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jueves, 10 de febrero de 2022

06. Habitaciones con vistas al mar. Julián Rumbero

         Rafaela vivió con nosotros cuando éramos niños. La hermana de papá trabajaba en una lavandería industrial y en cuanto podía estudiaba Derecho, en la UNED. Mamá solía decir que las sábanas del hospital donde ejercía como cardióloga, estaban siempre impecables gracias a la tía Rafaela. Más blanca parecía la pared del cuadro de Edward Hopper que le gustaba mirar cuando descansaba. Rafaela decía entonces, “niños, necesito soñar el océano”.

También nos dijo que imagináramos pintando en esa pared inmaculada nuestros sueños. ¿Cómo se dibujan los sueños Rafaela?, preguntábamos perplejos. Sin perder de vista su ventana al mar, nos respondió que coloreásemos sus mensajeros y aliados. Hay muchos, niños, jilgueros, encinas, flores de pascua, barcas, delfines... O nubes con las formas de “Luna”, nuestro perrito.

Pero siempre hubo algo que nos intrigó más aún y era que llamase a ese cuadro su habitación propia. Era extraño pues compartía el cuarto con la abuela Rita. Lo entendí cuando cumplí dieciocho años y Rafaela me regaló un ensayo de Virginia Wolf con un título igual. Tú eres hombre, me dijo, tú sobre todo debes leer este libro.

 Y lo leí, y de vez en cuando también yo se lo regalo a otros hombres.




5 comentarios:

  1. Me alegra saber del feminismo en evolución, de que los hombres-valla sean cada vez menos gracias a otros hombres y los libros.Me alegra haber conocido a Rafaela y su habitación propia. Me encanta, siempre, tu poética. Gracias Julián por el disfrute de tu texto.

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  2. Que sabía, que enigmáticamente poética es Rafaela. Es uno de esos personajes que sí no existen en la vida real hay que inventarlos y darles vida para que coloreen nuestros sueños. Gracias Julian

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  3. Me encanta como giras e incluyes al personaje de tu tía Rafaela. Mujer trabajadora, tenaz con sus sueños, persistente con sus ilusiones y, sobre todo, ejemplar y didáctica. Una habitación propia, ahí empieza todo. Gran relato, Julián.

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    1. Gracias Rosa y a todos siempre por vuestros generosos comentarios. Rafaela es una ficción o quizás un homenaje a una mujer que conoció mi madre de niña y a la que siempre consideró una `persona fuerte y bondadosa. La lavandería no es una ficción y un primo mío, anclado aún en cierta inocencia, trabajó mucho tiempo en una que pertenecía a la ONCE. Y por supuesto, sigo pensando que Una habitación propia, de Virginia Wolf, es un libro que sobre todo deben leer los hombres.Y así, algún día, al fin, caminar juntos, ni delante ni detrás, al lado, juntos realmente.

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  4. Qué bien cuentas las cosas importantes, Julián. Importante, en este caso, la tía Rafaela, su habitación propia y, como no, un hombre que entiende la importancia de esa habitación propia y la comparte con otros hombres.
    Y por cierto, qué luz tan fantástica entra en la habitación del cuadro.

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