Desde que Einstein demostró la existencia de curvas temporales cerradas, caminos en el espacio/tiempo que pueden llevarnos a un punto del pasado, estamos experimentando con los viajes en el tiempo.
Mi primer viaje fue a un pasado reciente: conocí a mi padre cuando estudiaba Física. Era un excelente estudiante pero carecía de osadía en sus teorías, así que le animé a plantear polémicas hipótesis en sus debates en clase. Y se convirtió en el gran astrofísico que tanto admiré cuando yo era pequeño.
Hoy cumpliré el sueño de mi vida. He viajado al inicio de todo, al nacimiento de la Ciencia, al tiempo en el que se comenzó a ver el mundo como objeto de conocimiento, como una pluralidad de seres reales escalonados en un orden de perfección. Estoy en el tiempo que tanto me deslumbró cuando era joven.
Me siento a la sombra del gran olivo que preside el Liceo y escucho el arrullo de las palomas, el agua de la fuente. Hace fresco y hay grupos de jóvenes charlando animadamente. Noto una mano en mi hombro, señor, me dice, el maestro, Aristóteles, le está esperando. Me coloco la toga. Espero no desmayarme. Espero estar a su altura.