguntado cómo sería el mundo si todo ser vivo: peces, animales, humanos e incluso plantas…, pudiéramos tener un lenguaje común para comunicarnos y llegar a acuerdos. Posiblemente, la Tierra sería un lugar mucho más agradable donde vivir y sobre todo mas respetuoso con todos quienes la habitamos.


Siguiendo el tema de este mes, hace un tiempo, precisamente se me ocurrió esta idea sacada de un clásico escrito por un “neófito escritor”, como fue Georges Orwell: uno de mis preferidos. En su obra Animal farm, o rebelión en la granja, donde los animales hablan entre ellos y deciden situaciones... (seguro que todos vosotros la habéis leído).


Yo he querido hacer lago más modesto por esa diferencia tan abismal que existe entre un escritor consagrado y un cuenta historias ocasional como soy yo. Sin embargo, le he dado otro enfoque: los animales de una pequeña granja de El Cansillo (lugar imaginario) terminan comunicándose con el humano y de ahí nació KIKIRIKI, que actualmente se está cocinando y saldrá a la luz un día del próximo octubre cuando Kiki, el gallo, anuncie con su canto que todo es posible con la fantasía, porque esta nos hace libres.


PD Si alguno lo quiere comprar (10 euros) para adELA lo puede hacer llamando a adELA o a mi directamente y los mandamos a vuestras direcciones sin cargo extra. 


Un abrazo, o sea” tua tutu ta” en el lenguaje de gallina ponedora andaluza

 


04. Viva la República. Santa

A los trece años rompí mi cerdito y me fui de putas. Me quedé sin nada, y por no aguantar otra paliza de mi padre; me fui de casa (*).

Cogí el estuche de pinturas y el cuaderno de dibujo. Mi vida transcurrió en la calle, como la de Satur; un perrín esquelético abandonado; lleno de pulgas.

Conseguí trabajo en una imprenta, como aprendiz de todo y maestro de fregona. Al año ya estaba manejando la compleja máquina de impresión de billetes Koebau-Giori-Intagliocolor; del año 1952 homologada por la Cuarta República Francesa.

Con el tiempo, mi vida mejoró mucho. Saturno y Yo vivimos en un lujoso piso en la rue de la Montagne cerca de El passage de l’Ancre rodeado de floristerías.

Ahora me dedico a pintar al óleo o al agua. Salgo con el viejo Satur, el estuche de pinturas y un caballete. En pleno aire libre, mis pinceles mezclan realidad y recuerdos; como me enseñó Salvador, otro maestro.

A veces, convenzo a alguna mujer para que pose como ‘Venus y Amor’. 

Luego, si Cupido lo propicia, nos quitamos la pintura en mi vieja bañera, donde escondo miles de billetes de 100 francos con Paul Cézanne; que una noche imprimí para mí.

(*) El señor Ibrahim y las flores del Corán. Eric-Emmanuel Schmitt.

jueves, 15 de septiembre de 2022

03. Mi familia feliz. Rosa Molina

Todas las familias felices se parecen unas otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera (*) La mía, en cambio, consiguió ser feliz de un modo asombrosamente original.

Mi padre diseñaba robots y los probaba en casa. Estábamos encantados con su último prototipo, ya que tenía una capacidad de aprendizaje increíble: aprendió a cocinar, limpiar, jugar al ajedrez y resolver las sesudas ecuaciones de papá, en dos días.

Pero lo que no sospechábamos era que su capacidad emocional también lo era, y de averiguarlo se encargó mi hermana pequeña que, en plena adolescencia, necesitaba un confidente con quien desahogarse y a quien contar sus secretos, amoríos y frustraciones. Él la escuchaba y consolaba con paciencia y devoción.  

Pero tal vorágine sensiblera aumentó estratosféricamente su empatía y llegó el día en que, cuando mi hermana le contaba sus terribles y anodinas tragedias, era él quien debía ser consolado, quien se enfurecía, quien moría de amor.

Mi padre, harto de dramas, amenazó con desmontarle. Entonces sucedió algo increíble: mi hermana y el robot, en un arranque de responsabilidad, prometieron cambiar su actitud, madurar, lo que fuera antes que separarse. Y así lo hicieron. Ella acabó el bachiller; yo me proclamé campeón nacional de ajedrez y mi madre le pasó el recetario de mi abuela, porque ya estaba harta de comer lo de siempre.

 (*) Ana Karenina. León Tolstói.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

02. La voz al otro lado. Carmen Cardeña

 "Todo empezó con un número equivocado, el teléfono sonó tres veces en mitad de la noche y la voz al otro lado preguntó por alguien que no era Él."

Él se dejó cautivar por la voz. Anotó la dirección que le proporcionaba; la calle, el número y la hora a la que al día siguiente debían reunirse. Hizo el sonido de conformidad "aján" y colgó.

Él no volvió a conciliar el sueño. Escuchaba una y otra vez el susurro grave de la voz aspirando y soplando las palabras en su oreja. Otorgó a unos labios carnosos un movimiento pausado dando tiempo para que tomase las anotaciones correctamente y sin apuro. Un gesto tan considerado y amable como la mirada que se le iba apareciendo en unos ojos azules colocados impecablemente en un rostro maduro, armonioso y de sonrisa jovial. Continuó, entonces, elucubrando sobre como el pelirrojo del cabello iluminaría unas facciones juveniles a pesar de superar, probablemente, los cuarenta. No sería de extrañar que el cuerpo acompañara a tanta hermosura con una complexión atlética. Largas y potentes piernas; abdominales tan redondeadas como la tabla de lavar de la bisabuela Evangelina; torso terso;  marcada musculación en hombros, pero de abrazo tierno; ancha espalda; glúteos en consonancia…

Él, la noche y un entusiasmo en aumento. 

Él ignorando que mañana martes 13 de septiembre en el número 12 de la calle Orense de Madrid, se verá frente a frente con un hombre de mediana edad, con cabellera oculta bajo una chistera, trajeado como para ir de boda de alto copete y con un maletín en el que podrá leerse "cobrador del frac".



domingo, 4 de septiembre de 2022

01. Tragaldabas. Epífisis

«Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba «Historias vividas», una magnífica lámina. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera.»

Una tarde de septiembre de hace 55 años, llevé a mi hermana pequeña a la feria de Valladolid.

Al llegar al Campo Grande, en mitad de la explanada, había un gigante tumbado con la boca abierta, Gargantúa se llamaba.

Mi hermana me apretó fuertemente la mano y se escondió detrás de mí.

Se oían las risas de muchos niños, qué hacían cola para subir por las escalerillas hacia la boca del monstruo.

Tiraba de mí hacia atrás y yo intentaba que no tuviera miedo, que era muy divertido.

Nos pusimos detrás y cada vez que entraba un niño por la boca, esta se cerraba con gran estruendo.

Cuando llegó nuestro turno, la empujé hacia dentro, se cerró la boca y salí corriendo hacia la parte de detrás.

Juro que no tardé nada, pero al rato, salió un niño y otro y mi hermana no apareció.

Hablé con el encargado del tragaldabas, se avisó a la policía, se desmanteló la atracción y en el entramado de madera se encontró uno de los zapatitos de ella.

No hubo explicación, solo culpa, hasta el día de hoy, en que he recibido una carta suya.



viernes, 2 de septiembre de 2022

Septiembre: primera frase de un libro.

Ya está septiembre en nuestras vidas. Acaba el verano y empiezan las borrascas, el dulzor de las uvas, el inicio del curso, la vuelta al trabajo. En fin, todas esas cosas que se interrumpen en verano pero que, en el fondo, es un pequeño paréntesis para seguir renovados con lo mismo. Y eso, precisamente eso, es lo que os proponemos para este mes: seguir con algo que ya está pensado, iniciado: elige un libro, el que quieras, el más maravilloso del mundo y sigue su primera frase. Ten en cuenta que debes imitar su estilo pero dando el giro que quieras, como quieras, el dueño de esa frase eres tú y con ella debes crear tu propio relato. 

No te cortes, coge a los grandes de la mano y síguelos. La primera frase de una novela siempre es la más difícil y ellos te la dan, así que tú solo tienes que continuarla en tu mundo, en otro planeta, en el confín de tu imaginación. 

Empieza la veda. Sé que leeremos grandes relatos. Ya estamos deseando.

Gracias por seguir.