Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

viernes, 22 de diciembre de 2023

FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO 2024



Os deseamos una feliz Navidad y un año 2024 cargado de tranquilidad, salud e imaginación. 




05. El sexto sentido. Julián Rumbero

 Cuando mis ojos sean niebla, mi paladar cartón, el oído preso de la paradoja del silencio y del ruido, la caricia huya o no huela el espliego… el sentido común apelará a un sexto sentido. Y oleré el café matutino, a mis hijos recién nacidos, las sábanas tendidas en un lecho de hierba…Veré el antifaz de jilguero que me disfrazaba en carnaval. Y el poema amarillo de los girasoles tras una muchacha de cabellos dorados y perlas de luna por ojos. Veré el mar cuando le devolví un pececillo maltrecho en su orilla. Tocaré la edad del tejo, me acariciará su sombra junto a la vieja ermita de nuestro pueblo. Acariciaré el perfil de los helechos, las manos ancianas, los senos amantes, volverá el sabor de la leche recién ordeñada, el cacao y el pan con mantequilla; la sangre de una reyerta estúpida... Mi memoria me traerá mieles de brezo, fresas sureñas, el chocolate de los domingos, un carmín colorao, el agua de los labios que me amaron…

Juan Gálvez escribía así y ahora, cuando no recuerda su nombre y a toda mujer le pregunta si es su hermana, saborea con picardía el chocolate mientras sus ojos merodean en Begoña, su asistenta social, y le complace oírla anunciar que volvieron las golondrinas. Se enternece cuando sus dedos cuidadosos mesan sus cabellos o deja un beso de buenas noches en su tonsura de viejo.

Y respira, su memoria se acuerda de respirar.

 

miércoles, 20 de diciembre de 2023

04. Los perfumes de la discordia. Antonio Nieto

Recuerdo con alegría, un cumpleaños de Vicky, la enferma de ELA a la que visité durante tres años. Era presumida, le gustaba lucir prendas de colores y olía a un perfume exquisito que me gustaba y que creo se llamaba Eau de Roches.


La enfilación de los astros había hecho que mi señora esposa y Vicky nacieran un mismo día en diferentes años: un 14 de abril.


Al tener que comprar dos regalos y mi falta de imaginación para estas cosas, opté por dirigirme a El Corte Inglés y pedir consejo a una de las dependientas de la sección de perfumes.


Me atendió una guapa joven que no pasaría de los veinte tres años y a la que se le notaba su inexperiencia. Después de un buen rato de buscar la marca que deseaba, me comunicó que solo tenían un frasquito en ese momento, pero que me podría dar otro de otra marca igual de buena. Me enseño unos cuantos perfumes, pero ante su insistencia, no me quedó más remedio que decirla: “Señorita aprecio mucho su consejo, pero necesito los dos frascos de la misma marca, porque uno es para mi mujer y el otro para mi amante y debo oler igual cuando dejo a una y me encuentro con la otra., lo entiende?


La chica palideció y me miró azorada, como si se hubiera topado con un pervertido. Cuando les entregué los perfumes a mis dos queridas mujeres, les conté, entre risas, lo sucedido, pero debo decir que no les hizo gracia.

domingo, 3 de diciembre de 2023

03. Los grajos. Valentina Velázquez

Día de niebla. Los dos cedros desde mi ventana se mueven: uno, de ramas largas, que parece languidecer, de pronto se mece con la elegancia de una danzarina al compás de la lluvia y el tímido viento; el otro, de ramas cortas piensa que ya se moverá con esa gracia. El pino de Valsaín que está al lado mira sin perder ripio la danza, y sus hojas en forma de agujas se abrazan erguidas en racimos diciendo: "aquí estoy, de aquí no me muevo". En la tarde los grajos se juntan en sus copas y, contemplándolo, Dolores siente que se ha desprendido de la carga de superstición que había en ella, no puede decir en qué momento salió el mal augurio, como los gatos negros o los pájaros de Hitchcock que tantas pesadillas le dieron. Dolores contempla la escena muy tranquila desde la habitación del Hospital de rehabilitación en la sierra. El horizonte cambia todos los días, se mueve, como ella y sus pensamientos.

02. Shunga Shunga o Gel Ayúdame. Epífisis

Cuando me llamó mi jefe de la Consejería de Economía y Consumo de la Comunidad de Madrid, no pensé que el encargo de testar el gel me lo fuera a encargar a mí. Aduje mis 60 años, mis achaques y que me quedaba muy poco para jubilarme, pero no hubo manera. Conseguí de todas maneras que los resultados no se los entregara a la vuelta del fin de semana y me dio un mes, pues además eran tres tipos diferentes de geles y eso requeriría mayor dedicación y esfuerzo.

Hay que recortar gastos, pero esto me parece un poco exagerado.

Me entregó dinero de la caja B y una tarjeta de una tienda llamada Dolce Love, me aconsejaron bien, pero lo pasé fatal, no sabía dónde mirar y me puse colorado varias veces. Salí con una bolsa grande con tres kits, uno de fresa con champaña, otro de fruta exótica y otro de melón y mango.


En la bolsa de papel llamativo, con un dibujillo engañoso y la gente en el metro me miraba y cuchicheaban, algunos intentaban asomarse al interior para curiosear.

Al salir del metro y encaminarme hacia casa iba pensando cómo abordar a mi parienta e intentar explicarla lo que teníamos que probar. No se lo va a creer y encima me va a llamar guarro.

Según entré, me dirigí a la mesa camilla, vacié la bolsa y me senté en el orejero a la espera, oí un “hola cariño” y yo no dije nada.

Vino desde la cocina, cogió una caja, me miró y se sentó enfrente. Daba vueltas a la caja en el sentido de las agujas del reloj y a la inversa y otra vez y otra.

Se lo conté tres veces y no se lo podía creer. Cuando la dije que me iban a pagar horas extras cambió un poco la expresión pero no mucho.

No la entendí algo que dijo sobre Esperanza pero tampoco pregunté y entonces cogió el calendario de los que pintan con el pie y me dijo que este fin de semana no teníamos a la nietecilla y que el hijo que vive en casa, estudiante de Derecho, iba a esquiar.

Ya teníamos fecha, noté un pálpito y menos mal que tenía puesta la falda de la camilla por encima, pues algo se notaba.

Decidimos hacerlo primero con la caja de melón y mango, el día, el viernes cuando se fuera nuestro hijo y guardamos todo debajo de la cama.

Esa semana se me hizo larga, cuando me cruzaba con mi mujer por el pasillo nos tocábamos y nos reíamos y en el trabajo el jefe me preguntaba todos los días que qué tal, que si ya lo habíamos hecho.

Llegó el día y le llevé un ramo de flores y unos bombones, mi hijo se fue desde el trabajo y nos quedamos solos en la casa, cerramos la puerta y pusimos una silla en el pomo.

Abrimos la caja y dentro había un sobre como con una solución espesa y una especie de sábana impermeable grande de 160 cm x 228 cm que como luego leímos teníamos que colocar encima de la cama.

Pusimos a calentar agua en la olla, pues con el sobre al diluirlo había que hacer cuatro litros de gel con el que luego nos embadurnaríamos y nos echaríamos encima de la sábana.

Mientras mi mujer daba vueltas con la cuchara de madera, yo por detrás me arrimaba y ella hacía como que me huía, pero yo creo que la gustaba.

Cuando la consistencia parecía la adecuada y entre los dos la llevábamos hacia el dormitorio, entonces, tropecé con la alfombra y cayó todo a lo largo del pasillo, nos costó cinco toallas y seis paquetes de papel de cocina absorber todo el gel.

Metidos en harina y con la curiosidad en un punto álgido y no me refiero a lo mío, abrimos la caja de fresa y champaña y con más cuidado hicimos todo el proceso otra vez y lo llevamos al dormitorio.

Pusimos la sábana por encima y nos desnudamos, nos echamos y la sensación era que se nos iban a quedar las letras del ahorramás en el culo pegadas.

Cogí la olla y la volqué sobre los dos, el gel estaba un poco caliente y nos empezamos a restregar y embadurnar con ganas.

La sensación era agradable y entre unas cosas y otras empezamos a animarnos e intentar algunas posturas que teníamos casi olvidadas, con tanto magreo y toqueteo parecíamos estar en un tobogán e íbamos de un borde de la cama al otro, consiguiendo a duras penas mantenernos encima.

Mientras nos agarrábamos para no caernos recordaba lo que ponía el prospecto, experiencia sensual y placentera, completa ingravidez, sin esfuerzo y movimientos deslizantes.

Veía la cara de terror de mi mujer, yo conseguí meter la uña del dedo gordo en la sábana y frené mi caída, pero ella se agarró a donde no debía y me la dobló, pero no logró parar y se empotró con la tele de plasma que cayó con estrépito, su dentadura partida rebotó y fue al orinal.

Mi grito no fue humano y al mirar hacia mi cosita vi como crecía hasta parecer una berenjena, mientras por el roto de la sábana se extendía el gel por toda la habitación y desaparecía por el pasillo.

Mi mujer se subió a la cama, me abrazó y nos echamos a llorar y en ese momento oímos un ruido fuerte de la puerta, pasos apresurados por el pasillo y un “papá, mamá, no hay nieve”.



01. Adiós al lastre. Belén Molina

Era una jovencita gris, asfixiada por la viscosidad de los exámenes, las obligaciones y las frustraciones. Se limitaba a llegar al día siguiente. Comía, bebía, estudiaba, dormía y no pensaba, como casi todo el mundo.

Un día, al salir de clase más derrotada que con nuevos conocimientos, le dio por leer el tablón de anuncios de la Facultad, aunque no esperara las calificaciones de ningún examen. Había avisos de compra-venta de libros y un cartel de un club de montaña que impartía cursos de escalada. La reacción fue fulminante, el caparazón de grisura saltó en mil pedazos y no dudó en llamar.

Cuando se vio encaramada por primera vez en una pared de roca, soltó el lastre que la mantenía sumergida en la viscosidad asesina, se llenó los pulmones de aire y conservó para siempre la luz, la libertad, la curiosidad y el agradecimiento al cambio de vida proporcionado por el cartel que leyó en plena derrota.

viernes, 1 de diciembre de 2023

Diciembre: lo que nos cambian los sentidos

Empieza diciembre, luego acaba el año. No sé si también tenéis la percepción de que el tiempo corre más rápido, de que los planes no hay que postergarlos mucho porque se acaban diluyendo en el saco de las cosas pendientes, de lo no realizado. Y eso no puede ser. 

Es mejor planificar despacio, sabiendo lo que podemos hacer, del tiempo del que disponemos, de lo que merece la pena, de qué es lo que nos hace realmente felices. Lo demás, anotado queda, por si nos sobran ganas, tiempo y razón... Porque, al final, nuestros sentidos son los que fijan nuestros recuerdos: el sabor de una comida, el olor del bosque, de una persona, la suavidad de una mano. Con emoción, nada se olvida;  con indiferencia, nada se aprecia.

Nos encantaría leer vuestras propuestas sobre qué sentido os ha proporcionado una experiencia única: la vista, el olfato, el tacto, el sentido común. La imaginación no tiene límites. Nuestro blog, tampoco. Es una propuesta, vosotros la giráis a vuestro gusto y nos contáis lo que os plazca, que para eso estamos, para apreciar vuestras historias y aprender de ellas.

Feliz diciembre.