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jueves, 28 de diciembre de 2017

10. El viaje de las montañas. Rosa Molina


Cuando era pequeña pensaba que, mientras yo dormía, las montañas viajaban muy lejos. Por el día las veía quietas, vigilantes, sujetando las borrascas que venían del Atlántico. Por la noche me las imaginaba levantándose sus faldones para correr a zambullirse en el mar para comprobar cómo se vive bajo un cielo de agua; y a las montañas marinas las imaginaba saliendo del océano a grandes zancadas a tumbarse a la luz del sol en una playa desierta de las antípodas. 


Muchos años después, me hice geóloga y confirmé lo rápido y lejos que viajan las montañas. Depositan en las corrientes, de aire o agua, granitos de arena para que formen remolinos viajeros que giran y giran sin cesar mientras visitan volcanes submarinos, cordilleras congeladas o áridos desiertos. Años más tarde, los vendavales las devuelven al mismo lugar y comienzan en las cumbres el lento relato de su periplo. Yo los llamo telegramas de arena. 

A veces me pregunto si la erupción de un volcán es un telegrama urgente lanzado a otro planeta.

2 comentarios:

  1. A partir de ahora, cuando vea las nubes de polvo que vienen del Sahara, en vez de molestarme porque lo ensucian todo, pensaré que son telegramas de arena. Un placer leerte, como siempre!

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  2. Gracias Rosa por recordarme que estamos en un planeta vivo, y que el aire que respiramos es compartido. Un saludo

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