Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

jueves, 23 de febrero de 2023

10. Olvidos. Alicia del Caz López

Del primer olvido se salvó por los azotes de Anselma. Su respuesta, un vivo llanto que, con los puños cerrados y la frente arrugada, decoloró el tono azulado que ya le iba tintando el rostro.

Los olvidos de sus primeros años, frecuentemente provocaron un efecto similar al primero. ¿Que olvidó echarles comida a los becerros? Azotes, llanto y frente arrugada. ¿Que olvidó los ríos que desembocan hacia oriente? Azotes, puños cerrados y el llanto interno que solo contiene la vergüenza de sentirse observado.

Creció y conoció a María, pero, solo cuando consiguió olvidarla, se volvió a enamorar.

Se casó, una boda que le dio tres hijos y que, pese a lo prometido, rompió el olvido y no la muerte; el olvido de los cumpleaños, de las cosas que hacen sonreír y de las caricias que cubrieron alguna vez sus cuerpos.

No pudo, no quiso, olvidar a Antonio, el pequeño, cuando su alocada cabeza y la velocidad se mezclaron en un coctel explosivo entre las chapas del Ford Fiesta.

Más tarde, haciendo honor a la nueva situación, sintió júbilo cuando pudo olvidarse de madrugar. Después comenzaron los olvidos tontos, las llaves en casa, el pan cuando se baja a por pan, lo que contaron hoy las noticias… y, cuando llegaron los menos tontos, dejó de ser él.

La segunda vez que olvidó respirar ya no estaba Anselma y una capa de tierra le cubrió.

09. El cuadernillo de guata. Julián Rumbero

Le recomendaron que aprendiera a burlarse de los olvidos. Y lo hizo, con las triquiñuelas que anotaba en un cuadernito de guata.

Cuando aparcaba su coche, por ejemplo, anotaba “está en la panadería de Mari, o está en la sidrería de Perto”. Notas así. El problema vino cuando empleó un billete de veinte euros, olvidado en una camisa, luego prenda y recuerdo en la lavadora. Con los de cinco euros pasaba igual. Los posit en la nevera eran amarillos para los plátanos pues no comía otra fruta. Por aquello del fósforo. Verdes lechuga y brócoli. El azul le recordaría la lombarda. 

Para recordar sus paseos junto al mar, recurrió a un imán del arco iris, regalo de un amigo gay que le trajo de la isla colombiana de San Andrés, donde el mar es de siete colores. Somos hijos del agua, decía en su clase de literatura. Y al mar hemos de volver, dicen que dijo también. Le habían diagnosticado la desmemoria de la inteligencia y del alma.

Llegaron los días en los que el amarillo confundía bananas y limones; regaló su coche y no sabía a quién. Antes alquiló un pisito en la playa. Y olvidó su cuadernito de guata donde su hermano, un espejo donde se reconoció durante mucho tiempo, afirmó que “me cruzaré con ojos que no reconoceré. Sucederá con quienes amé y no sabré quienes me amaron. Es terrorífico. Creo que es hora de volver al mar”.

 

Pero también eso ha olvidado.

lunes, 13 de febrero de 2023

08. Destinataria accidental. Gema Herráez Peña

 

         Alicia paseaba sin rumbo cuando un sobre blanco, en el suelo, llamó su atención. Lo recogió y observó que, aunque estaba cerrado, no llevaba remitente ni destinatario. Lo abrió y lo leyó: 

         “Me asalta, de repente  y sin aviso, una tristeza que presiento que es una polizona que se esconde furtiva y sale de su guarida, recordándome lo que convenientemente permanece en el olvido. Días de risas compartidas en un afán de olvidar las malas rachas, las afrentas de la vida. Consuelos reparadores mutuos. Intereses comunes, teatro, literatura, arte,

         Tantos años, tantas vivencias que ahora se han derrumbado como un castillo de naipes. Están ahí, pero desparramados sin sentido. Ojalá el olvido se lleve lo que atacó ese castillo como una enfermedad autoinmune. Los malentendidos, las palabras hirientes, el desencanto silencioso que trazó esa línea torcida que fue separando nuestros caminos. Quizás siempre fueron dos, pero vivíamos ajenas a ello y creíamos transitar por el mismo.

         Tal vez el recuerdo, como un mágico arquitecto, construya un sendero de baldosas amarillas que nos lleve hasta el mago y nos devuelva lo que la bruja malvada con malas artes nos robó, nuestra amistad.”

         ¡Guau!, pensó Alicia cuando terminó la lectura. Y se sintió, de alguna forma, confidente accidental de un mensaje abrumador y triste pero que parecía sincero y que quizá nunca llegó a su destino.

         ¿Quiénes eran la remitente y la destinataria?, ¿qué pasó entre ellas? Aunque quedaba explicado en la carta Alicia querría saber más detalles. También le asaltó una reflexión sobre el olvido y la memoria: ¿cómo sería poder accionarlos con un interruptor?: apagar el olvido y encender la memoria o viceversa.