¡Estoy emocionada!¡Es mi tatatata...rabuelo! (no es tartamudez, es generación muy ancestral). El Tarabuelo para la familia y para abreviar. ¡El Tarabuelo en el museo! ¡Ahí está! ¡Todo un Cid! Para el pincel de Rosa Bonheur no pasó desapercibido. ¡Orgulloso, noble, firme, con presencia!
Mucha gente no se percatará nunca porque hay que saber entretenerse en los detalles, pero si alguien se fijase bien, como hago yo ahora, vería asomar (entre las dos orejas del león donde el pelaje está algo encrespado) una pequeña cabeza de alfiler parda oscura (bueno, más bien como media cabeza de alfiler). Pues bien, ese que asoma es El Tarabuelo.
Siempre decía, y así ha ido pasando su discurso de salto en salto generacional, que no es fácil avanzar en la conquista entre tanta pelambrera pero que son asentamientos seguros y prolíficos para la estirpe. Que hay que desarrollar instinto campeador porque siempre se encuentra competencia en esos lares. ¡Expandirse siempre con avanzadillas, desplegarse y asentar las posiciones! Eso decía. Toda la descendencia hemos salido estrategas como El Tarabuelo y espero que así lo sigan siendo mis tatata…ranietos y tatata…ranietas. Tal vez uno de ellos me llegue a ver a mí, también, en alguna foto asomando, como hoy lo hago, por el cardado de esta señora tan mediática pues antes de entrar al museo le han disparado tal cantidad de flashes que me ví achicharrada y crujiente como los saltamontes fritos que venden en brochetas en Tailandia.
Pero tengo sangre de campeadora como El Tarabuelo y he sabido parapetarme a tiempo detrás de un mechón apelmazado por la laca, no sin antes levantar cuatro de mis patitas a modo de saludo para que mis tataranietos y tataranietas puedan localizarme mejor llegado el caso.
Me ha costado encontrarla, jejeje, hasta he ampliado la pelambrera del León!, sus ojos denotan que ha querido quitárselo y no ha podido, es que son muy escurridizas. Que divertido tu relato y original, sobre todo la pulga que levanta sus patitas para salir en la foto de esa señora tan mediática para darse a conocer a otra generación. Fijate que yo no las tenía casi en cuenta...
ResponderEliminarA veces me pasa que si me meto en un personaje insignificante e imperceptible tengo la necesidad de hacerle notar y dignificarle. Pienso que tal vez cometa un error porque hay seres que sobreviven gracias a que no se les tiene en cuenta. De cualquier forma, me he divertido mucho escribiendo el texto. Ha habido un par de ocasiones en las que yo también he utilizado el zoom por si la realidad superaba la ficción. Jajaja. Gracias Valentina.
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ResponderEliminarTe juro que me ha costado horas de visualización porque de ninguna manera me resignaba a no conocer al insigne y verdadero protagonista del cuadro. Pero cuando por fin lo he conseguido,he admirado ese porte,ese brillo en la mirada, esa magia. Muy merecidamente ocupa su lugar en este cuadro. Lo enriquece.
ResponderEliminarYa entiendo cuando la gente se queda mirando fijamente un cuadro, entornando los ojos. Deben saber que hay protagonistas ocultos y los buscan con tesón.
Gracias por esta historia tan original y divertida Carmen.
Me encanta que tu comentario pueda llegar a ser una continuación del relato o, incluso, un complemento. Gracias Gema.
EliminarYo también he estado un buen rato mirando la melena del león. Creo que es el cuadro más remirado de la historia, jejeje. Pero, oyes, aunque no lo haya visto, no por ello se empaña su leyenda. Seguiré buscando. Original historia, Carmen, me encanta.
ResponderEliminarLas miopes solo vemos al león, pero has descrito tan bien a la protagonista que me la imagino perfectamente saltando entre su melena. (Quizás por eso tenga esa cara de malas pulgas el león)
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