01. Amor en el camino. Epífisis

 ÉL - Cuando entró en el albergue estaba hecho unos zorros, no había cumplido   los kilómetros que le correspondían en ese día.

Se comió deprisa un potaje de garbanzos y casi la botella de vino que le pusieron en la mesa.

En la mesa de enfrente estaba una chica preciosa con el pelo con dos coletas, pantalón cortito y sus chirucas.

Decidió acostarse y tardó en subirse a su litera casi media hora.

ELLA - Por fin el albergue.

Mira que mi madre me dijo que no me pusiera el tanga con los pantaloncitos cortos, que así, no se puede caminar muchos kilómetros. Pues yo ni caso.

Miedo me da quitarme la ropa esta noche, no sé cómo tendré el asunto.

Ya en el comedor se dio cuenta de que un joven no paraba de mirarla.

Cuando se levantó el chico para marcharse, vio que tenía un buen tipo, aunque caminaba de mala manera.

Al llegar a la habitación le vio haciendo malabares para subirse a la litera y se echó a reír.

Buenas noches.

ÉL - Buenas noches no, malas.

- Deberías ver las rozaduras de mis talones, no creo que haya otras tan sangrantes. Me gustas, súbete a mi litera y te las enseño, bueno, y también una ampolla que tengo en medio. ¿De dónde vienes?

ELLA -Tú me atraes mucho, pero no creo que pueda subir, estoy desollada en la ingle, nadie me dijo que no usara el tanga para caminar, los pantalones me han dejado despellejada. Y eso que, en Plasencia, de donde vengo, se dice que si eres fina hasta las costuras de las bragas te producen llagas. Baja tú, que lo intentamos. ¿Eso que oigo son ronquidos?

 Pensaba que era la berrea.