viernes, 22 de diciembre de 2023
05. El sexto sentido. Julián Rumbero
Cuando mis ojos sean niebla, mi paladar cartón, el oído preso de la paradoja del silencio y del ruido, la caricia huya o no huela el espliego… el sentido común apelará a un sexto sentido. Y oleré el café matutino, a mis hijos recién nacidos, las sábanas tendidas en un lecho de hierba…Veré el antifaz de jilguero que me disfrazaba en carnaval. Y el poema amarillo de los girasoles tras una muchacha de cabellos dorados y perlas de luna por ojos. Veré el mar cuando le devolví un pececillo maltrecho en su orilla. Tocaré la edad del tejo, me acariciará su sombra junto a la vieja ermita de nuestro pueblo. Acariciaré el perfil de los helechos, las manos ancianas, los senos amantes, volverá el sabor de la leche recién ordeñada, el cacao y el pan con mantequilla; la sangre de una reyerta estúpida... Mi memoria me traerá mieles de brezo, fresas sureñas, el chocolate de los domingos, un carmín colorao, el agua de los labios que me amaron…
Juan Gálvez escribía así y
ahora, cuando no recuerda su nombre y a toda mujer le pregunta si es su
hermana, saborea con picardía el chocolate mientras sus ojos merodean en
Begoña, su asistenta social, y le complace oírla anunciar que volvieron las
golondrinas. Se enternece cuando sus dedos cuidadosos mesan sus cabellos o deja
un beso de buenas noches en su tonsura de viejo.
Y respira, su memoria se
acuerda de respirar.
miércoles, 20 de diciembre de 2023
04. Los perfumes de la discordia. Antonio Nieto
Recuerdo con alegría, un cumpleaños de Vicky, la enferma de ELA a la que visité durante tres años. Era presumida, le gustaba lucir prendas de colores y olía a un perfume exquisito que me gustaba y que creo se llamaba Eau de Roches.
La enfilación de los astros había hecho que mi señora esposa y Vicky nacieran un mismo día en diferentes años: un 14 de abril.
Al tener que comprar dos regalos y mi falta de imaginación para estas cosas, opté por dirigirme a El Corte Inglés y pedir consejo a una de las dependientas de la sección de perfumes.
Me atendió una guapa joven que no pasaría de los veinte tres años y a la que se le notaba su inexperiencia. Después de un buen rato de buscar la marca que deseaba, me comunicó que solo tenían un frasquito en ese momento, pero que me podría dar otro de otra marca igual de buena. Me enseño unos cuantos perfumes, pero ante su insistencia, no me quedó más remedio que decirla: “Señorita aprecio mucho su consejo, pero necesito los dos frascos de la misma marca, porque uno es para mi mujer y el otro para mi amante y debo oler igual cuando dejo a una y me encuentro con la otra., lo entiende?
La chica palideció y me miró azorada, como si se hubiera topado con un pervertido. Cuando les entregué los perfumes a mis dos queridas mujeres, les conté, entre risas, lo sucedido, pero debo decir que no les hizo gracia.
domingo, 3 de diciembre de 2023
03. Los grajos. Valentina Velázquez
Día de niebla. Los dos cedros desde mi ventana se mueven: uno, de ramas largas, que parece languidecer, de pronto se mece con la elegancia de una danzarina al compás de la lluvia y el tímido viento; el otro, de ramas cortas piensa que ya se moverá con esa gracia. El pino de Valsaín que está al lado mira sin perder ripio la danza, y sus hojas en forma de agujas se abrazan erguidas en racimos diciendo: "aquí estoy, de aquí no me muevo". En la tarde los grajos se juntan en sus copas y, contemplándolo, Dolores siente que se ha desprendido de la carga de superstición que había en ella, no puede decir en qué momento salió el mal augurio, como los gatos negros o los pájaros de Hitchcock que tantas pesadillas le dieron. Dolores contempla la escena muy tranquila desde la habitación del Hospital de rehabilitación en la sierra. El horizonte cambia todos los días, se mueve, como ella y sus pensamientos.
02. Shunga Shunga o Gel Ayúdame. Epífisis
Cuando me llamó mi jefe de la Consejería de Economía y Consumo de la Comunidad de Madrid, no pensé que el encargo de testar el gel me lo fuera a encargar a mí. Aduje mis 60 años, mis achaques y que me quedaba muy poco para jubilarme, pero no hubo manera. Conseguí de todas maneras que los resultados no se los entregara a la vuelta del fin de semana y me dio un mes, pues además eran tres tipos diferentes de geles y eso requeriría mayor dedicación y esfuerzo.
Hay que recortar gastos, pero esto me parece un poco exagerado.
Me entregó dinero de la caja B y una tarjeta de una tienda llamada Dolce Love, me aconsejaron bien, pero lo pasé fatal, no sabía dónde mirar y me puse colorado varias veces. Salí con una bolsa grande con tres kits, uno de fresa con champaña, otro de fruta exótica y otro de melón y mango.
En la bolsa de papel llamativo, con un dibujillo engañoso y la gente en el metro me miraba y cuchicheaban, algunos intentaban asomarse al interior para curiosear.
Al salir del metro y encaminarme hacia casa iba pensando cómo abordar a mi parienta e intentar explicarla lo que teníamos que probar. No se lo va a creer y encima me va a llamar guarro.
Según entré, me dirigí a la mesa camilla, vacié la bolsa y me senté en el orejero a la espera, oí un “hola cariño” y yo no dije nada.
Vino desde la cocina, cogió una caja, me miró y se sentó enfrente. Daba vueltas a la caja en el sentido de las agujas del reloj y a la inversa y otra vez y otra.
Se lo conté tres veces y no se lo podía creer. Cuando la dije que me iban a pagar horas extras cambió un poco la expresión pero no mucho.
No la entendí algo que dijo sobre Esperanza pero tampoco pregunté y entonces cogió el calendario de los que pintan con el pie y me dijo que este fin de semana no teníamos a la nietecilla y que el hijo que vive en casa, estudiante de Derecho, iba a esquiar.
Ya teníamos fecha, noté un pálpito y menos mal que tenía puesta la falda de la camilla por encima, pues algo se notaba.
Decidimos hacerlo primero con la caja de melón y mango, el día, el viernes cuando se fuera nuestro hijo y guardamos todo debajo de la cama.
Esa semana se me hizo larga, cuando me cruzaba con mi mujer por el pasillo nos tocábamos y nos reíamos y en el trabajo el jefe me preguntaba todos los días que qué tal, que si ya lo habíamos hecho.
Llegó el día y le llevé un ramo de flores y unos bombones, mi hijo se fue desde el trabajo y nos quedamos solos en la casa, cerramos la puerta y pusimos una silla en el pomo.
Abrimos la caja y dentro había un sobre como con una solución espesa y una especie de sábana impermeable grande de 160 cm x 228 cm que como luego leímos teníamos que colocar encima de la cama.
Pusimos a calentar agua en la olla, pues con el sobre al diluirlo había que hacer cuatro litros de gel con el que luego nos embadurnaríamos y nos echaríamos encima de la sábana.
Mientras mi mujer daba vueltas con la cuchara de madera, yo por detrás me arrimaba y ella hacía como que me huía, pero yo creo que la gustaba.
Cuando la consistencia parecía la adecuada y entre los dos la llevábamos hacia el dormitorio, entonces, tropecé con la alfombra y cayó todo a lo largo del pasillo, nos costó cinco toallas y seis paquetes de papel de cocina absorber todo el gel.
Metidos en harina y con la curiosidad en un punto álgido y no me refiero a lo mío, abrimos la caja de fresa y champaña y con más cuidado hicimos todo el proceso otra vez y lo llevamos al dormitorio.
Pusimos la sábana por encima y nos desnudamos, nos echamos y la sensación era que se nos iban a quedar las letras del ahorramás en el culo pegadas.
Cogí la olla y la volqué sobre los dos, el gel estaba un poco caliente y nos empezamos a restregar y embadurnar con ganas.
La sensación era agradable y entre unas cosas y otras empezamos a animarnos e intentar algunas posturas que teníamos casi olvidadas, con tanto magreo y toqueteo parecíamos estar en un tobogán e íbamos de un borde de la cama al otro, consiguiendo a duras penas mantenernos encima.
Mientras nos agarrábamos para no caernos recordaba lo que ponía el prospecto, experiencia sensual y placentera, completa ingravidez, sin esfuerzo y movimientos deslizantes.
Veía la cara de terror de mi mujer, yo conseguí meter la uña del dedo gordo en la sábana y frené mi caída, pero ella se agarró a donde no debía y me la dobló, pero no logró parar y se empotró con la tele de plasma que cayó con estrépito, su dentadura partida rebotó y fue al orinal.
Mi grito no fue humano y al mirar hacia mi cosita vi como crecía hasta parecer una berenjena, mientras por el roto de la sábana se extendía el gel por toda la habitación y desaparecía por el pasillo.
Mi mujer se subió a la cama, me abrazó y nos echamos a llorar y en ese momento oímos un ruido fuerte de la puerta, pasos apresurados por el pasillo y un “papá, mamá, no hay nieve”.
01. Adiós al lastre. Belén Molina
Era una jovencita gris, asfixiada por la viscosidad de los exámenes, las obligaciones y las frustraciones. Se limitaba a llegar al día siguiente. Comía, bebía, estudiaba, dormía y no pensaba, como casi todo el mundo.
Un día, al salir de clase más derrotada que con nuevos conocimientos, le dio por leer el tablón de anuncios de la Facultad, aunque no esperara las calificaciones de ningún examen. Había avisos de compra-venta de libros y un cartel de un club de montaña que impartía cursos de escalada. La reacción fue fulminante, el caparazón de grisura saltó en mil pedazos y no dudó en llamar.
Cuando se vio encaramada por primera vez en una pared de roca, soltó el lastre que la mantenía sumergida en la viscosidad asesina, se llenó los pulmones de aire y conservó para siempre la luz, la libertad, la curiosidad y el agradecimiento al cambio de vida proporcionado por el cartel que leyó en plena derrota.
viernes, 1 de diciembre de 2023
Diciembre: lo que nos cambian los sentidos
Empieza diciembre, luego acaba el año. No sé si también tenéis la percepción de que el tiempo corre más rápido, de que los planes no hay que postergarlos mucho porque se acaban diluyendo en el saco de las cosas pendientes, de lo no realizado. Y eso no puede ser.
Es mejor planificar despacio, sabiendo lo que podemos hacer, del tiempo del que disponemos, de lo que merece la pena, de qué es lo que nos hace realmente felices. Lo demás, anotado queda, por si nos sobran ganas, tiempo y razón... Porque, al final, nuestros sentidos son los que fijan nuestros recuerdos: el sabor de una comida, el olor del bosque, de una persona, la suavidad de una mano. Con emoción, nada se olvida; con indiferencia, nada se aprecia.
Nos encantaría leer vuestras propuestas sobre qué sentido os ha proporcionado una experiencia única: la vista, el olfato, el tacto, el sentido común. La imaginación no tiene límites. Nuestro blog, tampoco. Es una propuesta, vosotros la giráis a vuestro gusto y nos contáis lo que os plazca, que para eso estamos, para apreciar vuestras historias y aprender de ellas.
Feliz diciembre.
martes, 28 de noviembre de 2023
05. No sé por qué. Santa
En la escala del vuelo Barcelona - New York con destino Miami Enric notó algo a Laila; quizás más sombras, o una suma de dudas y sombras.
La policía de Inmigración se llevó solo a Enric, un trámite burocrático, aunque vio cómo unas gotas de sudor corrían por su piel canela.
Pasó una hora hasta que llegó su turno. Sentados tras una mesa, dos funcionarios armados le interrogaban por el motivo de su viaje.
-"Un nuevo comienzo, lejos de las críticas, de los juicios y desacuerdos por estar comprometido con una exiliado venezolano." - Dijo Laila extrañada.
Aquí he de apuntar diez años más joven, monitor de bailes latinos en gimnasios, y que gracias al trabajo como funcionaria de Laila tenía residencia temporal en Cataluña.
- "¿Sabía que Enric contactó en una web de citas con un ciudadano estadounidense y que le propuso matrimonio una vez se conocieran en NY?-. Clavando sus ojos en los ojos de Laila.
-¡Claro que no!...- Su relación se basaba en la confianza y en esa palabra tan grande, encadenante, necesitada, simple, arrolladora..?
El Amor...
Cuando les devolvieron las maletas con todo revuelto, sus móviles violados y sus pasaportes sellados...
Una voz dijo:
-"Bienvenidos a los Estados Unidos de América"-.
Se miraron... sin conocerse.
lunes, 27 de noviembre de 2023
04. Culo a babor. Antonio Nieto
Recuerdo, gratamente, el tiempo de estudiante de náutica en la escuela de Cádiz. Entre las materias que estudiábamos: estiba, navegación, astronomía…, había una que me apasionaba y tenía que ver con la salud de la vida en el Mar. Venía a ser como una serie de instrucciones sanitarias prácticas para hacer frente a la cantidad de enfermedades, que los marinos de aquel tiempo sufríamos, al hacer escala en puertos dispares de todo el mundo: malaria, paludismo, elefantiasis genital, gonorrea…. Entonces los barcos hacían largas singladuras y en medio del océano había que apañárselas con el botiquín de abordo.
Años más tarde, ya a bordo de un barco, un día embarcó un tripulante en Canarias, que padecía una ligera gripe. Salimos del puerto con el a bordo y al cabo de unos días varios miembros de la tripulación empezaron a caer enfermos. Afortunadamente no fue mi caso, y por ello tuve que hacerme cargo de algo que nunca pensé: actuar de enfermero y médico, para una docena de miembros de la tripulación. Por radio nos dieron una serie de instrucciones consistentes, entre otras, las de inyectarles una dosis de penicilina diaria a todos ellos durante una semana.
En la escuela había hechos las prácticas de poner inyecciones usando una patata grande que dividía en cuatro sectores. El superior a la derecha al que llamé el nordeste, era el idóneo donde introducir la aguja y evitar el nervio ciático. El primer día pedí un voluntario para ser el primero en ser inyectado. Tengo que confesar que tuve que decir que tenía una gran experiencia, pero ninguno, a pesar de mis garantías se ofreció. No quedó mas remedio que ser yo quien eligiera a la primera víctima.
Les hice que todos ellos me enseñaran el culo; no porque fuera un mirón o tener alguna tendencia sexual específica, sino porque quise hacer mi primera intervención en el área más grande y ganar confianza.
El elegido fue el contramaestre, el capataz de los marineros, quien a regañadientes aceptó. Desinfesté la jeringuilla y la aguja. La cargué con la penicilina y me dispuse a matar. Recuerdo la cara de terror de Joaquín, el contramaestre, y el grito que pegó cuando le hinqué la banderilla en su extensa posadera.
Poco a poco fui cogiéndole el tranquillo y familiarizándome con la docena de culos que visitaba cada mañana. Me gané varios apodos que no quiero repetir aquí, pero al cabo de una semana todos ellos estaban recuperados.
lunes, 20 de noviembre de 2023
03. Carpe Diem. Julián Rumbero
Compró aquel pisapapeles de cristal porque leyó en él que era el primer día de su vida, y que debía disfrutarlo. Luego leyó sus propias palabras en el póster de un velero navegando al atardecer: “En el periplo de la aventura los hombres encuentran su destino. Y qué es si no la propia Vida una increíble epopeya”. Algo empalagoso, pero a los dieciséis años todo lo es en exceso.
Decidió que cada día sería especial. Y todos los demás días desde aquel serían el primero. Se declaró a cien mujeres, cada una más bella que la anterior; más inteligente, más comprometida, rebelde y solidaria. Que se sepa ninguna le correspondió. Nunca sucede cuando un ser imperfecto cree que existe la perfección.
Escribió mil versos, pero no se conserva ninguno. Aseguraba conocer cada país, pero nadie encontró postales, banderines, pegatinas, alguna referencia, al menos una, de que hubiera visitado París, Londres, Calcuta, un poblado marroquí de pescadores o escalado una montaña sagrada. Nada. Sólo ese pisapapeles.
Y un diario con fechas imposibles. Que llegó a la Luna con Julio Verne. O que la tarde cuando compró aquel vidrio…se lo aconsejó Juan Ramón Jiménez.
Le conocían esas fantasías que a nadie disgustaban. , además de un conocimiento asombroso y conmovedor de todas las clases de rosas que en el mundo se cultivan.
Fue su forma de amar.
viernes, 17 de noviembre de 2023
02. Maldito San Valentín. Epífisis.
Contraté un hotel bueno con spa para el 14 de febrero que caía en miércoles. A mis años de casado, cuarenta, se hace raro saber que vas a copular si o si, lo normal es que se dé una concatenación de casualidades, como por ejemplo una alineación de los planetas o que gane la Champions el Atlético.
En fin, ese día tuve una erección en la
consulta, menos mal que con la bata lo disimulé, otra en la comida con un
representante de laboratorio que si se dio cuenta y me miró goloso y otra en
una rotonda.
Copita de cava en el hall y en la
habitación una botella entera y fresas con chocolate, nos desnudamos para
ponernos los bañadores y ahí teníamos que haber copulado, porque polvo que no
se echa no se recupera, ese, será otro. Nos pusimos tontorrones pero ese afán de
usar el paquete entero y no me refiero al mío, nos hizo decidir acudir al spa y
eso que me costó ponerme el slip blanco como el del anuncio de Armani.
Estaba hasta los topes el jacuzzi, como
un guiso de albóndigas, pero cuando conseguimos sentarnos me sirvió para
expulsar algunos gases sin que se dieran cuenta, solo un cierto olor a podrido.
Después cena romántica, bien regada con
vinos varios y un rabo de toro espectacular, mi mujer achispada y yo en camino,
con un pálpito en la entrepierna.
De vuelta a la habitación me costó
meterme en el slip, por como tenía aquello y porque estaba mojado, mi mujer se
pilló un labio con el clip del body y gritó, pero no de placer, encendimos
cuarenta velas del Ikea alrededor de la cama y en el baño y empezamos los rituales
del apareamiento que por los efectos del alcohol resultaron mareantes.
Acerqué mi boca a la oreja de mi mujer y
le dije que tenía el rabo de punta y me miró picarona, pero no me refería a ese
sino al de la cena. Me levanté raudo y bordeando la cama fui pisando y volcando
las velas esparcidas por doquier, una prendió en las cortinas que apagó mi
mujer con la cubitera del cava.
Llegué al baño, encendí la luz y la taza
del váter estaba situada al fondo, al pasar por delante del espejo de los
lavabos llenos de velitas, no pude por menos de mirarme y en ese momento se me
relajó el esfínter, quedándome como en una foto finish con un toque de gif,
pues el color blanco del slip fue tornándose en otro.
miércoles, 8 de noviembre de 2023
01. Un cumpleaños con sorpresa. Gema Herráez
Era el cumpleaños de Constanza y todas sus hijas se reunieron en casa de María, que era con la que estaba, ya que la tenían alternativamente entre todas a meses.
Constanza estaba ciega porque no quiso operarse de
cataratas.
Decían sus hijas que siempre había sido muy miedosa,
por no decir cobarde.
Ese día era especial, cumplía los 100 y aunque estaba
muy delicada, sus hijas la tenían entre algodones. Eran 8 hermanos, dos hombres
y 6 mujeres. Los varones vivían en el pueblo y las hijas vivían todas en Madrid
y eran las que se encargaban de Constanza .
Ese día después de apagar las velas sus hijas la
felicitaron.
" Felicidades madre, bueno a ver si nosotras
llegamos a los 100".
" Eso y así de cuidada. El siguiente en cumplir
es Felipe ¿No?"
"Primero los cumple Juana
en diciembre y
luego Felipe en noviembre. Es el mayor".
"Saca el libro de familia de madre y salimos de
dudas".
María lo sacó y después de leerlo comprobó que,
efectivamente, Felipe era el mayor pero de repente se percató de un detalle y
dijo "nuestros padres se casaron en abril, ¿no?, ¿entonces Felipe fue
sietemesino?".
"No hija que nació de 9 meses y bien
hermoso", dijo Constanza inocentemente.
"Pero madre, ¿entonces ibas preñada en la
boda?".
Constanza, visiblemente azorada contestó:
"Pues hija es que eran fiestas y como estábamos
al lado de la farmacia pues pasó lo que pasó."
La hermanas se miraron con cara de circunstancias y no
tuvieron más remedio que reírse y sentir una tremenda ternura hacia esa mujer
que había criado a 8 hijos, sufrido la pérdida de uno que se le murió, que pasó
penalidades, que tuvo a su marido encarcelado en la guerra y murió al poco
tiempo de salir y que aún así había llegado a los 100 años.
jueves, 2 de noviembre de 2023
Noviembre: descubrimientos curiosos, divertidos, sorprendentes
Este mes nos toca acordarnos de esas cosas que descubrimos gracias a cotilleos, noticias cazadas al vuelo, dichos que vuelan por el aire y se meten por las orejas, bulos divertidos que nos cuesta creer que son falsos… en fin, las cosas que nos enseñan o nos divierten de/ sobre/ gracias a hechos, relatos, anécdotas, cotilleos.
En el pueblo de mis padres, en Rioja, se decía que, en las noches de difuntos, los muertos se acercaban a los viñedos a contar los racimos y a comer todas las uvas que pasaban de una cantidad, porque, decían, el vino de más sabe agrio. Cuando, muchos años después, la Comunidad Europea impuso restricciones a la recogida de uva para la cuota de elaboración de vino, los viejos del lugar se acordaron de esa historia, “¡anda, eso ya lo decían nuestros muertos!”, y se reían. Desde entonces llaman a la UE la comunidad zombi.
Bueno, cada uno tiene su fuente de aprendizaje. ¿Y vosotros?
lunes, 30 de octubre de 2023
06. Una heroína como yo. Rosa Molina
De pequeña admiraba a Conan y a Tarzán. Con su enorme musculatura y exigua vestimenta imponían el orden allá donde estuvieran. En cuanto divisaban al enemigo, iniciaban su lucha con tesón y valentía. Nunca dudaban, jamás flaqueaba su ánimo. Tarzán, además, vivía solo, sin colegio, sin monjas, sin hermanos peleones… Esa era, para mí, la vida perfecta.
Yo anhelaba ser así, no tener un novio como ellos. Quería sentir su vida, su determinación, su aplomo… Pero cuanto más leía o más películas veía, más sufría por nuestras diferencias: yo era una llorica, me enfadaba, cometía más estupideces que aciertos.
Hasta que, un día, leí la Odisea, de Homero. Odiseo, el astuto héroe de Troya, volvió de la guerra con el único deseo de vivir una vida sencilla, y lloraba contando sus hazañas, las desventuras de sus guerreros, el miedo por las calamidades padecidas. También lloró de felicidad cuando se reencontró con Penélope.
Su humanidad me conmovió hasta tal punto que me llevó a pensar que, más que la identificación con héroes planos, mi tarea debería basarse en buscar mi propia humanidad, mi esencia, pulir mi insensatez, ganarme mi propia admiración, reconocimiento y respeto.
También decidí estudiar Filosofía. Pero esa es otra historia.
05. Adiós. Alicia del Caz López
La gente formando elipses concéntricas alrededor de los operarios. En primera fila, los rostros más demacrados, los silencios más penetrantes, los cuerpos abrazados… Detrás, caras serias; miradas que observan la primera fila o se enfocan en el suelo, manos que agarran a su contraria por la muñeca, brazos cruzados... Algún susurro.
Resbala la caja sobre las cuerdas. Tras la caja, las flores y la corona: “Tu familia no te olvida”.
De esto hace ya una semana y hoy Claudia ha ido a la casa temprano. Ella sola. Así lo ha querido. Desayunó allí un Colacao con pan frito y eso la hizo llorar. Pasó el día entre cajones y fotos, entre sonrisas y lágrimas, envuelta en sus pensamientos. Por pura necesidad, entró al baño a buscar su perfume. Recordó días dulces y alguno amargo, las veces que ella la abrazó y las que no la comprendió. Revisó su vida; lo que era, lo era por ella, para lo bueno y para lo malo. Nadie es perfecto, ni siquiera una madre.
Anocheció y, ya en pijama, se metió en la cama de matrimonio. Mañana llegarían Pedro y Merce para vaciar los armarios. Claudia cerró los ojos y, casi cuarenta años después, volvió a dormir abrazada a su cuerpo.
viernes, 27 de octubre de 2023
04. El hilo invisible. Gema Herráez
Nunca he tenido problemas para relacionarme. Soy bastante sociable y tengo
algunas buenas amigas que han perdurado en el tiempo y a las que me unen muchas
cosas. Pero, misteriosamente, el universo a veces te une con un hilo invisible
a personas que aparecen en tu vida de forma que, aunque no compartas demasiado
tiempo ni vivencias con ellas, se mantiene intacto.
Eso pasó con alguien, diría que, extraordinario, bueno extraordinaria, a quien conocí en uno de los trabajos que he tenido. Estábamos en distinto turno y solo coincidíamos en el vestuario durante el cambio. Un día sonó mi teléfono y tenía como tono el vals de Amelie de Yann Tiersen. Inmediatamente su rostro se iluminó y me dijo que si me gustaba ese compositor y que ella era fan absoluta tanto de su música como de la película, incluso se ofreció a traerme un CD de él. Desde ese momento algo pasó entre nosotras y en esos breves momentos compartidos entre cambios de turno nos dimos cuenta de que éramos almas gemelas con una misma visión del mundo. Yo cambié de trabajo a los pocos meses pero eso no impidió que afianzáramos nuestra relación. Han pasado ya 16 años y no son demasiadas las veces que nos hemos visto, incluso no hablamos con asiduidad, pero cuando lo hacemos o cuando nos vemos es como si no hubiera pasado el tiempo y sigue habiendo entre nosotras una profunda y preciosa conexión. Y casi puedo asegurar que seguirá habiéndola siempre.
miércoles, 25 de octubre de 2023
03. Viaje por un tiempo. Santa
La Luna creciente envuelta en
nubes, escondió la tormenta. La noche pertenecía a un verano mágico. Una noche
que parecía sin fin. El canto amable de un mirlo anunció el alba.
Despertó con el bosque
entrando por el balcón, con el frescor del rocío amante de la tierra.
Desayunó. Bajó a la playa con
sus libros. Las nubes sembraban el cielo con el color del deseo.
En la playa, un poema se posó
en sus ojos.
"La
vida se resume en un viaje de vuelta,
desnuda,
como una nómada que acepta su destino.
Mi
isla, habitada por dunas y por las huellas
que
dejan los náufragos en la piel.
Mis
fronteras difusas; donde navegan por mis sueños."
Una figura de mujer, fuego y
negro, se acercaba pisando la arena donde mueren las olas.
Su vestido rojo, hecho de
espuma de mar, flotaba en el aire. Jugaba con un inmenso paraguas negro. Su
pelo gris, alborotado, escondía unos pendientes con forma de luna.
Sus ojos claros, como la
inocencia del aguamarina, llenos de un mar en calma, le miraron; como buscando
la verdad. La sonrisa de sus labios escarlata quedó esculpida; casi imborrable
en la memoria.
Después... o antes... el tiempo; la cuarta dimensión.
lunes, 23 de octubre de 2023
02. No importa mi nombre. Julián Rumbero
Alguien quiso llamarle, pero otro aseguró que carecía de nombre, señalando una cuartilla escrita por él: “tener un nombre es importante, pero más aun sea tener todos los nombres”.
Vivía en el paseo de la playa, en un adosado de cartones y mantas viejas sin otra compañía que la de Penike, un perro chico. Tenía también unos cuadernos de pauta donde escribía con letra precisa y preciosa. Luego rasgaba las hojas con ternura, colocándolas sobre una toalla increíblemente limpia que regalaba a cambio de la voluntad. En mi caso una charla de apenas cinco minutos. Entonces aprendí a vivir sin nombre.
Alguien le preguntó si no temía que la lluvia malograra sus cuartillas. Entonces cogió el lapicero que solía llevar en una oreja y como un director de orquesta sin músicos, comenzó a buscar en el aire las palabras que al hablar vamos perdiendo.
Libertad, barca, les dijo a unos niños, perplejos y los ojos como ciruelas, remo, brújula, me vendrán muy bien…Cuando dijo océano, una palabra conocida, los ojos infantiles recuperaron su naturaleza de almendras de colores.
Ahora el hombre de todos los nombres vive allí. Y recuerdo lo que escribió apresuradamente aquella tarde: “todos somos hijos del agua y algún día volveremos al mar”. Allí sobreviven todos los nombres.
martes, 10 de octubre de 2023
01. La trilla. Epífisis
Ese verano iba a ser aburrido, mi padre, me llevaba a su pueblo en la Extremadura más tórrida.
Al día siguiente durante la siesta, estaba yo echado sobre la cama antigua de los abuelos, leyendo al capitán trueno y hazañas bélicas cuando entró mi madre y me dijo mira, tu prima, jugar y no hagáis mucho ruido.
Me quedé con la boca abierta, era su cara, pero había desarrollado. Me besó y se subió con naturalidad, parecía que no habían pasado cuatro años. Merendamos unos bocadillos de Elgorriaga con mantequilla y quedamos para coger higos por la mañana temprano.
Me pilló mirándola cuando estaba subida a la higuera y me sonrió.
Por la tarde me llevó a la era, el sol incidía sobre la parva que refulgía como si fuera un cuadro de Van Gogh. Estábamos solos e hicimos carreras, al poco rato sofocados, nos tumbamos sobre la paja apilada.
Puso mi mano sobre su pecho y sentí su corazón y luego, la llevó hacia sus muslos.
Me bajó el pantalón corto y comprobé que es mejor acompañado que ser un Onán cualquiera.
Ese verano entendí lo que es el aventado, separar el grano de la paja.
lunes, 2 de octubre de 2023
Octubre: la influencia de las personas
Hola a todos.
Este mes, como el anterior, vamos a ver la importancia que tienen las personas en nuestra vida. Algunas personas no solo dejan una huella indeleble en nuestra memoria, también crean un remolino en nuestra vida que nos cambia las rutinas, las miradas, las concepciones del mundo. Y es muy importante agradecer el encuentro, ya sea para bien o para mal. Si es para mal, se aprende, nos hace más sabios; si es para bien, se inicia una nueva vida desde otro punto de vista, otras gafas con las que mirar/nos.
Ya conocéis las palabras de Epicuro: "lo importante no es lo que te pasa, sino lo que haces con lo te pasa". Debemos disfrutar de lo bueno y aprender de lo malo, si no la vida sería una alternancia entre sufrir y aburrirse, y no tendría ningún sentido.
Ánimo, que llega el otoño, la estación de los paseos bonitos por el monte, la recogida de setas, los aires felices.
Nos leemos.
lunes, 25 de septiembre de 2023
03. Leer, viajar, vivir. Julián Rumbero
Un frío espantoso. Mortal. Scott y sus compañeros erraron eligiendo ponis para sus trineos, llegando al Polo Sur treinta días después de Roald Admunsen, el primer ser humano en alcanzar ese punto magnético. La clave de su éxito: los perros. Sobrevivió, no como los británicos, hallados algunos en una mortaja de hielo y nieve. Leyendo Momentos estelares de la Humanidad, siendo adolescente, se prometió que haría ese viaje y que seguiría vivo.
Su afición por los globos la agradecía a Julio Verne, y que el Nautilus albergara una magnifica biblioteca. Le costó conciliar el sueño por culpa del orangután de los espantosos Crímenes de la calle Morge. Si le gustaban los olmos, fue porque Joan Manuel Serrat cantó a un poeta andaluz su Cristo crucificado y esos árboles cercanos a los ríos. Y si se decidió a escribir fue por la misma razón que el Martin Eden de Jack London, una muchacha que peinaba ondas de oro hasta los hombros e iluminaba con grandes pendientes redondos de plata.
Si fuera viejo, pensó, ósea, sin deseos de aprender ni emocionarse todavía cuando liban las abejas o florecen las chiribitas, sembraré las doce bibliotecas de mi ciudad con mis libros preferidos. Sería como El hombre que plantaba árboles en el cuento de Giono.
En todos dejó por firma el primer verso de La voz a ti debida, “tú vives siempre en tus actos”, y él seguiría viviendo en los ojos que leyeran esos libros. La siembra sería larga…
viernes, 22 de septiembre de 2023
02. Finis Terrae. Santa
El sol no daba salido aquella
mañana; como si le doliera despertar a cada rayo de luz.
Llegamos al medio día, Paul
nos esperaba sonriente con su perra Lusi.
Degustamos en el mirador de su
casa unos callos, carne guisada y un postre inglés. Ví otra mesa para dos
preparada en el interior, fotos de Anne y él; viajando abrazados por todo el mundo.
Después del café fuimos a caminar.
Paul nos llevó a los
acantilados cerca de su casa, no aparenta los ochenta años que tiene.
Llegamos a “Ollo pequeño” uno
de los tres bufones que existen. En a “A Regocha” nos contó que, en invierno,
abrazado a Anne esperaban a que el mar bufase por ese oscuro laberinto.
Fueron intensamente felices
hasta que una grave enfermedad dejó a Paul solo, lleno de amor; abrazado a Lusi
para no ahogarse.
Siguió contando historias
mientras veíamos el azul del mar en el fondo de “A Regocha”.
- Ahí en el fondo encontraron
a la mujer que saltó al vacío cincuenta metros adelante - dijo pensativo.
Como si hubiese sido Él, el
que saltó desde un acantilado escondido en su corazón.
Llegamos hasta “Seixo Branco”,
una veta de cuarzo blanco que atraviesa los acantilados como una inmensa
lágrima que se esconde en el mar.
Elisa y yo nos miramos, el viento golpeaba lleno de recuerdos; sus recuerdos del fin del mundo. Y sentimos envidia.
viernes, 8 de septiembre de 2023
01. Los objetos perdidos. Gema Herráez.
Tengo cierta tendencia a perder cosas y lo peor de esta tendencia es cuando
lo hago visitando otros países, lo que las hace irrecuperables. Tampoco es que
las haya recuperado cuando lo he hecho en la misma ciudad en la que vivo. Me he
dejado libros, carpetas, paraguas o bolsos esparcidos por distintos sitios. Soy
un puro despiste. Pero, sin duda, las más valiosas las he abandonado a su
suerte en otros países. Por ejemplo, me dejé un abanico precioso que me había
regalado mi hermana en la estación de tren de Milán. Se me ocurre que, quizás,
el abanico quisiera viajar.
En Brujas perdí un guardapelo. Lo había visto durante mucho tiempo en un joyero en mi casa desde pequeña. Al parecer se lo habían regalado a mi madre unas monjas cuando ella trabajaba en Toledo. Yo lo hice convertir en colgante. En esa ocasión pensé que, quizás, no le gustó su nueva utilidad y como venganza se desenganchó de mí.
En Nueva York perdí unas gafas que había rescatado de un cajón del armario y que llevaba años sin ponerme porque me había comprado otras. Quizás, despechadas por mi largo olvido, decidieron quedarse allí para que así ya no pudiera volver a relegarlas otra vez en un cajón.
Volví de nuevo a Nueva York y fui a ver una exposición que parecía fascinante. Era de un fotógrafo que se codeó con cantantes, actores y actrices de la época de los 60. Había fotos de Sinatra, de Bowie, de Paul Newman, de Ava Gardner, de los Beatles, de Liz Taylor y de un sinfín de estrellas más. Con cada foto que veía iba sintiéndome extrañamente ligera. Comencé a notar un hormigueo primero en los brazos, después en las piernas, más tarde en todo el cuerpo hasta que, de repente, me desvanecí. Ahora, como los objetos que perdí, me he perdido a mí misma dentro de esas fotografías. Soy un brazo de Ava, una pierna de Paul McCartney, el torso de Sting, los ojos de Audrey Hepburn. Creo que, al igual que los objetos que perdí, ya soy irrecuperable.
martes, 5 de septiembre de 2023
Septiembre: descubrimientos
Hola de nuevo.
En primer lugar, disculpad el retraso en la actualización del blog, pero es que deshacer maletas y reconstruir el cerebro lleva, a veces, más tiempo del deseado.
Como sabemos que este verano ha sido muy especial y gratificante para todos, os queremos invitar a que volváis a ese momento mágico en el que descubristeis algo muy especial gracias a un libro, un viaje, una persona, a lo que sea.
Yo, gracias a un viaje, descubrí el mar, y me pareció un planeta distinto dentro de este. Desde entonces, no paro de ir conocerlo en todos sus rincones. La vida dentro de él tiene otras estrategias, colores y formas. Es apasionante.
Seguro que vosotros tenéis mil historia para contar, mil descubrimientos que os cambiaron la vida y, sobre todo, que os la enriquecieron. Y ya sabéis que nos encanta leeros. Eso por descontado y siempre. Así que os esperamos. Ansiosos ya.
¡A por septiembre!
viernes, 4 de agosto de 2023
08. La ciudad de los sueños. Julián Rumbero
Oneira se enorgullece con
manantiales, hermosos jardines, pajarillos por doquier y la calidez turquesa
que lame sus acantilados. Desde siempre sus alcaldías y corporaciones ejercen
una ternura institucional ofreciendo alojamiento a todos los privados del
sosiego. Hospedan sus pasos en las orillas de sus playas pues se dice que la
pleamar recoge la fatiga o la tristeza de sus huellas llevándolas al otro lado
del mundo. Luego el agua sin fin las devolverá felices porque el mar regresa
siempre.
Un día un forastero gritó que
volaría, convencido de que sus pisadas eran ahora las de pequeñas gaviotas con
caperuza de chocolate. Muchas suelen agruparse en el pedrero del Este. La
autoridad se apresura en apelar a la prudencia no vaya a ser que al ingenuo le
dé por subir al Cerro de Santa Catalina y arrojarse como quien tiene alas. Se
piden ideas y una anónima propone unas justas literarias con el lema “¿Qué
ilusión trae el mar de Oneira?”
El tribunal lo formarán
Glafira, una maestrita que dejó de contar su edad al cumplir cien años. La
alcaldesa, señora Antonieta, cuyo cuello recuerda al de Carlota, una garza que
menudea su alimento en los pedreros del Oeste. Y Diógenes, que no guarda
plásticos ni ropa vieja sino recuerdos de ciudades gloriosas, montañas
inaccesibles y lagunas sin hadas.
La emoción reina en la ciudad
de los sueños a la espera de la mejor satisfacción de los pasos cansados.
martes, 1 de agosto de 2023
07. Vacaciones en busca del mástil perdido. Antonio Nieto
De chaval me encantaba
contemplar el mar. Había algo mágico en esas aguas azules o grises, según la
época del año, que me atraían como si fueran cantos de sirena. De adolescente,
comencé seriamente a considerar ser marino y buscar las playas doradas y las mujeres
de los Mares del Sur, descritas por Emilio Salgari.
Recuerdo, con cierta nostalgia, los primeros exámenes de la Escuela Náutica de Deusto de Bilbao. En especial, el examen de gimnasia, que consistía en nadar unos metros en las piscinas de San Ignacio y, sobre todo, trepar sin amarres o seguridad alguna, el mástil enclavado delante de la misma escuela y que sobrepasaba el puente de Deusto. Allí los transeúntes se quedaban observando nuestros torpes movimientos, gateando como monos por los flechastes del palo hasta llegar a la cima del foque, tocarlo y bajar por el lado contrario, como alma que lleva Belcebú.
La primera y última vez que tuve que encaramarme a aquel monstruo de madera noble, lo recuerdo con pavor; mis piernas temblaban a medida que pisaba los flechastes y mi pensamiento era el de:” pero ¿quién me manda a mí meterme en esto?”
Sesenta años más tarde, todavía añoraba aquel recuerdo. Acabamos de volver de Bilbao de unas cortas vacaciones. Buscamos a lo largo de su ría, si quedaba algún vestigio de aquel mástil. Después de mucho preguntar, un viejo de boina negra y garrote, me miró con ojos de sorpresa, y nos indicó donde estaba el famoso palo mayor. Cuando lo encontré fue un momento agridulce. Lo primero, por verlo arrinconado en el patio de una escuela de párvulos, sin la majestuosidad de entonces, pero a la vez contento por recordar la primera vez que mis pantalones se ensuciaron sin yo desearlo.
06. Verano. Géma Herráez
El verano siempre nos trae promesas de viajes, encuentros, noches de tertulia y tormentas que alivian el calor.
Vienen a mí recuerdos de veranos pasados, los de mi niñez, con la fastidiosa siesta obligatoria que me hacía perder un tiempo valioso para disfrutar jugando. Veranos en el pueblo, regando los tomates con mi prima, que era una auténtica experta con el azadón, cortando aquí y abriendo allá para que el agua del pozo regara todos los surcos, algo que me parecía un verdadero arte inalcanzable. Aprendiendo a nadar en una alberca sin que nos importara que estuviera llena de verdín y claras. Correteando casi desnudas sin el pudor que, inevitablemente, surgió con la adolescencia en los años siguientes.Y vinieron amores de verano o veranos de amores, paseos por la carretera a las afueras del pueblo, besos furtivos y bailes agarrados en las fiestas.
Esos veranos dieron paso a otros compartidos con amigos, risas cómplices y vida que nos fue comprometiendo cada vez más.
La maternidad irrumpió y los veranos volvieron a recuperar la niñez, pero desde otro ángulo. Y hoy, cuando de repente han pasado 30 años y el tiempo va robando la juventud de mi piel, aún siento en ella la huella indeleble de todos esos veranos.
Y, lo confieso, aún espero que el sol estival siga haciéndome sentir tan viva y anhelante como entonces.
viernes, 28 de julio de 2023
05. Cestona 2023. Epífisis
He vuelto al Balneario de Cestona 61 años después. Mi abuela tomaba las aguas allí y ese año me llevó.
Ya no queda nada de aquel niño
que correteaba por el complejo.
El edificio sigue igual.
Anclado junto al río Irola y envuelto en un ambiente decimonónico.
Pasillos interminables de
madera con una alfombra estrecha en el centro que me recordaban a la película
de El resplandor.
El crujido de la madera se
transmitía por mi columna vertebral y me erizaba el vello.
Me habían informado de que
estaba casi lleno, pero yo no veía a nadie.
Me dirigí al salón de baile.
Recordaba perfectamente donde estaba. Y al abrir la puerta me quedé
maravillado. El espacio imponente. Sin embargo, estaba vacío.
Al mirar los espejos
verticales de las paredes me quedé espantado. Había mucha gente bailando, dando
vueltas sobre sí. Sonaba un vals. Empecé a girar vertiginosamente y caí de espaldas.
Al abrir los ojos, varias
personas se inclinaban sobre mí.
Todo parecía normal. Sonaba
“Despacito” de Fonsi. La gente bailaba alegremente.
Me senté. Y al mirar otra vez
al espejo, vi a una señora con un traje de principios del siglo XX que me
sonreía.
¿Era mi Abuela?
miércoles, 26 de julio de 2023
04. Un veraneo de muerte. Carmen Cardeña.
Tadeo caminaba por las estrechas calles de Jerusalén en su cuarto día de
vacaciones. Era el mes de julio, la ropa occidental inútil. Por eso se compró
aquella levita blanca que, con el movimiento de sus pasos, el escaso aire
refrescaba sus permanentes sudores. Tadeo ya sosegaba el ritmo trepidante en la
bolsa de Madrid.
Aquel día, caluroso, tranquilo, vacacional… “Un Indiana Jones en busca de su arca perdida” era perseguido por 4 lugareños con turbante. Cuando la carrera llegó a la altura donde se encontraba Tadeo, ya conformaba una muchedumbre en maratón que le arrastró sin posibilidad de realizar ninguna escapada. La maraña humana aumentaba como bola incandescente. Tadeo apenas podía respirar, el aire era cada vez más denso. No entendía esa persecución tan espontánea a no ser que se tratara del rodaje de la séptima entrega de la saga de Spielberg, pero él no se había ofrecido para figurante y las tomas suelen ser más cortas y sin llevar al holocausto a una calle entera de pacíficos turistas, comerciantes y demás gentes de bien.
“Lo cierto es que esta situación ya dura demasiado, estoy extenuado y creo que me voy a desmayar. No he caído al suelo porque el pelotón humano es muy compacto y no queda hueco para una posición horizontal. Si cayese, tampoco saldría de ésta pues sería aplastado irremediablemente. Voy a morir de pie. Nadie se dará cuenta de que hay un cadáver (tal vez más) corriendo o, mejor dicho, llevado hacia ninguna parte”.
“Afortunadamente, se ha dispersado la marea. Mi cabeza no ha cascado como una nuez al caer al suelo dejando al descubierto la perplejidad de una muerte incomprensible que a tantos otros les ha sorprendido veraneando”.
martes, 25 de julio de 2023
03. Los viajes de carne y papel. Julián Rumbero
“Tienes
nombre de viaje”, le dijo Goyo, un socorrista de las playas de ceniza, cuando
ella le agradeció el consejo que le había permitido vencer al mar. No se
resistió a la corriente. Nadó en paralelo y consiguió volver a la playa aprovechando el empuje de las olas.
Cuando
Anabela consiguió al fin tender su fatiga en la arena, pensó que había nacido
de nuevo. Luego, al fin serena, buscó al muchacho de bronce y agradeció la
enseñanza con un beso en las mejillas. ¡Vamos, velerito, navega¡, exclamó él.
Anabela
emprendió otros viajes. Con un nido de golondrinas, imaginándose cualquiera de
aquellos polluelos que al fin echaban a volar. Viajó con Julio, un buen y fiel
amigo, a veces en globo o en la grupa de un elefante, a bordo de un bergantín o
en diligencia, dando la vuelta al mundo en apenas tres meses.
Viajó con don
Pio, Alfonsina, Federico y sus versos de la lluvia o con algún príncipe
anarquista en la cuesta de los libreros con nombre de ministro de instrucción.
Ahora ya no
puede viajar y Goyo trae la historia de un hombre que planta árboles. Anabela
le da las gracias, con una voz renqueante, la única libertad que le queda.
Goyo le pide
que siga nadando como aquel día mientras le promete que le escribirá un cuento
titulado Adela.