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viernes, 31 de marzo de 2023

07. Un viaje inesperado. Gema Herráez Peñas

    Abro la tapa  y los jugos gástricos se disparan. Tengo una cierta sensación de culpabilidad, pero la venzo fácilmente y, sin pensarlo más, inclino  el bote sobre mi boca y noto como se derrama en mi lengua el preciado y denso líquido lechoso.


     Como si de ciencia ficción se tratara, me transporto a otra estancia conocida para mí. Allí está el armario blanco con puertas azul claro en cuyo interior está el genuino bote con las dos aberturas, una a cada extremo y del que sorbía, furtivamente, la leche condensada. 


     Veo, transmitiendo desde mis recuerdos, a mi abuela con su su moño canoso, que tantas veces peine y enrollé en su nuca. A mi abuelo, sentado, con el parche en el ojo, la  boina y su pierna rígida sobresaliendo de las faldetas.


      Encima de la mesa su rudimentario cuaderno, hecho de hojas de calendario de años pasados y con tapas de skai  cosido con cordón fino conformando una especie de diario, en él escribía desde fechas importantes  chascarrillos, y  reflexiones políticas y sociales. 


     Mientras sigo aún saboreando ese dulzor característico pienso que nada como los sentidos para viajar a cualquier sitio en el que experimentamos felicidad. 

1 comentario:

  1. Como soy mayor recuerdo que en algunas excursiones algún compañero, no mas rico que los demás llevaba un tubo de leche condensada y no daba a nadie. Solían ser hijos únicos.

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