Había una vez un pedazo de cartón que quería ser cometa… ¡Qué tontería! Los pedazos de cartón no tienen sueños, solo esperan, paciente y dependientemente, que alguien decida qué hacer con ellos. Así, la mayoría de ellos alcanzarán forma de caja, una caja grande, o pequeña, rectangular,… caja de zapatos o de televisor. Alguno, con suerte, terminará guardando recuerdos; pero solo a una insignificante minoría el azar les pintará colores y les pondrá cintas y un cordel para volar.
Este pedazo de cartón renegaba de un destino no elegido, deambulaba por calles y por parques, cobijándose en marquesinas con la lluvia, diciéndole a todo el que pasara que quería ser cometa. Hasta que dio con Toni. Toni y sus amigos hicieron con él la cometa más bonita del mundo, la volaron y, como sabían que las almas soñadoras no pueden estar atadas, cortaron la cuerda y subió más allá de las nubes.
Hoy vuelvo a leer este cuento desportillado y reencuadernado con tiras de celo, “Senda 1º” se titula. Busco los restos de betún que me hicieron llorar cuando cayeron sobre la página 57, ahí están, el tiempo no borra las cosas que emocionan.
Me pregunto en qué otro sueño se reciclaría el pedazo de cartón después de llegar a la China… Cierro el libro y sus desgastadas tapas duras me hacen un guiño.