Dani pasaba horas distraído con la nariz pegada al acuario.
– ¡Daniel! ¡Deja eso y ponte con los deberes!
Pese al grito, Dani no se inmutó, ni lo había escuchado, todos sus sentidos estaban con sus peces de colores: con los lunares blancos sobre el naranja luminoso del pez disco o, con la majestuosa aleta del betta que bailaba constantemente en el agua, ¡cuánto envidiaba tanta belleza engalanando sus cuerpos!
– Dani, bajo al super. No llevo llaves.
Esto sí lo escuchó. En cuanto oyó el cierre de la puerta, salió disparado a la habitación de su hermana y descolgó del armario el vestido de la graduación, tan rojo, tan largo… necesitó un par de imperdibles para adaptarlo a su altura. En solo cinco minutos ya estaban sus labios a juego y el rímel resaltando en negro sus ojos. Paseaba delante del espejo subido a los tacones de su hermana, esos que, aunque nadie lo supiera, había usado él más veces que ella.
Ahora sí, el espejo reflejaba al pez más hermoso del océano.
De pronto el telefonillo rompió el hechizo. Se descalzó, corrió por el pasillo para abrir y, cuando su madre subió, ya estaba sentado en su escritorio con un libro abierto del revés y los labios apretados hacia dentro escondiendo el carmín que no había tenido tiempo de limpiar.
En la habitación de su hermana su sueño se encontraba, una vez más, aparcado sobre la cama entre los pliegues del vestido.
¡Qué pocas palabras hacen falta para describir un mundo entero, Alicia! Qué pena no poder vivir libremente el yo que somos, el que nos constituye, sea el que sea. En fin, vayamos paso a paso, sin retroceder...
ResponderEliminarUn abrazo y buen verano.
Mira que, como las jaulas, las peceras nunca me han gustado, pero tengo que reconocer que unas narices pegadas a su cristal son las mejores meditaciones de occidente, capaces de descubrirnos nuestras ocultos sueños y verdades.
ResponderEliminarTu relato es un cortometraje, tan lleno de imágenes tan bien contadas que da gusto verlo.
Muy oportuno tu relato Alicia. Tristemente asistimos a un grave retroceso en la libertad de mostrar sin miedo la identidad. Exponiendose aquellos que lo hacen a la burla, el rechazo e incluso la muerte. Por eso visibilizar lo es muy importante y si además se hace desde la literatura con relatos sensibles como el tuyo tiene doble valor. Gracias.
ResponderEliminarMe ha encantado la mezcla de la fascinación del chiquillo ante los movimientos envidiables de los peces y el retraimiento a manifestarse tal como se siente, por miedo a las consecuencias.
ResponderEliminarComo siempre, un placer leerte, Alicia
Hay gente que le gustaría meter en peceras a todo aquel que sea distinto; para que nadie los vea. Son como cangrejos ermitaños que quieren que el mundo quepa en su minúscula caracola... Un relato fresco y profundo Alicia.
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