Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

viernes, 31 de julio de 2015

04. Autorrescate. Belén Molina


La canción del mar me mecía apaciblemente hasta que entró la percusión que se adivinaba en el horizonte. Desapareció la armonía y solo quedó el fragor de las fauces de las olas, abiertas de par en par, que me devoraron.
El mar me acogió con mano firme y madero sólido. Mientras derivaba por sus aguas, yo trataba de situarme pero necesitando algún punto fijo y no encontrándolo, fracasé estrepitosamente.
Un amanecer me sacó del embotamiento azul. Alineé cerebro, espíritu y vísceras, así logré arribar al refugio revelado por la pequeña luz de la mañana. Sin barco, sin carga y sin tripulación, pero con la contundencia de una buena alineación para encontrar mi propio puerto.

03. Canto de sirena. Santa


- No puedo salir de esta isla. El tiempo se acaba. –

Es lo único que pudo leer del mensaje en la botella. Él naufragó en una isla hace años. No recordaba cómo había encallado su barco en los arrecifes.
Recordaba el rostro de una mujer joven mirando al mar. Dentro de la botella había un perla perfecta; su corazón dio un vuelco al verla. El brillo del pendiente, le recordó a los ojos de esa mujer traspasando su ser mientras le ofrecía los labios como fruta prohibida.
- He leído tu mensaje. Soy Ulises. He perdido la memoria, solo sé que te quiero. He naufragado en una Isla. Pronto podré zarpar en tu busca. Dime cómo encontrarte.-
El rostro de ella se iluminó al ver el anillo que había en el fondo de la botella. Solo tenía que ponérselo y el brillo que desprendía sería la señal para que Ulises la encontrase.
Desde que se separaron, había tejido y destejido muchos recuerdos en su corazón. Sabía que aunque volviera prometiendo quedarse; una madrugada se despertaría en su lecho sola.
Penélope no dudó en colocar el anillo en un árbol. Cogió de la mano a Héctor y abandonó para siempre Ítaca.

jueves, 16 de julio de 2015

02. El náufrago. Almudena Verdejo

Perdido en mitad del océano: a mi pequeño velero se lo había tragado el mar. Solamente un madero de mi desaparecido "Lucero" flotaba a mi alrededor. Me agarré a él y así pude llegar  a una isla,  roto, maltrecho y agotado... Me quedé dormido sobre las arenas de una playa.
Al despertar... ¡asombroso! estaba vivo y le di gracias a Dios. Admiré la belleza de la isla, el mar, el horizonte, los olores salinos y la vegetación. Sentí ganas de reír, cantar...y sobre todo de comer. Empecé a hacerme preguntas: ¿Cómo será la isla, tendrá habitantes? "Quizás me convierta en un nuevo Tarzán", reflexioné. El hambre me empujaba a encontrar algún fruto, unas bayas, algo que llevarme a la boca. Me pareció escuchar  música, tambores... ¡No estaba solo!, exclamé gozoso.
Atravesé unas malezas y llegué a unas enormes rocas. Presentía como si algún  peligroso felino caería sobre mi todavía aturdido cuerpo. De repente un  grito ¡¡Corten...!! y todo cesó. Los cámaras se limpiaban el sudor de su frente y un par de personas corrieron a ayudar a los actores principales.
Empecé a dudar sobre si estaba en Australia o en una isla Balear y es que nunca fui un buen marino.

jueves, 9 de julio de 2015

01. El náufrago. Valentina Velázquez


El cielo se oscurecía a pasos de gigante en pleno día; negros nubarrones cabalgaban sobre el mar; los pájaros revoloteaban en desconcierto. Todo era pura tiniebla.

La taberna rebosante de risas, voces, barullo. Nadie barruntaba la pesadilla entre tanto aturdimiento. Mis amigos tenían el propósito de tumbarme a tragos, de dejarme sin conciencia. Lo que no sabían es que ya la había perdido y navegaba a la deriva.

Me levantaba abrazado a sus curvas inexistentes, al cachete de sus nalgas cual ilusionista, y cuando aproximaba el beso de buenos días... caía de morros en la fría baldosa.

Ese día el beso imaginario amaneció entre la cresta de la ola que rompió en mi habitación, llevándome sumergido entre su barra de labios y su perfume. Una mujer y una niña pedían socorro encaramadas a un tejado. Me esforcé por llegar a ellas. Hacia tiempo que no decidía gran cosa. Latía mi corazón. Seguía vivo. Nos sujetamos fuerte a un mástil que sobresalía entre las aguas y pudimos enderezar las velas. Salvamos a cuantos pudimos. Lo primero fue salir de la marabunta de cascotes. El enfurecido mar seguía maltratándonos, pero no por mucho tiempo. Volví a sentir el timón entre mis manos.

jueves, 2 de julio de 2015

Julio: mes de naufragios

Empezamos julio, el mes más caluroso del año, con temperaturas tan altas que parece que el sol vive entre nosotros. Todo el planeta está de vacaciones, excepto la cigarra, que es cuando da la tabarra, según el refrán y que cuanto más aprieta el calor, más canta. Ya se escucha el rumor del chupinazo, del verano en la playa y empiezan a endulzar los melones y sandías. Es un mes de siestas largas, gratos paseos al atardecer y de compartir las noches con los amigos, al fresquito de la luna.

Y llega el tema del mes: naufragios, náufragos, viajes imposibles que no llegan al destino inicial, sino a una tierra, cualquier tierra que no sea un espejismo. Aquí os dejo un relato de Vivian Paletta a modo de ejemplo y advertencia. Espero que os guste tanto como a mí. Espero que vuestro Robinson Crusoe también sobreviva.


Tierra
Viviana Paletta

Hacinados sobre cubierta, el cuerpo carcomido por el salitre, los labios llagados. Algunos todavía tenían ánimo de barajar los naipes, de tirar fichas. Otros, deliraban con los pañuelos mojados en la cabeza, calcinados de horas con el sol a sotavento, con el sol a barlovento. Envueltos por el murmullo incesante del batir de las olas contra el casco. El corazón traspasado por el frío de la muerte. Agua que reflejaba el agua. Con alucinaciones donde veíamos islotes, casas, empedrado, la plaza del pueblo, romerías.

Ya no podíamos. Cada vez costaba más encontrar a quien quisiera subir al palo mayor a desquiciarse los ojos para ver una señal. Un día, además de sirenas y delfines que acompasaban el ritmo de la nave, vimos un batiburrillo de ramas con pétalos pegados, como una corona que nos daba el mar. El primero que la vio no dijo nada, pensando que era otra travesura de su delirio. Pero la vio otro, y otro más, y nos pegamos a la borda queriendo esperanzarnos. El grumete trepó a la cofa y se quedó allí cuatro días con sus noches, intentando ver. Sólo nos pedía agua dulce. Fue el primero en discernir, entre tanto aire, ráfagas con otro olor, a flores, a maleza, a lluvia terrenal.

Una madrugada nos sorprendió dormitando sobre cubierta, empapados con el rocío con que nos bañaba la luz lunar. Fue cuando gritó.
______________
Fuente: Por favor, sea breve 2
Antología de microrrelatos. Ed. Páginas de Espuma