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lunes, 26 de febrero de 2024

06. Fabriciano y el aire. Gema Herráez

Decían que le había dado un aire maligno en la era mientras aventaba el grano. Desde ese día Fabriciano dejó de hablar y no contestaba ni al médico ni a su familia. Abría la boca pero solo salía aire. Era como si el aire se le hubiera metido dentro, como si le hubiera colonizado. De vez en cuando, sin que nadie le hablara, expulsaba bocanadas de aire que silbaban con cierto ritmo. Parecía que el aire intentara comunicarse.


Había en el pueblo un curandero al que acudían gentes de toda la comarca, con la fe de la desesperación, para que les curara de distintas dolencias. Llevaron a Fabriciano al curandero. Cual experto en exorcismos, les dijo que estaba poseído y que la única forma de que expulsara ese aire sería con otro aire benigno.  “¿Y dónde encontramos los aires benignos?”, preguntó la familia. “Ellos le encontrarán a él”, dijo el curandero.


Fabriciano abrió la boca y rugió expulsando un vendaval que revolvió los papeles de la mesa. Fue como si el aire protestara por lo que escuchó.


Pasaron semanas, meses y años y el aire benigno nunca llegó. Con el tiempo  la gente acabó acostumbrándose a Fabriciano y a su forma de hablar ventosa e incluso  llegaron a entender lo que decía. Parece que el aire que lo poseyó, a la postre, no era maligno. Tan solo quería asentarse y convivir entre la gente como uno más.

4 comentarios:

  1. Anda, Gema, que como para fiarse de los curanderos, jaja.
    Me gusta lo de la fe de la desesperación, muy buena la frase. Me ha gustado también que el aire de su opinión

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  2. Hola Gema, soy Santa.
    Hay aires que enloquecen, así que Fabriciano tuvo suerte…bs

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  3. Totalmente de acuerdo con Alicia: con la fe de la desesperación. No se puede decir más con menos, ni tan eficientemente. Al final, la costumbre hace que los defectos se conviertan en características. Y ser diferente siempre es bueno. Todos lo somos. Un placer leerte, Gema.

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