Al abrir el correo electrónico, su rutina saltó hecha pedazos al ver en la bandeja de entrada el nombre de un amigo al que perdió la pista hace más de treinta años, cuando hicieron un viaje casi iniciático al Lejano Oriente.
Lo abre llenita de emoción. Las imágenes que reflotan de algún archivo secreto de su memoria la inundan, la magia de nombres como Phang Nga, Phi Phi Leh o Ko Samui, que perviven tercamente en su recuerdo, la traslada a aquella Nochevieja en la playa de una isla desierta, habitada solo por su grupo cantando alrededor de una fogata que subía como queriendo alcanzar las estrellas en aquella noche vieja con luna nueva.
Los fotogramas de esa película antigua la envuelven suavizados por el prisma del tiempo. Los años transcurridos han pintado de distintos colores los recuerdos de cada uno, pero tienen el mismo sabor de película de aventuras, de vivencias intensas, de vida irrepetible
Después de leer tu estupendo relato, Belén, pienso en lo buenos guionistas que somos cuando recordamos nuestras vivencias ¿verdad? Recreamos ambientes, sensaciones, afectos.... ¡Qué placer leerte siempre!
ResponderEliminarMe encanta tu relato. La forma de expresar esas vivencias teñidas por el tiempo como fotogramas de película. He disfrutado mucho, Belén. Un beso
ResponderEliminarGracias a las dos. Habrá que empezar a emplear en serio los recuerdos y ambientes conocidos. A lo mejor sale algo bueno!
ResponderEliminarUn beso.