Media hora con el papel y el boli y no se cómo empezar. Por estas fechas hay tantos recuerdos de tantas Navidades; ¡aquel belén tan grande!, al que no le faltaba el río plateado con sus patos, sus lavanderas arrodilladas, las luces del castillo y las casas; todo ello delante de una cartulina azulada oscura con estrellas que hacían las veces del cielo.
¡Rin…rin!; llamaban a la puerta. ¡Qué alegría, era ver a los niños del barrio con sus zambombas y panderetas cantando villancicos y solicitando “el aguinaldo” o alguna golosina!
Sin embargo, llevan tres años que no vienen, pero soy optimista y, por si acaso, dejo en la mesa del salón unas monedas y un puñado de caramelos.
Lo que más espero con ilusión es la cena de Navidad con la familia unida; da mucha paz y satisfacción el ver como nuestros niños se van haciendo mayores cada año. Después de la cena vendrán los villancicos para ganar el tradicional aguinaldo, aunque no se si este año me llegará para todos, pues nos están poniendo las cosas cada vez más difíciles.
Bueno, ¡ tristezas para otro día! Estoy deseando tocar la pandereta y raspar con una cucharilla la botella de anís del mono.
¡Ande, ande, ande… la marimorena… El niño sonríe.
Como nos despiertas los recuerdos y nos llenas de alegría con tus relatos, me encantan, Almudena. Un abrazo y feliz Navidad.
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