Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

viernes, 30 de julio de 2021

07. Los come de todo. Antonio Nieto

Me llamo Babbo y soy un pez globo triste y distraído. Lo último me viene de nacimiento, pero lo primero es consecuencia del mal hacer de los “come de todo”, que habitan en la parte seca de este mundo. Mi familia y yo vivimos en un mar, donde los más viejos del lugar me cuentan que hubo un tiempo donde el agua era limpia y cristalina. Ahora esta tan caliente que enfermamos. Por si fuera poco, estos seres de secano, nos vierten toda clase de residuos que ensucian los fondos y acaban con la vida de nuestro hábitat.

 

Un día, aproveché mi capacidad de inflarme y, convertido en globo, salí del agua y viaje por infinidad de lugares. Observé a esos bípedos durante muchos días, y pude ver: como sus bosques se incendiaban, sus ríos desembocaban en los océanos portando aguas sucias y mal olientes, sus cielos se cubrían de nieblas irrespirables y, aun así, se iban a celebrar eso que llaman botellón, o lo que es peor, se aniquilan entre ellos en guerras. En definitiva, estos seres son una especie de virus locos que terminaran con la vida de este lugar tan hermoso en el que vivimos y de ahí mi tristeza.

 

¡Un gran aletazo cariñoso para todos los seres buenos!

lunes, 26 de julio de 2021

06. Luz. Epífisis Epi

Doy vueltas en la cama, no me puedo dormir. 


Hace dos días, el neurólogo en la consulta me cambió el diagnóstico. 


Alejandro, lo siento, sé que eres médico, tienes ELA, y el silencio llenó la consulta. 


Lo estoy digiriendo y me está sentando mal. Cuántas veces he explicado síntomas y diagnósticos a familiares y amigos, pero cuando eres tú mismo, todo cambia. 


Sueño con la eutanasia y si tendré el valor de decidir cómo morir. Qué difícil es. 


Los brazos ya no son míos, pero puedo caminar, puedo amar, y hablar con mis hijas. 


Dónde está el límite, ¿hasta cuándo puedo vivir y considerar que mi vida es digna? 


Tengo ratos buenos, cuando consigo pergeñar un relato, cuando pruebo un vermut nuevo y me gusta, cuando me muevo como los peces en la piscina, pero cuando se me cae la comida o tengo que pedir ayuda para levantarme del váter, vuelvo a pensar.  


Cuando hago el amor, me digo que merece la pena vivir, pero si al rato me están ayudando a ducharme, pienso, hasta cuándo. 


Como decía Paco Ibáñez, cuan presto se va el placer, como después de acordado, da dolor. 


Entonces, se despierta y me coge de la mano, mi mujer, Luz.

lunes, 19 de julio de 2021

05. Peces de colores. Alicia del Caz López

 Dani pasaba horas distraído con la nariz pegada al acuario. 

    ¡Daniel! ¡Deja eso y ponte con los deberes!

Pese al grito, Dani no se inmutó, ni lo había escuchado, todos sus sentidos estaban con sus peces de colores: con los lunares blancos sobre el naranja luminoso del pez disco o, con la majestuosa aleta del betta que bailaba constantemente en el agua, ¡cuánto envidiaba tanta belleza engalanando sus cuerpos!

     Dani, bajo al super. No llevo llaves.

Esto sí lo escuchó. En cuanto oyó el cierre de la puerta, salió disparado a la habitación de su hermana y descolgó del armario el vestido de la graduación, tan rojo, tan largo… necesitó un par de imperdibles para adaptarlo a su altura. En solo cinco minutos ya estaban sus labios a juego y el rímel resaltando en negro sus ojos. Paseaba delante del espejo subido a los tacones de su hermana, esos que, aunque nadie lo supiera, había usado él más veces que ella.

Ahora sí, el espejo reflejaba al pez más hermoso del océano.

De pronto el telefonillo rompió el hechizo. Se descalzó, corrió por el pasillo para abrir y, cuando su madre subió, ya estaba sentado en su escritorio con un libro abierto del revés y los labios apretados hacia dentro escondiendo el carmín que no había tenido tiempo de limpiar.

En la habitación de su hermana su sueño se encontraba, una vez más, aparcado sobre la cama entre los pliegues del vestido.

 

viernes, 16 de julio de 2021

04. Mirándose en el espejo. Gema Herráez Peñas

         Laura se mira en el espejo escudriñando su rostro y descubre una nueva arruga bajo su ojo izquierdo. ¿Pero cuándo?, ¿cómo?, se pregunta  malhumorada y piensa en todas esas cremas que utiliza: la del contorno de ojos, el ácido hialurónico, la crema de día, los limpiadores, los tónicos, el agua miscelar. Rituales interminables para conservar la lozanía que antes se conservaba sola.

         Un pensamiento le lleva a otro y este a otro y así,  en una concatenación impulsada por un algoritmo misterioso de su cerebro y, quizás, porque es verano, viaja a otros veranos. Siempre había en la época estival una promesa de felicidad: el final del colegio, acostarse tarde (si bien estaba la odiosa siesta obligatoria), ir de vacaciones al pueblo, bañarse en las albercas (donde aprendió a nadar), la adolescencia, las fiestas del pueblo, bailar las lentas con el chico que le gustaba.

         De vuelta al espejo piensa en el paso del tiempo, un tiempo que por dentro se almacena en recuerdos que nadan como peces en el océano de su memoria y por fuera esculpe arrugas en su rostro sin preaviso.

         Mientras anda distraída en esos pensamientos, Laura empapa el algodón con el líquido difásico y se limpia los ojos, aunque ya nada se puede hacer.

03. Des-Evolución. Carmen Cardeña

Es fin de curso. En tod@s, en cada uno de nosotr@s está a punto de producirse el fenómeno.
Toda la sangre de nuestras venas alcanza temperaturas por encima de la ambiental a finales de junio.
Nuestros cerebros se alisan, pierden las circunvoluciones, las dendritas pierden capacidad de conexión.
La des- evolución está en marcha. Durante tres meses seremos distraídos peces en el océano con un escaso almacén de neuronas en letargo. Tan solo la suficiente memoria como para recordar ponernos el bañador, el protector solar, coger las gafas de sol y la toalla y no olvidarnos de las llaves antes de cerrar la puerta.
Nos volveremos african@s en la arena y les compraremos a nuestros compatriotas de piel unas pulseritas artesanales de colores llamativos.
Seremos como los radares de tráfico para nuestros padres. Siempre estaremos, aunque no nos vean.
Amaremos la anatomía sobre todas las cosas. Aprenderá más Juan de Inés, Juli de Fernando, Chema de Mario o Sonsoles de Fátima que en un curso entero de fisiología.
Todas las des-evoluciones estivales dice mi abuela Hortensia que son iguales de estupendas pero que a ésta de la era tecnológica solo le falta para ser perfecta el cine de sábana blanca en la esplanada de arena, las pipas y las sillas plegables de madera bajo las estrellas.



02. El tiempo dirá... Santa

         Elisabeth salió del apartamento muy temprano, con lo justo para aterrizar en la cala de los Gigantes en Tenerife. La TV quedó encendida con la película ‘Déjame caer’.

 

         La densa niebla ocultaba un océano revuelto, encajonado entre los acantilados que protegen el paisaje de miradas extrañas. Sentada en la toalla, oía como rompían las olas contra las rocas, no veía el mar; pero su perfume penetrante llenó su boca de sal y olvidó sus dolorosos recuerdos.

 

         Los rayos de sol disiparon la niebla, dejando ver a Elisabeth el horizonte donde se juntan cielo y mar entre nubes llenas de blancos sueños.

 

         Caminó sintiendo las caricias de la fina arena oscura en su piel ajada y clara. Al llegar a la orilla, el mar de agua fresca, cristalina y pura le pidió un beso. Hizo ademán de llevar el mar a su boca, cogido entre sus manos, pero un banco de pececitos de colores la distrajo y dejó que el agua se convirtiera en lluvia sobre su reflejo.

 

         Tiró el bañador a la orilla y se sumergió desnuda en el azul del Atlántico. Cuando salió, estaba vestida de gotas brillantes de agua y sal; que iluminaban su deseo de volver a vivir.

01. La cesta de los nombres. Julián Rumbero

Cuando Rosa anunció su embarazo, sus compañeros del Botánico le propusieron un juego del alma, así lo llamó Mario, el papá, encantado con la idea de una cesta llena de nombres. Un estanque con peces donde pescar el más hermoso que viviría en el recién nacido como su nombre.

 Rosa les decía a los turistas que Plutón le debe el suyo a una niña. Y que Guatemala, su país, significa el lugar donde abundan los árboles. Con esos mimbres tejieron su cesta.

Pusieron Venecia, la niña de los bautizos planetarios; Edgar, un nombre común del país americano, y Carmen, por su evocación del agua y los jardines. Luego apareció Dalia o flor de garza, por el ave que frecuentaba las charcas del parque. Siendo botánicos o jardineros, fueron inevitables nombres como la perla de los griegos, es decir Margarita. Eligieron también Iris, por la esperanza que representan los hijos.

Para los chicos, el distraído de Román propuso que fueran originales. Podría llamarse Donati, que es el nombre de un cometa. O Delfín, el ángel de la guarda de los océanos. O Arturo, el rey oso, ¿y qué tal Nilo, vida que emana de Dios? Suspiraron cuando no propuso más.

Nacieron gemelos. Ella es Deva, como la diosa del agua. Y él Julio, pues los hermanos nacieron bajo una lluvia de Perseidas.  

jueves, 1 de julio de 2021

Julio - agosto: peces, océano, distraída/o

¡¡¡Ya estamos en verano!!! Qué ganas de nadar en  el océano Atlántico para ver a los peces haciendo sus cosas de peces, distraídos entre las algas, jugando con las corrientes. Siempre me pregunto qué pensarán de nosotros, los humanos, esos seres sin aletas que flotan torpemente y hacen un ruido descomunal pero que, sin embargo, remueven tan bien la arena de la playa que tanta comida les ofrece, por eso siempre nadan entre nuestras piernas en las zonas poco profundas.  

También me gusta ver a las gaviotas, siempre atentas a los descuidos de los bañistas, sobre todo de los niños cuando andan con bocatas en la mano. Y a los cormoranes en las rocas, con sus alas abiertas secándose al sol, después de lanzarse en picado tras un banco de pececillos. 

Comienzan las vacaciones de verano y los viajes. Volvemos a las grandes caminatas por el monte, a tomar el sol en la playa, a leer en la tumbona del jardín, a subir en un avión en un mundo y aparecer en otro tan distinto que hasta el aire que respiras te parece raro. 

Sea como sea vuestro verano, tened cuidado, poned atención a todo lo que os rodea y retenedlo en la memoria, el mundo cambia tan deprisa que cuando vuelves a un lugar al cabo del tiempo, no lo reconoces.

En fin, disfrutad, sed felices, reíros hasta que os duelan las mandíbulas, y haced acopio de felicidad para convertirla en pequeños microrrelatos que ya estamos deseando leer.

¡Ánimo! ¡Nos leemos!