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martes, 10 de octubre de 2023

01. La trilla. Epífisis

Ese verano iba a ser aburrido, mi padre, me llevaba a su pueblo en la Extremadura más tórrida.


Al día siguiente durante la siesta, estaba yo echado sobre la cama antigua de los abuelos, leyendo al capitán trueno y hazañas bélicas cuando entró mi madre y me dijo mira, tu prima, jugar y no hagáis mucho ruido.


Me quedé con la boca abierta, era su cara, pero había desarrollado. Me besó y se subió con naturalidad, parecía que no habían pasado cuatro años. Merendamos unos bocadillos de Elgorriaga con mantequilla y quedamos para coger higos por la mañana temprano.


Me pilló mirándola cuando estaba subida a la higuera y me sonrió.


Por la tarde me llevó a la era, el sol incidía sobre la parva que refulgía como si fuera un cuadro de Van Gogh. Estábamos solos e hicimos carreras, al poco rato sofocados, nos tumbamos sobre la paja apilada.


Puso mi mano sobre su pecho y sentí su corazón y luego, la llevó hacia sus muslos.


Me bajó el pantalón corto y comprobé que es mejor acompañado que ser un Onán cualquiera.


Ese verano entendí lo que es el aventado, separar el grano de la paja.





2 comentarios:

  1. Aquí se cumple lo de "entre primo y primo más que arrimo" jajaja. El verano, la era, el despertar de la sexualidad, lo has descrito con naturalidad y sutileza.

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  2. Ya veo que te iniciaste en el mundo de las labores agrícolas, jejeje. No conocía el refrán que ha dicho Gema, pero creo que se ajusta muy bien a este divertido relato. Tan natural como la vida misma. Genial.

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