03. Almudena. Julián Rumbero.

Todo el mundo sabe que las jirafas no tienen dos corazones pero casi nadie sabe que cada jirafa es un corazón que tiene el mundo. Algunas personas son así. Se lo oí decir lo uno y lo otro a una mujer cuando era un niño. Uno de mis abuelos la llamaba Almudena que es de origen árabe y significa ciudadela porque mi pariente decía que esa mujer era como una ciudad mágica que albergaba todos los sueños que pudieran imaginarse.

En aquella infancia había un árbol cerca de mi casa al que todos los jueves abrazaba una mujer. La tenían por loca hasta que unos adolescentes comenzaron también a abrazar al árbol y entonces la mayoría del barrio prefirió aceptar hasta con cariño y humor que tantas personas no podían estar mal de la chaveta. La mujer decía que aquel árbol era feliz. ¿Se llamaría Almudena? le pregunté a mi abuelo pero no lo sabía. Era un hombre sabio pero la sabiduría, solía decir, siempre es más grande que la vida más larga del más sabio de los seres humanos. Quería saber su nombre para darle las gracias y felicitar al árbol por su suerte porque, según el abuelo, hasta la gratitud necesita un nombre.

Tampoco conocí a una mujer llamada Almudena Verdejo, nombre acogedor y apellido dorado como el fruto de la tierra, que escribió que “ los seres mágicos no sólo existen, sino que deambulan por los lugares solitarios”. Me gusta pensar que ahora es uno de ellos y sin haberla conocido podré caminar siempre entre sus sueños en la mar, lágrimas de nácar, cofres de la desmemoria y tantas gracias y regalos con la forma de las palabras.

Almudena no tendría dos corazones aunque eso seguramente es más que dudoso entre sus amigos y parientes pero me pregunto cuántos saben que ella es un corazón que el mundo tiene. Para siempre.