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sábado, 22 de agosto de 2015

05. Mi niño rosa. Valentina Velázquez

Dicen que se me metió una niebla, negra y esponjosa, en el corazón. Tan negra que empapaba mi entendimiento. Tan esponjosa que inundaba todo mi cuerpo como de gelatina al sol.
Recuerdo aquel viaje, perdido en el abrasador desierto del Sáhara, con el niño guía tuareg. Un lugar donde las nubes pasan de largo; los lagartos salen al mediodía a calentarse; y el viento, liso y delicado, con su soplo lánguido, dibuja formas diferentes en las suaves dunas, bellas e interminables. El niño guía no sabe su edad, ni le importa: vive, sólo vive.
Y es que, ahora, la risa fresca de mi niño rosa recorre mi cuerpo calentándolo, casi quemándolo. Salgo como un lagarto a absorber su luz, y dejo que mi niño con su piel de rosa descargue una nube de pétalos aterciopelados con su alegría y enjuague mi sudor con su ternura, reanimando mi espíritu hasta alejarme de este desierto que es más que un recuerdo en estos días.
Y me empuja a ver en la niebla y a sentir la cálida frescura en el desierto y a vivir como el niño guía: contemplando el inmenso horizonte donde todo es posible.

2 comentarios:

  1. Cuanta ternura y esperanza derama tu relato Valentina. Un verdadero placer leerte, como siempre.
    Un bso,

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  2. Ya veo que vienes con fuerza renovada. relato sensible y hermoso. Un abrazo

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