Para no olvidarse de lo que fue Críspulo Martin escribe; se defiende del día cuando las palabras serán como aves migratorias que olvidaron regresar. Escribe para descubrir, que en los sueños habitaban aves, barcas, seres mitológicos, fuegos artificiales...
La palabra recuerda un niño que deja una ciudad sin apenas bichos. El verano llena sus ojos con el paisaje frondoso y verdísimo de las montañas donde vive el oso. Las brumas desperezan los días en el pueblo de la miel. Allí distinguió las culebras de las víboras, las águilas de los milanos. Y conoció al lobo. El alimañero le llamaba Crispín y le mostró el saco con la camada que le pagaría el alcalde, antes de ahogarlos en el río. En las fiestas de Santiago, las carreras de cintas y su fantasía infantil le subieron a la grupa de una burra. Una breve galopada y su cuerpecito fue pasto de ortigas y helechos, pero la gesta bien valía la piel escocida y grumosa.
La palabra habla de una vaca recién parida, su ternero blanco que de pie le pareció un gigante. Y hay una cerda, también enorme, que lo devoraba todo, no sólo las sobras.
Hay muchas más hojas manuscritas, las palabras parecen ir a saltos de adelante a atrás. Y algunas afirman que es amado y no cabe mejor recuerdo que ese y que, por eso, pide que esas palabras le acompañen ese día último, o primero según se mire. La palabra le ayudará a saber quien fue, qué soñó, a quienes amó. Cuando pidió perdón.
Esa y no otra es su inocente utopía.
¡Que bonito relato Julián! y desde luego escribir para no olvidar, para guardar como tesoros en las palabras las experiencias vividas como hace Crispulo es un antídoto maravilloso contra la desmemoria.
ResponderEliminarLa palabra nos acompaña siempre porque los recuerdos se desvanecen. Mientras se tenga memoria, hay que tener un cuaderno, que nos acompañe, que nos recuerde cómo vivimos la vida, cómo quisimos, cómo nos enfadamos... En fin, maravilloso relato, Julián.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el relato y con los comentarios, la palabra escrita le quita el polvo a la memoria y nos hacer tener presente cómo fuimos, unas veces para ruborizarnos, otras para sacarnos una sonrisa o una lágrima.
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