Este planeta es extraño. El aire es denso y verde, los árboles de acero, las manzanas de corcho, y la gente… ambigua. Unas veces parecen hombres, otras veces mujeres, depende de su intención, de lo que quieran de ti y de cómo lo quieran. Cuando discuten y se ponen violentos: hombres; cuando murmullan y sisean con aviesas intenciones: mujeres. A medida que hablan sus formas se diluyen y su corporeidad forma los atributos sexuales que más les interesa.
La única certeza absoluta es que sólo en su condición femenina tienen la capacidad de divertirse, crear, imaginar y decidir, porque sólo como mujeres pueden comprender en qué consiste la vida y pueden mostrársela a las nuevas criaturas a través de ritos y ceremonias que, en nuestro planeta Tierra, llamamos fiestas y bacanales.
Así que, como yo no tengo la facultad de cambiar de sexo con facilidad, decido rápido: me afeito la barba, me planto un vestido floreado y adopto una actitud afable y cordial, totalmente contraria a mi condición de guerrero galáctico. Los tacones impiden mi paso marcial, pero qué diablos, hay que saber adaptarse….
Qué bien! Se te echaba de menos, Rosa.
ResponderEliminarBuen planeta tiene que ser ese y qué buena noticia que todo un guerrero sea capaz de encontrar su lado yin.
Un abrazo
Qué divertido tu planeta, Rosa, veo a ese guerrero galáctico con tacones y paso marcial, jeje. Un abrazo
ResponderEliminarComo siempre, un placer leerte. Me ha encantado la ambigüedad de los personajes de tu relato y ese guerrero con tacones... ¿rojos?
ResponderEliminarUn beso.
La espada láser? Azul o rosa... que así no puede ser... Bs
ResponderEliminarQue acierto vestir de extraterrestres cualidades tan de nuestro planeta. Y como aprovechas desde ese otro planeta para introducir esa mirada abierta y comprometida que cuestiona l o s roles de hombres y mujeres y sugiere con inteligencia y humor la diversidad de géneros. Estupendo relato!
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