Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

martes, 31 de marzo de 2015

09. La ciudad de los vientos. Rafael Arias

John lo tenía todo preparado para escapar.
El avión militar despegó a las nueve el último viernes del invierno. Se acercó a la rampa situada en la cola con disimulo y cuando todos observaban el eclipse de sol por las ventanas, saltó al vacío.
Nunca lo había hecho y no sabía donde acabaría. Antes de tirar de la anilla, sintió que la soledad congelaba sus entrañas; el aire frío abrió la seda del paracaídas. Por suerte, las nubes no dejaban ver el vacío a sus pies…
Atrás dejaba un trabajo seguro, un amor oxidado y quizás lo que más quería; su perro Tom. Una tarde viendo la puesta de sol desde la cumbre de una montaña, un viento cálido le trajo recuerdos de tiempos felices años atrás y se propuso volver a ser feliz.
En un segundo desapareció la niebla y pudo ver unas tierras nuevas, pintadas de verde por los campos y bosques donde se adivinaban pequeños pueblos escondidos.
Le entró pánico en el momento de aterrizar, se maldijo por estar jugándose la vida… y en ese instante un viento cálido lo giró y pudo ver en el horizonte más paracaídas con gente arriesgando todo.

domingo, 29 de marzo de 2015

08. Tiempo de tormenta. Pilar S. Adrados

Aquella tarde del primer día de marzo, en compañía de mis amigas Juani y Margarita, habíamos quedado para visitar el molino que el tío Laurencio tenía junto a la presa del río Pirón, anduvimos largo rato por un camino que mas parecía una senda cubierta de plantas aromáticas, el olor del cantueso y el tomillo se mezclaba con el de la resina, su perfume nos cautivó. Cogiendo una ramita de aquí y otra de allá, sin darnos cuenta, el sol que doraba las copas de los pinos se fue tiñendo de gris oscuro, el viento empezó a mecer suavemente sus ramas. La tormenta se acercaba cambiando el pausado aire en ciclón de lluvia y arena. Vapuleadas como mariposas atrapadas en el torbellino regresamos a casa hechas un adefesio.

Esa noche, rugió el viento como un tigre en la espesura, sus garras salieron de entre las nubes y marcando su poderío, rompió el cristal de mi ventana, quise cerrarla y no pude, ante la inesperada visita, de nada sirvieron mis rezos ni lloros. Él, que es fuerte y libre como nadie siguió grabando sus huellas, suaves cuando descansa e irascibles cuando se enfada.

07. La casa de los vientos. Belén Molina


Ella siempre dice que su cabeza es “ la casa de los vientos”, porque hay veces que es tan feliz que siente como si el plácido Céfiro le susurrara todo lo que percibe con la caricia fresca de su soplo.
En cambio, otras veces es tal la furia que siente, que destroza todo lo que se le pone a tiro, tal como hace Galerna con los incautos barcos que se hacen a la mar cuando ella aúlla, o Vendaval con los cándidos excursionistas que no hacen caso de sus bramidos.
Este mes de marzo, todos los vientos están tan afanados viajando, que “la casa de los vientos” se ha quedado sin las voces de sus ocupantes y ella se mira en el espejo, se sonríe y se lanza un beso. Por fin se ha reconocido.

sábado, 28 de marzo de 2015

06. El viento. Beatriz Calvet

Por fin lo había conseguido, habían quedado para tomar un café y charlar a media tarde. Hoy era su oportunidad.
Se fue por la mañana a la peluquería y se compró un pañuelo para el cuello que le daba luz a su cara. La idea era ir atractiva pero sin que se notara que se hubiese arreglado especialmente para la cita.
Salió de casa dando un pequeño paseo ya que el día no era del todo malo. Ya faltaba poco, doblaría la esquina y probablemente ya lo vería. En ese momento una ráfaga. Ya de viento se llevó por delante su pañuelo y su pelo. No se lo podía creer, se acercó a un escaparate para intentar peinarse en el reflejo del cristal y en ese momento tropezó y se calló al suelo, el tacón roto.
Cómo me puede pasar esto a mí.
Llegó a la cita coja y con el tacón en la mano.
–“Pero Marta ¿Qué te ha pasado?”
-“Me he caído y me he roto el zapato, no puedo andar”. Alcanzó a decir evitando que se le saltara una lágrima.
-“No te preocupes mujer, tranquilízate. Te acerco a tu casa en un momento, te cambias los zapatos y ya está”.
Cuando llegaron a su casa ella se cambió y se sentaron en el sofá con una copa de vino para relajarse. Nunca ha agradecido Marta tanto al viento.

martes, 24 de marzo de 2015

05. Había una vez un pañuelo. Valentina Velázquez

Un día el pañuelo que descansaba en un cajón de la cómoda se sintió solo, amarillento, envejecidoDurante siglos permaneció dormido entre almidones, abandonado entre la hojarasca del tiempo. Perdido el esplendor y la gloria de su anterior vida, sin ser útil en la actual, se resistía a seguir marchitándose entre los muebles de la vieja casona.

Ya no esperaba la mano amiga que acariciara y admirara la belleza de su fino bordado de plata y oro. Soplaban renovados aires y decidió salir de su encierroAprovechó la apertura del cajón desapareció por la ventana llevado por el ímpetu de su recobrada lozanía.

Cayó en el barro, lo pisaron, rescataron, sirvió a indolentes narices y fue apreciado como paño para enjugar alguna pena. Aprendió a sobrevivir con su recién estrenada dignidad. Nsería un pañuelo de usar y tirar como se estilaba en la época actual, de eso estaba seguro.

Y exploró otros universos: se dejó sentir en la caricia del viento; fluir sobre cauces mansos y huracanados; deslizarse por las esquinas del espacio y contemplar el instante mágico de una mirada; bajo el sol, planear rozando las espigas en los trigales, lanzando destellos de oro en una explosión enamorada…

lunes, 16 de marzo de 2015

04. Quitapenas. Victoria Gómez Berroya

Sus pensamientos reptaban por su cabeza como víboras mordiendo cada rincón de su mente. Demasiados problemas y preocupaciones se encargaban de devorar su tranquilidad durante el día y su paz por la noche.
Él nunca había creído en historias ni leyendas, pero en cierta ocasión pasó por delante de un puesto callejero y vio los muñecos quitapenas.

Según la tradición, estos muñequitos se colocan debajo de la almohada y se encargan de quitar una pena durante la noche. Sin mucha fe en ello, puso los quitapesares en su cama sin saber cómo sus preocupaciones podrían trasladarse de su mente a las figuras, pero estaba tan cansado que cayó en las manos de Morfeo. Entonces marzo con su viento obró el milagro, se abrió la ventana y el aire consiguió mover su pesar al quitapenas.

viernes, 13 de marzo de 2015

03. Regálame tu perdón. Mari Luz Blanco Nieto

Ana llegó, a mediodía, al puerto de Barcelona, con una única ilusión embarcar en aquel maravilloso barco que se alzaba ante ella, como si de un edificio de doce plantas se tratara, ¡se sentía tan pequeña! Le parecía imposible que algo tan grande pudiera deslizarse por el mar de la misma manera que aquella barca de pedales con la que disfrutaban cada verano.
Necesitaba hacer este crucero, tenía que meditar sobre su futuro, enfrentando el presente. Divorciarse era algo que tenía que hacer, la relación era insostenible, el día a día penoso, pero que todo ello conllevara renunciar a su hijo de doce años le había producido un dolor tan grande que necesitaba huir de su entorno.
Ya en el puente, mirando hacia el puerto, con el viento de levante moviendo su cabello y unas lágrimas ahogadas cayendo por sus mejillas pensó en su hijo, probablemente ya estaría en Inglaterra, su padre era inglés y había vuelto a su país llevándoselo.
Encaró el viento, que soplaba con fuerza, cerró los ojos y se dijo así misma “Sé que lo entenderá, sé que me perdonará  y sé que algún día nos volveremos a abrazar

domingo, 8 de marzo de 2015

02. Toma mi mano. Mari Luz Blanco Nieto

Echo de menos aquella mano fuerte, robusta, protectora. Recuerdo esos paseos agarrada a ella,  ¡me producía tanta seguridad!, tenía  la sensación de que nunca me pasaría nada, que crecería y la mano estaría ahí, asiéndome fuerte para que no cayera, que si lo hacía por algún tropezón me levantaría inmediatamente, aupándome para seguir adelante.
Tanta era mi devoción hacia ella que no quería crecer, no quería hacerme mayor, para no soltarla nunca. Pero el tiempo pasó, yo sentía el tacto de esa mano cuando pensaba en ella y cuando tenía mucha necesidad iba a buscarla, necesitaba ese apretón que me daba fuerzas.
Pero aquella mano quedo fría, inerte, agarrada a la mía en la cama de un hospital. ¿Dónde se iba su calor? Por mucho que la agarraba con mis dos manos, no conseguía devolverle la energía que siempre había tenido.
Ya soy mayor y noto en mi mano aquella fuerza que la tuya me transmitió, ¡lo hiciste tan bien! ¡Gracias! Ahora es mi mano la que da aquello que tú me diste: AMOR

(Microrrelato de bienvenida. Fuera de concurso)

sábado, 7 de marzo de 2015

01. El barrido del viento. María Ruiz Nieto

Al abrir los ojos no supo dónde se encontraba. Parecía un centro sanitario a juzgar por la blancura de su entorno, pero ignoraba qué le había ocurrido para estar allí. Intentó girarse y un intenso dolor a lo largo de la pierna derecha activó su memoria: un conductor lo había atropellado con su coche al no respetar el paso de peatones por donde él cruzaba.
Nada más recordaba, pero el hecho de encontrarse hospitalizado le hizo  intuir la importancia de las lesiones. De nuevo intentó girarse y el dolor volvió a aparecer. Sospechó alguna rotura de huesos y la idea le provocó gran angustia. No por la lesión en sí, sino por las consecuencias.
Viudo desde hacía un año, vivía solo y su situación económica dependía de la librería que regentaba y que ahora nadie podría atender. No eran muchos los ingresos, pero jamás había podido vender otra cosa que no fueran libros. Ellos habían sido siempre su razón de vivir y ahora... Olvidando el dolor y con gran esfuerzo, se colocó sobre su lado izquierdo y rompió a llorar desconsolado. Miró por la ventana que tenía enfrente y al ver que el viento barría las hojas caídas, pidió al Dios que todo lo puede, que algún viento barriese también sus penas. 

jueves, 5 de marzo de 2015

Literatura en 13 mandamientos. Por Patricia Highsmith

Esta es una lista de mandamientos de Highsmith que cada lector podrá hacer la suya. 

1. Un secreto para el éxito. No hay fórmulas mágicas ni secretos, salvo la individualidad y la personalidad. Solo al individuo le corresponde expresar lo que le diferencia de los demás. Es “la apertura de espíritu”, pero no es nada místico. Es una especie de libertad, de libertad organizada.
2. Objetivo: la diversión. La primera persona a la que deberías complacer es a ti mismo. Si eres capaz de divertirte escribiéndolo, divertirás a los editores y a los lectores.
3. Planificación, la justa. Un argumento nunca debe ser rígido ni estar terminado. Tengo que pensar en mi propio entretenimiento y a mí me gustan las sorpresas. Si sé todo lo que va a pasar, escribirlo no será tan divertido. Es más importante que los personajes se muevan y tomen decisiones como personas de carne y hueso, que se les dé la oportunidad de deliberar, de elegir, de volverse atrás, de tomar otras decisiones, como en la vida real. Los argumentos rígidos, aunque perfectos, pueden hacer que los personajes parezcan autómatas.
4. Así empieza todo. Los gérmenes de una idea pueden ser pequeños o grandes, sencillos o complejos, fragmentarios o completos, quietos o móviles. Yo los reconozco gracias a cierta excitación que siento enseguida, la misma que produce una sola línea de un poema. El mundo está lleno de ideas germinales y si no las tienes es por fatiga física o mental. Entonces hay que viajar, pasear, el cerebro exige vacaciones. A veces nos rodean personas que no nos convienen.
5. Claves para una buena atmósfera. Se consigue poniendo en marcha los cinco sentidos.
6. El diálogo, con moderación. Tres líneas de prosa son suficientes para transmitir lo esencial de una conversación. El diálogo es dramático y debe usarse con moderación.
7. Sin trucos. Los trucos proporcionan un entretenimiento endeble y no divertirán al lector inteligente. Son ideas ingeniosas que no tienen nada que ver con la literatura.
8. No hablar con escritores. No se me ocurre nada peor o más peligroso que comentar mi trabajo con otro escritor. Los escritores nadan unos junto a otros en la misma profundidad, dispuestos a hincar los dientes en el mismo plancton que flota a la deriva. Me llevo mucho mejor con los pintores.
9. Cuidado con el amor. Las personas que nos atraen o de las que estamos enamorados son como una especie de caucho que nos aísla de la chispa de la inspiración.
10. El lugar de las dificultades. Están en la mente del escritor, no en el papel.
11. El dinero. El escritor hará bien en tener otro trabajo.
12. Sin juicios morales. Las personas creativas no hacen juicios morales. Hay tiempo para ello después, en lo que crearán, pero el arte no tiene nada que ver con la moral, los convencionalismos ni los sermones.
13. El arte de escribir. Lo que hace difícil escribir sobre el arte de escribir es la imposibilidad de establecer reglas.

Es decir, y después de todo esto: que nadie se haga ilusiones.
Fuente: Babelia (El País 03-03-2015)

lunes, 2 de marzo de 2015

Marzo ventoso.....

Marzo ya está aquí. La primavera empieza a soplar con cierta urgencia para echar al invierno y ocupar su sitio. Asoman las yemas de los árboles y los días crecen. Las flores de los almendros ya decoran nuestros campos y jardines y los cerezos comienzan a desperezarse. Así que, ante tanto trabajo de la naturaleza, no hay excusas para empezar a sembrar palabras ventosas que barran este blog de cabo a rabo y puedan brotar las semillas de vuestra imaginación. Ánimo. ¡A escribir!

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Espero que os guste este microrrelato de uno que se convirtió en aire.

Los aires felices

Para resolver sus conflictos internos, decidió dividirse. Proyectaba su sombra junto a su imagen en el espejo y así, en el baño, pasaban los tres las horas charlando. La sombra le inventaba una vida deslumbrante; su reflejo le juzgaba, le exigía ambición, rectitud y le reprochaba su dejarse llevar por todo, por cualquiera. Él, indolente, dudaba entre sueños y obligaciones, balbuceando agradecimientos o excusas, con un miedo feroz a la vida.

Pero llegaron las discusiones, la insolencia. Sombra e imagen se exasperaban mutuamente y él intentaba conciliar, encontrar puntos intermedios. Hasta que un día llegaron a las manos. Los puñetazos de uno atravesaban la oscuridad del otro y él, por separarlos, se dio un cabezazo en el espejo y cayó hacia atrás, desnucándose con el bidé.

Cuando despertó se alejó de su cuerpo, del espejo sin nadie y del escaso dolor ajeno que dejaba su absurda muerte. Atravesó las paredes y, desde entonces, con la felicidad de una vida decidida por una corriente de aire, surca los mares, sin brújula, silbando en el rizo de las olas, aliviado de la responsabilidad de sí mismo.