Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

viernes, 27 de septiembre de 2019

07. Desaparecida. Alicia del Caz

Sólo tres objetos conservaba de su pasado.
El primero, ese calcetín desparejado. Algunas veces lo cogía para apretarlo fuerte y sentir todo lo que había ganado gracias a él.  
Todo estuvo programado, llevaba mucho tiempo hastiada, se había dado cuenta de que no dirigía su vida, no decidía dónde ir, qué camino tomar, ni el ritmo para avanzar. La fama no la permitía, siquiera, decidir cómo vestirse o qué amistades tener. Todo el mundo creía conocerla mejor que ella misma y todos contaban su historia, sin permitirle nunca salirse del guión.
Urdió el plan. Sólo su abuela conocía su secreto; sin su complicidad no hubiera encontrado el valor necesario para llevarlo a cabo.
Una tarde abandonó en el bosque uno de sus calcetines rojos y, unos metros más allá, la cesta, desparramando su contenido. Y desapareció. Ahora, era dueña de su vida.
El segundo objeto era el que, según el plan, tenía previsto abandonar, pero la fuerte tormenta de ese día la obligó a improvisar con el calcetín para protegerse con aquella caperuza roja.
Y el tercero, un recorte de la prensa local que su abuela la envió después del funeral y que le gustaba releer:
“NUEVO ATAQUE DEL LOBO. ESTA VEZ SU APETITO VORAZ NO HA DEJADO NI LOS HUESOS”.

martes, 24 de septiembre de 2019

06. El niño del calcetín rojo. Cristina García Lázaro

Desde muy pequeño Tom sentía admiración por el color rojo, tal era su obsesión que hasta los calcetines los llevaba rojos. Un día cuando iba de excursión con sus amigos le sucedió algo muy peculiar, haciendo senderismo por la sierra llegaron a una explanada donde había vacas y vaquillas, cuál fue la sorpresa de Tom cuando de repente al llevar sus calcetines rojos las vaquillas que le vieron empezaron a correr hacía él. Tom asustado no sabía que hacer así que junto con sus amigos echaron a correr y pudieron llegar a unos árboles dónde se subieron y tuvieron  que esperar a ser rescatados. Mientras iban a buscarles todos no dejaban, dentro del miedo que habían pasado, de reírse y de rememorar el momento que habían pasado. Desde ese día Tom cada vez que sale al campo lleva sus calcetines pero claro, ¡NO de color rojo!, ¡¡¡ja, ja, ja!!!

domingo, 22 de septiembre de 2019

05. El calcetín rojo de Papá Noel. Antonio Nieto

Ahora que soy mayor y han pasado muchos años, puedo revelar el secreto del calcetín rojo de Papá Noel que tengo en casa. Yo era una niña, no más de siete años, cuando decidí esconderme una noche, detrás del sofá del salón con chimenea de la casa de mis padres para encontrarme con Papá Noel.

Todo salió como esperaba y cuando este bajaba por la chimenea con su saco, uno de sus calcetines se enganchó en un clavo que teníamos para colgar el soplillo que avivaba las ascuas y se le salió del pie junto con el zapato derecho. Comenzó a decir cosas incomprensibles y fue entonces cuando salí de mi escondite.

- ¿Quién eres tú y qué haces aquí?, me dijo malhumorado
- Soy Julia y quería conocerte.
- No deberías verme. Ahora ya no puedo darte un regalo de los que te traía en el saco.
- No importa solo deseaba saber si eras de verdad.

Papá Noel me miró con cariño y me dijo que me regalaba el calcetín rojo que colgaba del clavo de la chimenea

Tómalo es para cuando seas mayor de edad; contiene dos deseos que se harán realidad al ponértelo, pero ten cuidado que los deseos se cumplen y no podrás arrepentirte. Después, si quieres, tienes que dejar treinta años para contarlo: es el procedimiento.

Me casé con un hombre celoso, violento y maltratador del que no podía alejarme por miedo. Recordé entonces mi calcetín, me lo puse y pedí estar soltera de nuevo.

Sorprendentemente, aquello funcionó y me vi en un pequeño apartamento con mis cosas. Sin embargo, había olvidado en mi petición que me acompañara mi hija Paula y aquello no lo pude soportar. No podía usar el calcetín y volver con él, pero tampoco estar sin Paula.

Así que lo denuncié. Le metieron en la cárcel y me dieron la custodia de Paula. El deseo restante lo usaré para ayudar a otra mujer.

sábado, 21 de septiembre de 2019

04. El caminante. Belén Molina

Este año he coincidido en el Camino de Santiago con un tipo peculiar. No era muy hablador pero su compañía era agradable, así que caminamos juntos desde Larrasoana que está a pocos kilómetros de Roncesvalles, hasta la catedral jacobea.
Andaba a saltitos, sin llegar a apoyar los pies. Calzaba unos zapatos desgastados y sus pies   parecían pertenecer a personas distintas, incluso por el color de sus calcetines. Uno era rojo sangre y el otro verde trigo. Decía que los pasos dados con un pie eran para expiar un asunto familiar inconfesable y los dados con el otro le servían para conservar la esperanza en la naturaleza humana.

jueves, 19 de septiembre de 2019

Estás invitado

Nuestro amigo y colaborador,  Antonio Nieto, ha escrito un libro sobre el valor de hacer voluntariado. Su lectura, desde luego, no deja indiferente a nadie, porque está escrito desde su experiencia personal con el propósito de mostrar los beneficios y bondades de encontrar a personas valiosas en tu vida. Si quieres saber más, anímate a venir a la presentación del libro. Te esperamos.


lunes, 16 de septiembre de 2019

03. Nuestro calcetín. Julián Rumbero Castro



¡Juguemos a los nombres! rogó la niña a su familia y amigos. Aceptaron el reto los más pequeños: sus hermanos Paco y Gabi y su prima Leonor. Y Omar, hijo del Sáhara y acogido durante el verano. El divertimento consistía en proponer nombres a lo que descubrían en algún libro, en la tele o hablaban los adultos. Escritos en un papelito se introducían en un calcetín, una prenda muy grande ya que protegía el pie enorme del tío Ezequiel, guarda de los osos en los bosques de Somiedo. Cada uno debía sacar un papelito, leer el nombre y responder a la pregunta: ¿Qué o quién se llama así?

María, la niña de la idea, leyó su nombre. Verdosu. ¡Qué nombre más raro! exclamó pero sonrió ante el guiño escondido de Omar. ¡Es un gato!, se apresuró a decir. Lo es, respondió veloz el amigo. Luego, los demás hicieron lo mismo. Y así brotó Moldava que significa agua salvaje. Y Kenia, la montaña silenciosa y más alta de África tras el Kilimanjaro. Y Juanita, una jirafa. Y briwat, un dulce marroquí propio de los banquetes.

El papá de María les preguntó qué nombre tenía el calcetín donde cabían ríos, montañas, pasteles y jirafas. Y la niña de la idea respondió sin vacilar: Hogar.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

02. Red. Santa



Santi se había separado la semana pasada. Tenía cincuenta y tres otoños y ganas de vivir sensaciones nuevas; estaba encantado con su cita del viernes.

Había llegado puntual al pub Red. Allí estaba Cris una mujer de cincuenta y siete que conoció en la web de contactos Date X. Delgada, ojos grises, un body violeta.

Ambos con antifaz, para guardar anonimato. La entrada a la sala vips-x cien euros. Allí se encontraban juguetes copiados de ‘Cincuenta sombras’.

Ella se ofreció desnuda atada a una X gigante y pidió que la sacudiese con una fusta en la espalda… y más abajo. Santi no entendía que causase placer; pero no había llegado tan lejos para echarse ahora atrás.

Cambiaron de rol y allí estaba él: atado de pies y manos en pelotas, con sus calcetines puestos, esperando que la otra le sacudiese con un látigo de cuero; quería impresionarla. Había una palabra de seguridad ‘RED’ que paraba en seco la sesión.

El primer latigazo le puso el corazón a cien, ella manejaba el látigo con soltura. Pensaba aguantar hasta que se diera por satisfecha. Cris, lejos de suavizar el castigo; iba animándose cada vez más.

No fue buena idea dejar a Cris que le pusiera una brida con embocadura en la boca.

El lunes su señoría, el juez Santiago Calatrava Vázquez, despachó en quince minutos el juicio pendiente, para ir a la clínica, a curar las heridas de su ilustre trasero y guardar este episodio en el fondo de un calcetín rojo.

lunes, 2 de septiembre de 2019

01. Vidas de calcetín rojo. Rosa Molina



Al 95 cumpleaños del marqués asisten más parientes que nunca. Buitres enjoyados planean a su alrededor, mientras hienas trajeadas exponen sus excelsas opiniones sobre la prima de riesgo. Quien no tiene un hijo campeón de golf lo es de hípica y los chismorreos sobre bodorrios o ruinas  provocan divertidos estallidos de risas. 

Como abogado de la familia y único conocedor de la ruinosa herencia del anciano y de las descomunales deudas e hipotecas que cimentan sus elegantes vidas, me entretengo observándolos. Me maravilla su capacidad de parchear unas deudas con otras sin que se exteriorice el más mínimo desgaste ni preocupación, sin que nadie pueda adivinar que sus ridículas riquezas caben en un calcetín roto y tan rojo como los números de sus cuentas corrientes. Por un momento me los imagino viviendo de un vulgar sueldo, hacinados en un cochambroso Seat, intentando entender cómo funciona una escoba. Aprovecho un estallido de risas y me uno a ellos con una sonora y auténtica carcajada.

Septiembre: un calcetín rojo

Las cosas no solo nos pertenecen. A veces, también, nos definen, o son recuerdos sólidos de algo, de alguien, de momentos inolvidables, y nos da pena tirarlas, porque son esa persona o ese instante único. Cuando alguien se va, sus cosas le llaman a gritos y se empeñan en recordarnos su ausencia, ese hueco que nada ni nadie puede llenar. Pero también contienen momentos felices: ¿no os habéis encontrado un juguete vuestro en un arcón de la casa del pueblo?, ¿o unos calcetines de perlé, de esos que os tejía vuestra abuela? Pues yo me encontré uno mío, rojo, con sus bolitas colgando. A saber dónde estará el otro. Seguro que salió buscando unos pies dignos de él. Recuerdo que uno era más inquieto que el otro. Por si acaso, siempre que paso por un parque infantil miro los pies de las niñas, por si alguna lleva un calcetín rojo porque, según mi abuela, eran mágicos, los había tejido con un hilo, agujas y cariño especiales, y yo lo notaba. Con ellos aprendí a bailar ballet, a montar en bicicleta, a patinar. ¡Cuánta autoestima me dio mi abuela!

¿Dónde estará el otro?