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domingo, 18 de diciembre de 2022

03. Restaurante familiar. Rosa Molina

Desde tiempos inmemoriales, los vampiros hemos vivido escondidos en lugares recónditos e inaccesibles porque, para nosotros, nunca ha sido fácil comer. Pero todo cambió cuando mi tío Frank, a mediados del siglo XX, y para espanto de los viejos jerarcas, se mudó a una gran ciudad. Los ancianos le advirtieron de los peligros del exceso de gente, de luces, de coches, pero desoyó advertencias y consejos y se estableció en pleno centro de Londres.

 

Al poco tiempo, convocó a la familia, pletórico, exultante, “tenéis que venir”, nos dijo, “he descubierto restaurantes para vampiros donde siempre hay comida fresca, variada y disponible. Había oído hablar de la bondad humana, pero esto sobrepasa lo increíble. ¡Se acabaron el riesgo y el hambre!”. 

 

Extrañados, nos reunimos. Debatimos, sospechamos, temimos que fuera alguna broma de las suyas, pero aún así, decidimos aventurarnos y volar hasta su casa. 

 

Llegamos al despuntar el alba y nos echamos a dormir. Al anochecer, nos reunió en el salón y después de saludos, abrazos, cotilleos y rugidos de estómago, mi tío subió las persianas de la ventana y todos pudimos leer las enormes letras de neón que coronaban un enorme edificio:

 

-       CENTRO DE DONACIÓN Y TRANSFUSIÓN DE SANGRE


3 comentarios:

  1. Jajajaja, buenísimo tu relato Rosa. Muy divertido y el final estupendo.Puedo imaginar la cara de todos los miembros de la familia mirando extasiados ese cartel. Casi me han entrado ganas de dejarme morder y convertirme en vampira.

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  2. Ya imagino las caras de felicidad, supermercados vampíricos donde se vende todo ya envasado, jaja. Ya ni esto es lo que era, Rosa. Muy imaginativa, como siempre.

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  3. Lo tengo que imprimir y llevar ahora que me toca donar sangre en Valdebernardo... se van mear de risa (con perdón)

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