Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

sábado, 22 de agosto de 2015

05. Mi niño rosa. Valentina Velázquez

Dicen que se me metió una niebla, negra y esponjosa, en el corazón. Tan negra que empapaba mi entendimiento. Tan esponjosa que inundaba todo mi cuerpo como de gelatina al sol.
Recuerdo aquel viaje, perdido en el abrasador desierto del Sáhara, con el niño guía tuareg. Un lugar donde las nubes pasan de largo; los lagartos salen al mediodía a calentarse; y el viento, liso y delicado, con su soplo lánguido, dibuja formas diferentes en las suaves dunas, bellas e interminables. El niño guía no sabe su edad, ni le importa: vive, sólo vive.
Y es que, ahora, la risa fresca de mi niño rosa recorre mi cuerpo calentándolo, casi quemándolo. Salgo como un lagarto a absorber su luz, y dejo que mi niño con su piel de rosa descargue una nube de pétalos aterciopelados con su alegría y enjuague mi sudor con su ternura, reanimando mi espíritu hasta alejarme de este desierto que es más que un recuerdo en estos días.
Y me empuja a ver en la niebla y a sentir la cálida frescura en el desierto y a vivir como el niño guía: contemplando el inmenso horizonte donde todo es posible.

jueves, 13 de agosto de 2015

04. El desierto fresquito. Belén Molina Moreno.


Por más años de convivencia que hubieran transcurrido, las discusiones no habían hecho más que aumentar y siempre acababan en el rojo desierto de la ira. 
Ahí no se ve ni se siente nada, absolutamente nada más que el calor abrasador del furor. Ni los párpados hacen lágrimas, ni la nariz segrega mocos, ni la boca puede salivar. 
Es el desierto absoluto y la lucidez está tan aplastada como el resto del cuerpo, aunque cuando alcanza una brizna de razón, salen las lágrimas, los mocos, la saliva y un chorro de gritos que señalan el horizonte y alivian el calor abrasador. 
La travesía no ha terminado, pero ahora el desierto está fresquito y es más fácil avanzar. 

lunes, 10 de agosto de 2015

Ganadores de junio y julio

Con mucho retraso debido a las vacaciones estivales pero, por fin, vamos a proclamar a los ganadores de los meses de junio y julio.

JUNIO: Los exámenes finales
Ganadora: Belén Molina con La pluma que no sabía escribir
Finalista: Valentina Velázquez con Y tú ¿en qué espejo te miras?

JULIO: Naufragios 
Ganadora: Valentina Velázquez con El náufrago
Finalista: Almudena Verdejo con El náufrago

Como sois pocos, podemos leer y releer vuestros relatos con la suficiente atención para percatarnos y disfrutar con la evolución de vuestro talento. Se nota que cada vez exigís más a vuestras pequeñas historias, huis de las repeticiones y se hace visible vuestra maestría a la hora de escribir. Desde microadEla os animamos a seguir participando y compartiendo con todos nosotros vuestros microrrelatos.

Y, aunque no hace falta que nadie os lo diga y más a estas alturas de las vacaciones: ¡FELIZ VERANO!


jueves, 6 de agosto de 2015

03. En el desierto calentito. Chus Silván

Benu es una nube regadora, una de esas nubes que alimentan los campos y  limpian  pueblos y ciudades  con su agua regeneradora.
Un día, iba con sus compañeras, cumpliendo su función, haciendo su ruta de riego;  en esta ocasión le tocó depositar su agua en un jardín tan hermoso que se entretuvo más de la cuenta,  disfrutando con los brillos que producían sus gotas; ella dejaba caer una suave lluvia y las gotas quedaban suspendidas en las hojas, en las ramas, parecían perlas con las que el sol jugaba a hacer pequeños arcoiris.
Tan ensimismada estaba, que no se dio cuenta de que sus compañeras, las otras nubes, habían seguido su camino.
Se encontró sola, no sabía por dónde seguir; sin saber qué hacer avanzó sin rumbo. Pronto encontró bajo ella un terreno desconocido, ¡nunca había visto una tierra tan amarilla, y que calor! Exhausta empezó a sudar, desconsolada lloró y lloró. Por suerte un viento amigo le echó una mano y pudo reunirse de nuevo con sus compañeras.  ¡Uf, gracias amigo viento, de no ser por ti me hubiera evaporado con tanto calor!
Lo que nunca supo Benu, nuestra nube, es que casi casi había hecho un milagro, había sobrevolado un desierto y ahora, gracias a su sudor y a sus lágrimas, ese desierto se había convertido en un hermoso jardín. Gracias Benu! 

02. En el desierto calentito. Antonio L. de Lerma

Me di cuenta;  me acordé de cuántas veces me daba cuenta de lo mismo, una y otra vez, y siempre en pasado, siempre me decía… la próxima vez me pillaré antes de que ocurra o, por lo menos, en el momento en que ocurra.
Es como una voz que grita y habla en un desierto, donde el sol y el calor derriten las palabras y no dejan que viajen ni siquiera a los habitantes de sus arenas.
Entonces observo la arena y veo que esos pequeños granos, en principio inertes, forman un mundo en continuo movimiento, tanto que me resbalo por la duna y, catapum, qué golpe, una palmera, agua, vegetación variada,… todo está.
Con esfuerzo vuelvo a subir a la duna y me dejo caer por ella. Qué gusto ser un escarabajo y dejarme rodar. Ya no me critico.

01. En el desierto calentito. Almudena Verdejo

Debo estar un poco pirada, me encanta emocionarme con nuevas experiencias, la última es más de lo que pensaba.
Me he apuntado para ir en una caravana con cuatro camellos, cinco guías y cuatro amigos para recorrernos una parte del Sahara. ¡Jesús,  nunca había visto tanta tierra abrasadora! Las dunas, algunas con buena altura, se hunden los pies, que no te achicharras pues vamos muy bien equipados. El cansancio es agotador, creo llegaremos a los 50 grados, y nos quejamos de Madrid, ja, ja. Por fin llega la noche empieza a correr aire, algunas veces hasta fresco y conseguimos descansar.
Antes de que empiece a calentar el sol ya nos hemos tomado un té, y seguimos la marcha, ahora subida en un camello.  Al principio no me acoplaba pero enseguida cerré los ojos y en el balanceo pensé estaba bailando un vals,  y al abrirlos vi, a lo lejos, unas palmeras con una tienda. Aligeramos el paso y, qué alegría, españoles conocidos, contentos de la experiencia. Pienso volver el próximo año, mejor en marzo, seguro que no estarán tan calientes las temperaturas y disfrutaré más de la belleza del amanecer, de la alegría de encontrar un oasis y del cariño con el que te reciben los beduinos.  Se levantó el aire que venía con el polvo del desierto, y aunque era calentito, era aire, Shalom, y escupí serrín.

martes, 4 de agosto de 2015

Bienvenidos a agosto, perezoso y viajero

Empezamos agosto, ese mes fabricado con tiempo libre y viajes, con lecturas y escrituras aparcadas hasta que llegan los días largos de siestas intensas. El tema de este mes es: en el desierto fresquito... todo un reto a la imaginación, una contrariedad que nos obligará a ver iceberg entre las dunas, a congelar los rayos de sol para enfriar un afrodisíaco zumo de papaya. Ya sabéis que la imaginación no tiene límites y, como un agujero negro, debe engullir y convertir en energía todo lo que encuentre a su paso.

Aquí os dejo mi propuesta para este mes, las peripecias de un pobre abogado que, sudoroso y agobiado, cruza un desierto para recibir un jarro de agua fría.

Últimas voluntades 

Yo, que odio viajar, debo entregar las últimas voluntades de mi cliente, un bromista empedernido recién fallecido, a su mejor amigo. Voy en autobús, en  plena canícula, ahogado en el charco del asiento, sin poder conciliar el sueño, agitado por laberintos de curvas y cerros montuosos. A veces este trabajo te condena por no sé qué suerte de veredictos o triquiñuelas inmerecidas. Llego de madrugada, estiro mi esqueleto, despego mis zapatos del asfalto. ¡Cómo añoro mi bufete! Pregunto y  entro, derretido, en un patio que parece un yacimiento romano, donde un  hombre esculpe con furia. Saludo, agarro el botijo y, sin jerga ni rodeos jurídicos, le entrego el sobre. Sus movimientos provocan mi lástima, pero se vuelve, me mira con picardía y lee: “te lego el placer de ver a mi abogado viajar a los confines del desierto. Lo conseguí. ¡Gané la apuesta!” Y escucho, impasible, su irritante carcajada.