Solo podía oír el ruido que hace alguien comiendo galletas. Una luz blanca cegadora me envolvía y hacia que no pudiera vislumbrar forma alguna. Caminé ciegamente hacia el sonido de las galletas y según me acercaba podía oír una risa que me resultaba conocida a pesar de haber pasado tanto tiempo. Entonces y por unos instantes, pude verla de nuevo. Con ese brillo en los ojos que me iluminó la vida hasta que esta quiso que se apagara antes de tiempo.
“¿Ves? Sí que estoy comiendo”. Se limitó a decir con aquella sonrisa que añoraba cada instante de mi vida.
No pude más que devolver la sonrisa y decirle cuánto la echaba de menos.
Es inevitable volver a ver de alguna manera a los que echamos de menos. Habitualmente solemos escucharles e, incluso,olerles. De cualquier manera están presentes aunque no podamos tocarles.
ResponderEliminarBonito relato. Me ha gustado mucho el inicio con el detalle del ruido que hace alguien al comer galletas.
Que bonito relato, lleno de emoción, y muy bien escrito. Poco a poco nos acercas a la persona que recuerda, cualquier detalle nos la devuelve, porque siempre están con nosotros, de otra manera.
ResponderEliminarMe ha gustado tu cuadro imaginario. Porque así es como sobreviven en nuestra memoria los que se van, como escenas pintadas y a diferencia de los cuadros reales, estos tienen sonido, olor y nos hablan. Precioso relato Daniel.
ResponderEliminarQué bien reflejas cómo puedes sentir de una manera total a una persona a la que has estado muy unida, claro que sí. Nuestros sentidos siempre siempre están alerta, y más cuando se trata de amor. Un abrazo, DAniel.
ResponderEliminarNo siempre una imagen vale más que mil palabras, aquí había menos de 200 palabras que sustituyen perfectamente a la imagen que representan. Bravo, Daniel
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