Ayer, cuando Clara se miró al levantarse en el único espejo de su cuarto, se alejó para intentar verse completa, pues lo que veía le gustaba; y es que ayer Clara se levantó radiante, no podía evitar esa sonrisa ni esas ganas de bailar.
Cuando por megafonía escuchó la señal y salió al patio, hablaba exultante con todos: con Jaime, que la miraba ausente; con Laura, que repetía sin parar la tabla del siete… Daba vueltas sin parar mientras Raúl la perseguía intentando tocar su falda que, con los giros de Clara, se elevaba de felicidad. Al pasar al lado de María, que ya iba por la tercera de sus cuatro metódicas vueltas diarias al patio, la frenó en seco con un gran abrazo.
Decididamente, Clara ayer tuvo un buen día.
Hoy, media hora antes del desayuno, se ha levantado esquivando su reflejo. Ha salido al patio obligada por prescripción médica, pero está encogida en un rincón. Jaime la mira ausente, Laura canta la tabla del ocho, Raúl toca la suavidad de su falda y María ya ha completado su primera vuelta.
Y hoy todos ellos la echan de menos.
Qué intensidad emocional alcanzas en tus relatos, Alicia, y qué bien tejes tus cuentos pegados al tema del mes. Es un gusto leerte, ya lo creo que sí.
ResponderEliminarMuchas gracias, Rosa. Y un placer escribir aquí ;)
ResponderEliminarOpino como Rosa, Alicia, es una delicia leer tus historias, qué bien escrito está y qué bien transmites. Con qué delicadeza describes sin describir tus personajes.
ResponderEliminarMuchas gracias, Valentina. Un abrazo
ResponderEliminarAlicia, yo como Clara, hay días que no estoy para nadie y si me miro al espejo no me reconozco y otros, que no quiero que terminen.
ResponderEliminarMuy bonito.
Un beso.
Emotivo e intenso tu relato, Alicia. De verdad que es un verdadero placer leerte.
ResponderEliminarRelato dulce como su nombre, Alicia. No he podido evitar esta breve reflexión al leer el relatillo porque ese nombre tiene una historia que sólo recordará una Luna de agosto y las dunas de Barayo, en Asturias. Gracias por tus ¿o sus? palabras pues ellas me evocan un día cuando tenía 20 años. Gracias.
ResponderEliminarY si no miramos al espejo..? Mejor mirar al cielo y ver las estrellas... Bs
ResponderEliminarGracias a ti, Julián, por dejarnos entrever ese relato tan especial en Asturias.
ResponderEliminarNo se muy bien por qué, al pensar un nombre, me vino a la mente la maravillosa Clara de Joan Baptista Humet... Bueno, con ésto ya habéis descubierto que no soy una veinteañera
Que bueno Alicia. Com nos sitúas en ese patio de colegio con esos chicos y chicas especiales vulnerables y con un universo cambiante. Transmites ternura y nos haces cómplices incondicionales de ese universo.
ResponderEliminarVivir en los polos.Magnífico título para ilustrar un extraordinario relato donde lo cotidiano puede vestirse con faldas y a lo loco un día y otro quedarse en blanco.¡Enhorabuena!
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