Un día llegaron con sus naves espaciales. Analizaron el aire, el agua, el suelo y el subsuelo, a todos los animales e insectos, y a nosotros. A todos. Posicionaron balizas allá donde iban, como hicieron nuestros antiguos exploradores con las banderas de sus países y, en aras de su ciencia, religión y economía, se repartieron la Tierra. Cada continente pasó a pertenecer a una civilización galáctica distinta e instauraron sistemas de explotación de recursos basados en nuestro trabajo. Es decir, nos esclavizaron. Trabajábamos de sol a sol, sin alimentos ni descanso y cuando les suplicábamos piedad o derechos, nos miraban perplejos: nuestra raza no estaba cualificada para gobernase a sí misma, éramos primitivos, salvajes, ellos nos civilizarían, nos protegerían, estaríamos al amparo de sus leyes, de sus dioses. Teníamos la enorme suerte de haber sido descubiertos por ellos.
Entonces llegó otra nave de otra galaxia. La diplomacia
inicial enseguida fue inútil y se enzarzaron en una lucha por el dominio de la
Tierra de una forma tan cruel que se aniquilaron.
Nosotros nos escondimos en cuevas y en ellas permaneceremos hasta
que el aire vuelva a ser respirable. Volvemos a ser neardentales, pero con cerillas
y nevera.
Pues a lo peor en esas estamos ya sólo que no necesitamos extraterrestres porque nuestra propia especie, fumigadora, consumista hasta la extenuación, depredadora en fin, se arrincona empujada por la sed ardiente que provoca. En esas cuevas que dice Rosa, quizás haya que instalar un expendedor de tickets o disputar el agujero al oso.
ResponderEliminarComo ves Rosa, tu relatillo tira de la lengua …jjjjj. Gracias también por eso.
Crees que ocurriría así como lo cuentas Rosa? . Que triste es que no podamos encontrar el modo de convivir sin colonizar ni imponer solo compartir y colaborar. Me gustaría pensar que en ese espacio exterior con galaxias, estrellas y nebulosas alberga otras vidas y cuando se decidan a visitarnos sea de forma pacífica y nosotros los recibamos con la misma actitud.
ResponderEliminarLas colonizaciones terrícolas son el cuento de nunca acabar. Tu relato nos posiciona y nos lanza un jarro de agua fría sobre lo que hemos hecho por los siglos de los siglos hasta nuestros tiempos.
ResponderEliminarPudiera ser que los galácticos vinieran a darnos tan solo una lección administrándonos nuestra propia medicina; pero cabe la posibilidad de que sean igual de primitivos en sus formas como nosotros lo somos.
Gracias por vuestros comentarios. Esta distopía se me ocurrió después de leer un libro estupendo, que os recomiendo: "El fantasma del rey Leopoldo" de Adam Hochschild. Cuenta la colonización del Congo y, de paso, todas las demás colonias del mundo. Y, excepto en lo de las naves espaciales y la cueva, el resto es exacto en el micro. Penoso. En fin, sigamos disfrutando del verano.
ResponderEliminar