La Luna creciente envuelta en
nubes, escondió la tormenta. La noche pertenecía a un verano mágico. Una noche
que parecía sin fin. El canto amable de un mirlo anunció el alba.
Despertó con el bosque
entrando por el balcón, con el frescor del rocío amante de la tierra.
Desayunó. Bajó a la playa con
sus libros. Las nubes sembraban el cielo con el color del deseo.
En la playa, un poema se posó
en sus ojos.
"La
vida se resume en un viaje de vuelta,
desnuda,
como una nómada que acepta su destino.
Mi
isla, habitada por dunas y por las huellas
que
dejan los náufragos en la piel.
Mis
fronteras difusas; donde navegan por mis sueños."
Una figura de mujer, fuego y
negro, se acercaba pisando la arena donde mueren las olas.
Su vestido rojo, hecho de
espuma de mar, flotaba en el aire. Jugaba con un inmenso paraguas negro. Su
pelo gris, alborotado, escondía unos pendientes con forma de luna.
Sus ojos claros, como la
inocencia del aguamarina, llenos de un mar en calma, le miraron; como buscando
la verdad. La sonrisa de sus labios escarlata quedó esculpida; casi imborrable
en la memoria.
Después... o antes... el tiempo; la cuarta dimensión.
Dudo entre un comentario o volver a leer los versos. No hay duda pues soy egoísta así que vuelvo a leer. Pero al menos debo decir…gracias.
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