Él hablaba sin palabras, ella también. Cuando asomaban palabras en él, ella las interrumpía violentamente, como una bofetada. La cara de él reflejaba confusión, impotencia; la de ella... ¿hastío?. Los ojos de él brillaban con mucho amor, esperanza; los de ella revelaban... odio.
En algún momento ella borró de su existencia todo atisbo de vida, convirtiendo todo lo que tocaba en humo, cenizas. Él seguía, incansable, buscando su complicidad. Ella había muerto antes de intentarlo.
Cuando despertó, ya era tarde..., él había partido tras una larga enfermedad y el disimulo apenas la dejó asomar una lágrima. Ni esa efímera expresión de alivio se permitió.
Magnífico retrato de algunas relaciones, Valentina. A veces, nos creemos que esta vida es para siempre y la malgastamos de una forma abrumadora. Felicidades por tu relato!
ResponderEliminarQUE BELLO RELATO DE APRECIAR LO QUE UNO TIENE CUANDO EXISTE Y NO CUANDO SE ES DEMASIADO TARDE.ME HA ENCANTADO, VALENTINA.UN ABRAZO
ResponderEliminarEl pan nuestro de muchos días... A ver si aprendemos... a base de relatos...jejeje
ResponderEliminarEnhorabuena, Valentina. Es un relato con mucha fuerza que transmite mucho con pocas palabras,
ResponderEliminar