Cuando era pequeña, mi madre nos hacía monaguillos con capullos de amapolas. Es muy fácil, nos decía, se le da la vuelta y se abre un poquito la cubierta verde. Luego se le pintan los ojos y la boca ¡y ya está listo para ayudar en misa! Por esa época, a mi hermano mayor le dio por decir que quería ser cura. Yo me lo imaginaba diciendo misa con dos capullos a su lado con la carita sonriente, porque mi hermano era muy bueno y me quería mucho y me guardaba gominolas pegotosas en los bolsillos del uniforme del colegio. Al cabo de poco tiempo abandonó esa idea y se hizo ingeniero naval para hacer barcos de verdad. Ahora, siempre que vemos amapolas entre los trigales verdes, hacemos monaguillos, para sus hijos y los míos, para hablarles de nuestra madre, que ya no está, para que cuando vean una amapola, también sientan el cariño y la magia de mi madre.
Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!
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la magia de un monaguillo! lo probaré en cuanto me cruce con una amapola MONAGUILLO!!!
ResponderEliminarQué chula la historia del monaguillo. Besos
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