¡Pues sí!, me dijo adiós aquella joven desconocida, pero supuse que no era para mí. No obstante, se me acercó, y sonriendo exclamó: “Lola, ¿no te acuerdas de mí? Soy tu vecina, Caperucita, y acabo de cumplir los 15 y como ves he dado un buen estirón. Ya no me sentía como para ir dando saltitos por el bosque hablando con las mariposas, cervatillos y conejos. Ahora soy una adolescente valiente y como se le ocurra al lobo a ir a casa de mi abuela me lío a palos con él hasta que llegue a China. De hecho, he pensado en esto de aprender chino, ahora que está de moda”
Debo decir que encontré a Caperucita guapísima, con su capa verde y los vaqueros descosidos como van las adolescentes de ahora. La gran noticia es que decidimos asociarnos y acabamos de inaugurar la tercera academia de chino de la región, siendo, nada menos, que el lobo feroz el director. Al parecer este, una vez allí, vio más productivo aprender esa lengua que comer abuelitas.
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