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lunes, 27 de mayo de 2024

04. La butaca de Eire. Julián Rumbero

Llueve y el viento voltea su paraguas, cerca de la puerta. Simón Rimaldi lee su cartel y sonríe. Abandona su paraguas en un contenedor de reciclaje cerca de aquella iglesia. Ha sido su compañero durante los últimos diecisiete días. Todo un récord tratándose de Simón Rimaldi.

Dentro, la imagina en alguna dependencia anexa, o tapada por quienes se interesan por una edición conmemorativa de Rayuela. Quizás agachada detrás del mostrador.

Ve el butacón orejero de tela verde, se sienta y espera. Lorena, la joven, amable y única trabajadora además de propietaria de La librería de Eire, le saluda al tiempo que le entrega una edición descatalogada de La voz a ti debida.

Lorena vende bastante. Sobre todo, ensayos y novelas feministas, y mucha poesía, como si alguien empujase el mundo con esa esperanza.

Cuando amaina el viento y deja de llover, Simón Rimaldi se levanta y devuelve el poemario de Salinas, que es suyo y había dejado en la butaca en la primera visita. Se va acompañado por Lorena hasta la puerta. Le agradece la visita porque siempre que viene, anunciado por una terrible tormenta, la Librería de Eire vende bastante.

Pero Simón siempre le dice, señalando el letrero, “el viento se llevó la L de Leire”. Lo sé, responde Lorena. Pero no me preocupo, también sé que tú seguirás buscándola.

 


2 comentarios:

  1. Bonita historia Julián. Muy literaria y evocadora. Que mejor sitio donde refugiarse un día de lluvia que en una encantadora librería como la que tú has recreado. Ese personaje, Simón Rimaldi parece sacado de una novela. Quizás lo sea.

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  2. Estoy de acuerdo con Gema, las librerías son un sitio estupendo para refugiarse, no solo de la lluvia. Y también lo son para buscar letras perdidas. Y tú lo has reflejado muy bien, Julián.

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