Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

lunes, 26 de febrero de 2024

07. Fuertes rachas de viento. Alicia del Caz López

Tras el telediario, Sara ve el tiempo en televisión. Mientras, cena: ensalada de bolsa y jamón york; desde que se sienta sola en la mesa, le da pereza cocinar.

La borrasca Héctor llena el mapa de círculos azules concéntricos y el epicentro… Sara sabe bien dónde está el epicentro, en los últimos días ha notado todos sus efectos, primero el frío y las lluvias ahora, según indica Mónica López en pantalla, es el momento de las fuertes rachas de viento.

El móvil vibra sobre la mesa, se lo piensa, quizás es mejor esperar a que se calme un poco el tiempo. Continúa vibrando y, finalmente, desliza el botón verde hacia arriba.

—Hola. Dime. —Los telespectadores han enviado fotos de cielos cubiertos, pero aún tranquilos.

Hablan de logística, de llaves y de cajas de libros. Sara se levanta de la silla, necesita caminar mientras habla. En la pantalla indican con la mano la dirección de los vientos que se acercan.

Sara se lleva la mano a la cabeza, no se puede creer lo que está oyendo, culpas, reproches, ella también levanta la voz, se mueve con rapidez. La previsión ha acertado. Cuando no aguanta más, pulsa el botón rojo del teléfono, suena un portazo. Es hora de cerrar ventanas.

Sara se deja caer en el sofá y piensa en la última borrasca, la borrasca Daniel, de eso hace ya ocho años. En televisión hablan de evitar damnificados, Sara sabe que, como la otra vez, ahora también los habrá.


06. Fabriciano y el aire. Gema Herráez

Decían que le había dado un aire maligno en la era mientras aventaba el grano. Desde ese día Fabriciano dejó de hablar y no contestaba ni al médico ni a su familia. Abría la boca pero solo salía aire. Era como si el aire se le hubiera metido dentro, como si le hubiera colonizado. De vez en cuando, sin que nadie le hablara, expulsaba bocanadas de aire que silbaban con cierto ritmo. Parecía que el aire intentara comunicarse.


Había en el pueblo un curandero al que acudían gentes de toda la comarca, con la fe de la desesperación, para que les curara de distintas dolencias. Llevaron a Fabriciano al curandero. Cual experto en exorcismos, les dijo que estaba poseído y que la única forma de que expulsara ese aire sería con otro aire benigno.  “¿Y dónde encontramos los aires benignos?”, preguntó la familia. “Ellos le encontrarán a él”, dijo el curandero.


Fabriciano abrió la boca y rugió expulsando un vendaval que revolvió los papeles de la mesa. Fue como si el aire protestara por lo que escuchó.


Pasaron semanas, meses y años y el aire benigno nunca llegó. Con el tiempo  la gente acabó acostumbrándose a Fabriciano y a su forma de hablar ventosa e incluso  llegaron a entender lo que decía. Parece que el aire que lo poseyó, a la postre, no era maligno. Tan solo quería asentarse y convivir entre la gente como uno más.

jueves, 8 de febrero de 2024

05. Mare Nostrum. Santa

Antes que el tiempo indiferente

se lleve estas palabras;

dáselas a la tormenta.

 

Yo iré desangrado en recuerdos

con la piel entre líneas,

en el ojo de la arteria,

donde se junta la sangre con la lluvia.

 

Tú, estrella caída en el mar,

que habitas en el deshielo,

en el abismo de unos labios,

donde nacen todas las sonrisas.

 

Cómo huir de este viento!

que te arrastra entre olas

hasta el faro de tus ojos.

Y rompen los cuerpos

cada amanecer

en mil luciérnagas de colores.





miércoles, 7 de febrero de 2024

04. El maestro babiano

Según Catón el Censor, el cierzo es viento capaz de derribar hombres armados y carretas. A Belarmino más bien lo acomodó en su abrazo y lo llevó de viaje. Se dice que le acompañaba el primer acordeón del país. Como aquella cuncuna era aire también en sus fuelles, viajó por su cuenta desde algún puerto mediterráneo donde un alemán lo olvidó. La Tramontana del Ampurdán, primero, y luego el cierzo aragonés, los llevaron hasta las tierras de Babia.

Belarmino era grande y fornido. Aunque exageraba cuando decía que el oso le huía porque, aunque se alzara en sus patas traseras, él le superaba la sombra. Hablaba fuerte aunque se dulcificaba con prudencia y acierto cuando llegaban las nieves, se guardaba el ganado, y entonces Belarmino vestía su traje de pana, anudaba una bufanda, ponía boina y con el acordeón a la espalda, cogía su cayado con cabeza de cuélebre, y cruzaba las montañas hasta el mercado de los maestros en Gera, Tineo, donde se ofrecía a enseñar castellano a niñas y niños dados a los modismos del bable. Reunía a la infancia en una cuadra, bajo un hórreo, en la sacristía de la iglesia, que eso sí había, aunque ninguna escuela, y les hablaba de las cuatro reglas o del catecismo del jesuita Astete.

Y decían que su voz era ventarrón mojado en vino caliente.