Sarabi vive en una aldea a 65 km de Kinshasa. Su nombre alude a los espejismos, habituales en este continente; que se ven en los desiertos.
El Ébola la obligó a pasar el verano en el hospital de Médicos del Mundo de Kinshasa. Sarabi, una lluvia de ébano, de mirada clara, pura ola de mar que regó de ilusión la vida del doctor Assier.
Él, regresó a su casa de París en septiembre y Marión, su pareja, le preguntó qué le había impactado más en África.
Sinceramente ... – frenó en seco las palabras belleza, amor, pasión...- quizás, lo más impactante fue un sueño... un sueño que tuve hace dos días.
-En el sueño, era un joven que despertaba en una isla. El océano me llamaba y me hundía en la arena cálida y húmeda de la playa. Quería saber qué eran esas luces brillantes sobre el agua.
Una ola me arrastró hasta el fondo iluminado, el agua hacía sombras hexagonales sobre mi piel; tragué el verde cristalino y fresco... sabía a pez; peces que nadaban en mi boca y acariciaban mi piel sin poder verlos.
Cogí un poco de espuma blanca y desapareció, como una nube en el cielo. Y volví a la orilla con la piel llena de estrellas diminutas de colores. -
- ¿Volverás a África? - No lo sé...
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