Ese verano iba a ser aburrido, mi padre, me llevaba a su pueblo en la Extremadura más tórrida.
Al día siguiente durante la siesta, estaba yo echado sobre la cama antigua de los abuelos, leyendo al capitán trueno y hazañas bélicas cuando entró mi madre y me dijo mira, tu prima, jugar y no hagáis mucho ruido.
Me quedé con la boca abierta, era su cara, pero había desarrollado. Me besó y se subió con naturalidad, parecía que no habían pasado cuatro años. Merendamos unos bocadillos de Elgorriaga con mantequilla y quedamos para coger higos por la mañana temprano.
Me pilló mirándola cuando estaba subida a la higuera y me sonrió.
Por la tarde me llevó a la era, el sol incidía sobre la parva que refulgía como si fuera un cuadro de Van Gogh. Estábamos solos e hicimos carreras, al poco rato sofocados, nos tumbamos sobre la paja apilada.
Puso mi mano sobre su pecho y sentí su corazón y luego, la llevó hacia sus muslos.
Me bajó el pantalón corto y comprobé que es mejor acompañado que ser un Onán cualquiera.
Ese verano entendí lo que es el aventado, separar el grano de la paja.
Aquí se cumple lo de "entre primo y primo más que arrimo" jajaja. El verano, la era, el despertar de la sexualidad, lo has descrito con naturalidad y sutileza.
ResponderEliminarYa veo que te iniciaste en el mundo de las labores agrícolas, jejeje. No conocía el refrán que ha dicho Gema, pero creo que se ajusta muy bien a este divertido relato. Tan natural como la vida misma. Genial.
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