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lunes, 13 de febrero de 2023

08. Destinataria accidental. Gema Herráez Peña

 

         Alicia paseaba sin rumbo cuando un sobre blanco, en el suelo, llamó su atención. Lo recogió y observó que, aunque estaba cerrado, no llevaba remitente ni destinatario. Lo abrió y lo leyó: 

         “Me asalta, de repente  y sin aviso, una tristeza que presiento que es una polizona que se esconde furtiva y sale de su guarida, recordándome lo que convenientemente permanece en el olvido. Días de risas compartidas en un afán de olvidar las malas rachas, las afrentas de la vida. Consuelos reparadores mutuos. Intereses comunes, teatro, literatura, arte,

         Tantos años, tantas vivencias que ahora se han derrumbado como un castillo de naipes. Están ahí, pero desparramados sin sentido. Ojalá el olvido se lleve lo que atacó ese castillo como una enfermedad autoinmune. Los malentendidos, las palabras hirientes, el desencanto silencioso que trazó esa línea torcida que fue separando nuestros caminos. Quizás siempre fueron dos, pero vivíamos ajenas a ello y creíamos transitar por el mismo.

         Tal vez el recuerdo, como un mágico arquitecto, construya un sendero de baldosas amarillas que nos lleve hasta el mago y nos devuelva lo que la bruja malvada con malas artes nos robó, nuestra amistad.”

         ¡Guau!, pensó Alicia cuando terminó la lectura. Y se sintió, de alguna forma, confidente accidental de un mensaje abrumador y triste pero que parecía sincero y que quizá nunca llegó a su destino.

         ¿Quiénes eran la remitente y la destinataria?, ¿qué pasó entre ellas? Aunque quedaba explicado en la carta Alicia querría saber más detalles. También le asaltó una reflexión sobre el olvido y la memoria: ¿cómo sería poder accionarlos con un interruptor?: apagar el olvido y encender la memoria o viceversa.

1 comentario:

  1. Encontrarse una carta así tiene que dar como un toque de responsabilidad importante para que el mensaje llegue a su destino. Una lástima que vaya sin remitente ni destinataria, aunque no será muy difícil dar con algún par de personas a quienes encaje el mensaje, es tan habitual que se separen los caminos... Muy bonito relato, Gema.

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