Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

lunes, 28 de marzo de 2022

09. Gafas 2x1. Santa

  

      Miró al cielo, como si fuera la primera vez. Las nubes cubrían todo cargadas de grises.


     Su perrita tiró de la correa y Paul reanudó la marcha. En el parque solo se oían chillidos. Un caos de niños se burlaban de un perro que ladraba. Algunos papás, aún con la ropa de trabajo, bebían latas de cerveza. 

 

     Subió a casa agobiado. Se quitó las gafas nuevas, con tono 'gris Drack' y las cambió por el segundo par a estrenar 'Soft reality'; y salió a ver. 

 

     Un rayo de sol deslumbraba el rellano. Los cristales se oscurecieron con tono verde oliva. 


     Un grupo de jubilados jugaban a la petanca. El canto de un mirlo rivalizaba con el de algún jilguero. No se veía nada más. 


El móvil vibró, un 'match' en 'Tinder'. - Por fin han graduado bien las gafas-. Pensó.

 

     Subió a casa y las dejó en su funda aterciopelada. Se preparó un whisky con hielo. De pronto dejó de ver a su perrita Carol. Ni con gafas ni sin ellas. Se puso a buscar las antiguas gafas graduadas con desesperación.


     Reposaban debajo de la mesa, encima del libro "Lo vivido es la Vida"; con ellas encontró a Carol cuando era una cachorrita. 

 

     


lunes, 21 de marzo de 2022

Día de la poesía. Ana Vega. Savia

                                             SAVIA

 

La luz.

La clorofila.

La fotosíntesis.

La flor.

Tú.

 

Siente siempre.

Crece siempre.

Florece siempre.

Atenta a ti.


(Poesía enviada por María Jesús Rodríguez para celebrar que hoy es el día de la poesía). 

08. Los rostros de la pandemia. María Jesús Rodríguez

Caminando bajo la luz tibia del otoño, las fotos de unos rostros serenos y apacibles atraparon mis ojos y detuvieron mis pasos. Me paré frente a ellas y ponto las identifiqué: eran las de aquellas personas que habían sido capaces de matar el miedo y de sostener la vida mientras las ráfagas de enfermedad y muerte habían encerrado nuestros días.

 

Ante mí: panaderos, policías, médicos, tenderos, enfermeras y hasta enterradores. Todos tenían nombres propios y la expresión franca y complaciente de quien sabe que ha puesto una nota de esperanza en un paisaje en el que sólo se escuchaba el murmullo infinito del silencio.

 

Enseguida me dejé seducir por sus miradas: profundas, luminosas, enigmáticas, tristes, risueñas o sombrías. Detrás de cada una, una historia, un poema sin palabras, que mi mente iba inventando a su antojo.

 

Ahora, mientras escribo, observo de nuevo aquellas fotos recogidas por su autor, el fotógrafo gijonés Muel de Dios, en su bellísimo libro titulado:”Sinécdoque”. En una de ellas, una mujer varada en un mar de arena y espuma sostiene la foto de un ser querido que el covid ya ha convertido en memoria. En su mirada apagada, abatida, brumosa, toda la tristeza  del mundo. Una de esas miradas que, como diría el poeta Iribarren, “no se aprenden en los libros”. 

 


viernes, 18 de marzo de 2022

07. El día del padre. Cristina Ramírez Arteaga

 

Era el día del padre y yo no estaba. Mientras yo estudiaba en el extranjero, en mi casa, en mi familia, continuaban las tradiciones, las celebraciones, el día a día. 

 

Era una mañana preciosa del mes de marzo a orillas del mar mediterráneo. El azul del cielo, el sonido del mar de fondo. La brisa traía sus primeras pinceladas de primavera. Las Buganvillas empezaban a florecer y sus tonalidades relucían sobre los muros blancos de las casas vecinas. El olor a azahar sobrevolaba en el aire y traía consigo esa magia que anuncia la llegada de días cada vez más largos y calurosos.

 

Mi padre sonríe. No con una sonrisa de foto fingida, sonríe tranquilo, satisfecho. Es feliz de tener la familia que tiene. La mujer que ama desde hace tantos años. Feliz de vivir en el sitio donde decidió vivir, cerca del mar, en la casa que dispuso sería nuestro hogar. 

Él, siempre impecable con su ropa bien conjuntada, su barba bien afeitada. Lleva un jersey de cachemir rojo que le regaló mamá, sus vaqueros Levi´s, sus mocasines castellanos. Y siempre a su lado Pipo, nuestro perro Gos d´Atura, su fiel amigo que nunca se separó de él. Sus ojos redondos y aflorados. Tan expresivos, cariñosos cuando nos miraba, cuando miraba el mar. Sus manos grandes, suaves, con las uñas mordidas. Su piel rojiza, su pelo ondulado oscuro y suave. Nunca hubiéramos imaginado que algún día lo perdería… 

Un hombre soñador, con ganas de vivir el día a día. Bueno, cariñoso, que nos daba todo lo que tenía. Que vivió por y para nosotras. 

 

Ese día solo faltaba yo, pero la foto que me mandaron por carta, hacía que me sintiera cerca. Como si hubiera estado allí. Hacía que les sintiera como si no nos separaran miles de kilómetros. Cartas, postales, felicitaciones, anécdotas. Me encantaba recibir todas esas buenas noticias que me hacían saber que me echaban de menos, pero que todo seguía igual. No me estaba perdiendo nada. Nada más que las tradiciones, las celebraciones, el día a día. El día del padre. Momentos con vosotros. Contigo. 



martes, 15 de marzo de 2022

06. Sueños. Alicia del Caz López

¡Cómo le gusta a Silvia tocar la trompeta! 

No tuvo ninguna duda a la hora de elegir instrumento, tenía que ser uno de viento.

Lo de soplar es fantástico, cuando algo se sopla todo se vuelve mágico alrededor. Silvia lo sabe desde el primer cumpleaños que recuerda: te encienden las velas, las miras mientras te llenas de aire, lo mantienes unos instantes, cierras los ojos y soplas con energía lanzando tu deseo.

A Silvia también le gusta soplar los dientes de león. Éstos, en cambio, hay que soplarlos suave, continuo, pero suave, y el deseo se desliza y vuela con las semillas.

De modo que lo tuvo claro, ella tocaría la trompeta.

No falla un día, después de sus deberes, la saca del estuche, prepara los labios y sopla con todas sus fuerzas  para que salgan sus deseos. Y sueña que es una trompetista de jazz, y sueña que un piano acompaña sus notas y, cuanto más sopla, más sueña y, cuanto más sueña, más fuerte sopla.

Pepe, el vecino de Silvia, todos los días, cuando ella termina los deberes, sueña también al escuchar su música. Él también se prepara, cierra la ventana, se sienta en el sillón, eleva las piernas y, poniéndose los tapones, sueña con el día que ese fa comience a sonar afinado.



domingo, 13 de marzo de 2022

05. Yarina. Julián Rumbero

            Los bretones dicen que Francia es parte de su país. Presumen de sus ostras y de los moules à la crème, aunque Ismael no los distinguía de los mejillones cocinados en Normandía. 

Debatía con su colega Clement sobre marisco y sidra en una taberna llamada Franklin en honor del inventor del pararrayos y polímata americano. Clement era un fotoperiodista con quien realizaba un reportaje sobre las justas náuticas del pequeño y bello puerto bretón de Auray.

Las fotos retrataban a los justicieros que se lanceaban desde la proa de embarcaciones remeras hasta que uno caía al agua. Estaban disfrazados de peces, útiles de carpintería, soldados napoleónicos, marinos o mujeres piratas. Sin embargo, a Ismael le llamó la atención la fotografía de un payaso. Era una muchacha, esbelta como un junco, que en el puente medieval hinchaba globos colorados.

Al dejar escapar el aire logra sonidos que hacen reír a todos, le dijo Clement. Es lo único que sabía el amigo bretón, embelesado con aquella Luna.  Cómo sonará su voz, murmuró. Ismael había oído a Vania, un buhonero ruso y exiliado, que rasgaba una vieja guitarra española llamarla Yarina. Pero no se lo dijo y prefirió proponerle que le preguntara su nombre

Quien sabe, pensó, quizás le diga que en Ucrania, su tierra, su nombre significa la que es pacífica.




sábado, 5 de marzo de 2022

04. El collage de los relatos inconclusos. Carmen Cardeña

La papelera rebosa pelotas amorfas rellenas de intentos frustrados. Estoy por desistir y darme a la tila y al collage. No estaría mal. Medio estirar los arrugados papeles, lanzarlos al aire sobre un contrachapado pintado de negro y encolado para que, al caer, quedasen adheridos. Tal vez marcaría con un número a cada uno de ellos con rotuladores fluorescentes que resaltaran el orden creciente de mis infructuosas tentativas. Escribiría con tiza blanca en cada hueco negro de la madera, tu nombre en mayúsculas, PINKI.

El cuadro Frankenstein contendría fotografías enmarcadas con biseles blancos fruto de rasgar su contorno irregularmente a lo Violeta Monreal. No podría faltar esa en la que nos quedamos dormidos al sol de otoño en la tumbona de la terraza y con la mantita de cuadros rojos que tan bien resaltaba tu pelaje blanco y brillante. Tú en mi regazo rechinando los dientes de puro placer, con una oreja plegada hacia atrás en señal de relax y la otra elevada como un radar autómata siempre alerta por tu condición de presa. Yo, con la baba colgando. ¡Como le gustaba a Irene pillarnos infraganti! Bueno, no puedo negar que sea hija mía. A ambas nos gusta cazar momentos importantes.

Quedará en el negativo del carrete aquella noche en la que me dijiste que volvías a la chistera. Una noche de agradecimientos mutuos e infinita paz. Nuestra noche como un soplo de magia. 

... ¡Perdón! Se me fue el santo al cielo…

El collage...sí... A ver, creo que pegaría, también, aquella otra foto en la que estábamos en la cocina. Yo preparaba la ensalada, tú mirabas fijamente el tomate y la zanahoria y pateabas a un tiempo el suelo con las dos patitas de atrás, como Tambor, ("quiero tomate, dame tomate"...)

Eso es, así lo haré, colgaré la composición encima de tu casita de madera. La contemplaré cada día para sonreir, darte las gracias por salir del sombrero de copa, saltar a mi vida y pedir que me perdones por no saber escribir relatos sobre ti ni saber ponerle palabras al amor.

 


03. Un descubrimiento inquietante. Gema Herráez

Mirando la secuencia de las fotos que había hecho ese día, algo llamó mi atención.  

Habíamos quedado para ver un espectáculo novedoso de ballet, en un escenario de realidad virtual.

Antes de entrar estuvimos tomando fotos de las dos juntas y también te hice algunas a ti sola  Bromeamos de nuestro aspecto ya que nos vestimos con un equipamiento que nos proporcionaron para la función que resultaba un tanto futurista. 

El espectáculo fue increíble y lo disfrutamos plenamente. 

Me pediste que te enviara todas las fotos que tuviera. Y al revisarlo fue cuando hice el descubrimiento inquietante. En todas las fotos tomadas en el interior eras una figura alargada desdibujada y etérea. 

Llevé a revelar las fotos y pedí que lo hicieran con la máxima calidad de imagen que fuera posible. 

Las recogí nerviosa. El chico que me las dio, me miró extrañado y me dijo que no había podido revelarlas con más nitidez de la que ya tenían. 

Llegué a casa, saqué y dispuse las fotos sobre la mesa. Reconozco que sentía algo parecido a la premonición de una certeza. Cuando las miré de cerca con una lupa, ahí estaba el motivo de mi inquietud, lo que realmente sospechaba desde hacía tiempo pero que no quería reconocer. 

Clara y nítidamente pude ver tu verdadera cara y no era la de una humana. 

Eras un ser de otro mundo que no sé si desde siempre o tal vez en algún momento de nuestra, ya larga, amistad habías tomado el cuerpo de mi amiga como vehículo de tu estancia en la tierra. 

¡Soy la amiga de una extraterrestre! Creo que ahora nuestra amistad va a enriquecerse aún más. 




jueves, 3 de marzo de 2022

02. Karabanchel. Rosa Molina

Estas fotos son de mi barrio, Carabanchel. Parece pobre, y lo era, pero no nos faltaba nada. No había parques, polideportivos ni campos de fútbol, pero éramos ricos en descampados y charcos profundos, cuando llovía. Corríamos como locos de un lado a otro sin preocuparnos de coches ni motocarros y chutábamos la pelota tan fuerte que a veces se nos perdía en los trigales del campo del cementerio. 

 

Jugábamos a la comba, la goma, el truque, las chapas, al balón prisionero… hasta que, a la hora de cenar, se escuchaban los gritos de nuestras madres desde el balcón: PEPITOOOOO A CENAAAAAR. Rápidamente aprendimos los matices de su voz: si estaba enfadada por algo que no habías hecho pero que debías hacer, se escuchaba como un aullido atronador; si quería mandarte a hacer un recado, era pura música; si había visto los deberes en blanco, sonaba a coscorrón; si, mientras tendía la ropa, te pillaba peleándote en el barro, el rugido podía llegar a despeinarte. En cualquier caso, mirabas su cara y, con el estómago anudado en la garganta, corrías a casa porque, pasase lo que pasase, te jugabas que te castigara sin salir, y eso era algo que no debía ni podía pasar. Encerrado en casa, no, nunca, jamás.



01. No somos tan distintos. Epífisis.

Era un día de invierno de 1960 en Valladolid.

Hacía mucho frío, pero un sol radiante. El patio del colegio estaba lleno de chavales, corriendo detrás de los balones.

Ese año, después del verano, empezábamos ingreso y ya nos considerábamos mayorcitos.

Entonces, un silencio se extendió por todo el patio y los frailes tocando el silbato, organizaron las clases.

Por el portón que daba a la calle, entró en ese momento un hombre mayor, con una maleta y un rollo muy grande.

Los frailes bajaron una mesa de escritorio.

En un extremo del patio, colocaron la mesa con una escribanía, un teléfono, plumillas y unas hojas, también un globo terráqueo. Detrás, una pared con un cuadro, una ventana y cortinas.

Uno a uno, fuimos pasando por orden y el señor nos indicaba que pusiéramos cara de mayores.

Esta foto la guardo con mucho cariño, pero sé, que, si la pierdo, un domingo me iré al rastro de Madrid y buscando en las postales y fotos antiguas, encontraría una en la que me pareciera.



martes, 1 de marzo de 2022

Marzo: elige una fotografía

Decide: hecha por ti, de ti, contigo, de otros, por otros, de todos, para todos, con todos, de ahora, de antes, de lo que vendrá, de lo que fue, fuiste o seremos.....

Este mes elige una fotografía, de la realidad, persona, tiempo y espacio que desees. Piensa bien lo que quieres contar, lo que necesites sentir, y ya está: tejer una historia siempre es fácil si quieres contar algo. Las palabras, las tienes; la necesidad, la sientes; te sabes querido en este espacio y solo tienes que dejarte llevar y así, simplemente, nos llevas contigo. 

Porque una fotografía no solo es apretar un botón. Una máquina de fotos es un aparato que capta lo que tú miras, lo que cuentas, lo que quieres aislar de la realidad porque, en sí mismo, ese instante es una historia que se cuenta sola. 

Y, para todo esto, tenemos a Chema Madoz. Un genio que con nada, lo cuenta todo. Nos leemos. Click.


 

12. Reencuentro. Valentina Velázquez

 Cuando miro esa inmensidad me reconcilio con los hombres. El mundo parece mágico y eterno, bello, imposible que nos atrevamos a mancharlo con nuestras miserias, con guerras que parecían olvidadas en nuestro mundo confortable. Bajo ese mar de nubes que imagino perfecto, también existen los locos que se sienten dueños del mundo, capaces de modificar el curso de la historia en nombre de sus intereses.

Me gusta coronar la montaña y sentirme único con ella, su contemplación produce una comunión especial con la naturaleza, me da mucha serenidad y siento que todo está ya escrito, sólo tengo que descubrirlo como apartando la cortina de nubes que lo envuelve. Me sumerjo como un canto del camino allá abajo, o en un risco de acá; somos una mota de polvo preciosa en el curso de la vida que forma esta inmensa maravilla, sobre un horizonte que compone la silenciosa melodía y un cielo que parece que nos protege del vacío. Cómo no sucumbir a su magia, cómo no protegerlo si me da la vida, si su espíritu me nutre, si sus sonidos me despiertan las ganas de vivir, si venimos de la naturaleza, aunque estemos encerrados entre cuatro paredes; mi corazón busca reencontrarse siempre con ella.