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lunes, 20 de septiembre de 2021

04. La bestia. Carmen Cardeña

La bestia cada vez se hacía más grande. Alimento no le faltaba para expandir sus dimensiones. En un principio no abultaba más que como una pequeña hoguera hecha, con cuatro ramas y un par de piñas, por un grupo de adolescentes inexpertos y distraídos. 

 

En unas horas la bestia había recorrido más de un centenar de kilómetros a grandes zancadas. 

 

Miguel Pinzón se percató preocupado de su avance desde la casucha. Miró a Conguito mientras le llenaba el comedero de restos de pescado fresco. Miguel se dió cuenta, entonces, de lo bien que su gato sabe vivir el momento. Cuando come, come. ¿Por qué preocuparse ahora de la bestia que estaba tan lejos?. Sin embargo, las aves...qué diferentes a los felinos. Les basta con el hilo de humo de un cigarrillo para alzar el vuelo en sentido contrario. Miguel, tras esta reflexión optó por ser pájaro. Cogió algo de ropa y comida, metió a conguito en el trasportín y entró en el cuatro por cuatro. Cuando intentó arrancar no pudo. Se había quedado sin batería. Bajó de nuevo del vehículo. En un instante se percató de la dirección del viento y tuvo la certidumbre de que se dirigía hacia la casucha a toda velocidad. Hizo la llamada telefónica de socorro mirando los ojos encendidos de la bestia que ya no se encontraba tan lejos.

3 comentarios:

  1. Muy oportuno tu relato hablando de la bestia y su forma de actuar. La bestia que a veces alimentamos nosotros mismos y otras los fenómenos de la naturaleza. Me encanta lo que dices del gato, "cuando come come". Y como describes a las aves, tan diferentes. Un retrato estupendo del comportamiento animal. Y queda claro que Miguel no puede ser gato ni ave. Un final dramático pero real que dejas abierto a nuestra interpretación. Siempre es un placer literario leerte.

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  2. Sobrecogedor relato, Carmen. Nosotros huimos cuando desechamos la posibilidad de defendernos, los animales tienen estrategias distintas. A mí me ha entrado miedo y ya estoy huyendo.... Creo que voy a tener pesadillas con esos ojos encendidos. Un abrazo.

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  3. Leyendo ahora tu relato es imposible no asociarlo también a la bestia de la Palma. La naturaleza, cuando quiere, sabe ponerse bestia de verdad.

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