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lunes, 16 de septiembre de 2019

03. Nuestro calcetín. Julián Rumbero Castro



¡Juguemos a los nombres! rogó la niña a su familia y amigos. Aceptaron el reto los más pequeños: sus hermanos Paco y Gabi y su prima Leonor. Y Omar, hijo del Sáhara y acogido durante el verano. El divertimento consistía en proponer nombres a lo que descubrían en algún libro, en la tele o hablaban los adultos. Escritos en un papelito se introducían en un calcetín, una prenda muy grande ya que protegía el pie enorme del tío Ezequiel, guarda de los osos en los bosques de Somiedo. Cada uno debía sacar un papelito, leer el nombre y responder a la pregunta: ¿Qué o quién se llama así?

María, la niña de la idea, leyó su nombre. Verdosu. ¡Qué nombre más raro! exclamó pero sonrió ante el guiño escondido de Omar. ¡Es un gato!, se apresuró a decir. Lo es, respondió veloz el amigo. Luego, los demás hicieron lo mismo. Y así brotó Moldava que significa agua salvaje. Y Kenia, la montaña silenciosa y más alta de África tras el Kilimanjaro. Y Juanita, una jirafa. Y briwat, un dulce marroquí propio de los banquetes.

El papá de María les preguntó qué nombre tenía el calcetín donde cabían ríos, montañas, pasteles y jirafas. Y la niña de la idea respondió sin vacilar: Hogar.

3 comentarios:

  1. Qué bueno, Julián. Con ese nombre para el calcetín, no podía ser de otra manera, grande y seguro que calentito ;)

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  2. Es entrañable y cálido tu relato Julián, como el calcetín.
    Un beso.

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