Después de ver por televisión 30 años los Sanfermines por fin decidí correr los encierros.
Si me colocaba detrás de los policías locales a la salida de La Manada de los Corrales mi vida no correría peligro. Al principio del recorrido, los toros iban cuesta arriba por el lado derecho y yo me iba a situar en el contrario.
La estrategia me parecía maravillosa, así que desayuné copiosamente, con una botella de un rosado Navarro riquísimo.
Con mi pantalón blanco impoluto y mi pañuelo rojo al cuello me dirigí a rezar al Santo.
“A San Fermín pedimos,
por ser nuestro patrón,
nos guíe en el encierro
dándonos su bendición”.
Se oyó el cohete, se abrió el portón y casi de inmediato, salieron los mansos seguidos de unos toros monstruosos.
En un segundo desaparecieron todos los policías y los mozos que estaban delante de mí, me quedé paralizado, estaba yo solo y el primero de La manada me miró a los ojos y se dirigió lentamente al resto para atacar en grupo.
Me pegué todo lo que pude a la pared, pero la barriga sobresalía mucho, aguanté la respiración y la manada pasó. Algo viscoso me mantenía pegado a la pared, no quería ni moverme, pero el pantalón blanco me iba delatar.
Bueno, quedémonos con tu valor, que no es poco aunque sea involuntario. Estar delante de una manada de toros, no es algo de lo que cualquiera pueda presumir. Lo viscoso que salió, una vez fuera, ya no te pertenece, sea lo que sea, jajajaja.
ResponderEliminarEs un placer contar contigo y tu sentido del humor. Sigue disfrutando del verano.
Siempre me he preguntado cómo se sentirían los toros rodeados de bípedos corriendo delante, detrás, a los lados de ellos y gritando sin cesar. Si no será un susto mutuo entre manadas.
ResponderEliminarMuy entretenido el relato. Imagino que muchos mozos entrarán a los encierros con el pañuelo al cuello y saldrán con él a la cintura para tapar sus vergüenzas 😅
ResponderEliminar