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jueves, 10 de enero de 2019

01. Cuentos sin azúcar. Rosa Molina



A Cenicienta le bastó un baile para darse cuenta de que el príncipe era aún más banal, soberbio y engreído que sus hermanastras. De modo que, sin que nadie la viera y con los zapatitos de cristal bien abrochados, subió a su carroza y escapó lejos, muy lejos del reino. A los pocos días, llegó a una pequeña aldea escondida tras un boscoso cerro. Allí encontró una sencilla casita, sin soledad y con muebles, y en ella montó una pequeña escuela para enseñar a los niños a leer y escribir las palabras que tejen los cuentos. Tal fue el éxito, que fue a proponer al alcalde la construcción de una más grande. Su sorpresa fue mayúscula cuando la alcaldesa, porque era alcaldesa, no sólo acogió con entusiasmo su proyecto, sino que mandó inmediatamente a una cuadrilla de siete enanitos a reformar la antigua iglesia. Ambas congeniaron de lo lindo y se pasaban las tardes enteras riéndose de príncipes, madrastras y edulcorados cuentos con inútiles moralejas, mientras ayudaban a Caperucita y Peter Pan a preparar el examen de Selectividad.

2 comentarios:

  1. Otro gallo cantaría si nos hubiesen contado este cuento,jeje. Me encanta tu Cenicienta, tomando la iniciativa para enseñar a tejer otros cuentos. Un abrazo, Rosa.

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  2. A mi este cuento si me parece creible; el otro era muy pastelero, Ja, ja..

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