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viernes, 1 de septiembre de 2017

01. Los dientes del hambre. Rosa Molina



“Malos tiempos nos han tocado vivir, hijo. Esta maldita guerra y la terrible sequía, nos han secado hasta las lágrimas. Mira las ovejas, parecen alambres lanudos. ¡Y gracias que nos quedan estas pocas! Las subiremos a los prados altos de Cazorla, a que engorden” me dijo. Salimos de madrugada, levantando polvo, subiendo caminos que bordeaban, como muelles, las empinadas laderas, con la boca seca, sin ganas de nada, solo de vivir y llegar. Al olor de los verdes prados las ovejas apretaron el paso y los perros las rodearon para juntarlas. Ayudé a mi padre en dos partos; aprendí, por el ladrido de los mastines, si merodeaban zorros o lobos; observé cómo vuelan las águilas cuando acechan a los corderos. Vino mi tío, que vivía escondido en la sierra. “¡Estás hecho un hombre!”, dijo abrazándome y me regaló mi primera navaja. Fue la única vez que vi llorar a mi padre.

Con las primeras lluvias iniciamos el descenso, nosotros por las trochas, las aguas por sus cauces. Al llegar vi a mis amigos en el río y, rápidamente, saqué mi navaja para afilar un palo. Se quedaron ojipláticos. Les saludé, pero seguí caminando, pues ahora tenía obligaciones que cumplir. 

 Rosa Bonheur. Serie: pastores


2 comentarios:

  1. !Qué bonito micro sobre cuando los humanos y las ovejas cohabitábamos! Ahora ya todo es otra cosa, porque la tecnología ha cambiado casi todo; seguramente el padre de hoy no le regalará a su hijo una navaja, sino una máquina digital, pero lo importante es que la imaginación continue...The show must go on!

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  2. Un relato duro de aquellos tiempos. La pena es que el fondo, poco ha cambiado para los parias del mundo...
    Tengo que buscar en diccionario un par de palabros tuyos...
    Un abrazo Rosa

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