Contraté un hotel bueno con spa para el 14 de febrero que caía en miércoles. A mis años de casado, cuarenta, se hace raro saber que vas a copular si o si, lo normal es que se dé una concatenación de casualidades, como por ejemplo una alineación de los planetas o que gane la Champions el Atlético.
En fin, ese día tuve una erección en la
consulta, menos mal que con la bata lo disimulé, otra en la comida con un
representante de laboratorio que si se dio cuenta y me miró goloso y otra en
una rotonda.
Copita de cava en el hall y en la
habitación una botella entera y fresas con chocolate, nos desnudamos para
ponernos los bañadores y ahí teníamos que haber copulado, porque polvo que no
se echa no se recupera, ese, será otro. Nos pusimos tontorrones pero ese afán de
usar el paquete entero y no me refiero al mío, nos hizo decidir acudir al spa y
eso que me costó ponerme el slip blanco como el del anuncio de Armani.
Estaba hasta los topes el jacuzzi, como
un guiso de albóndigas, pero cuando conseguimos sentarnos me sirvió para
expulsar algunos gases sin que se dieran cuenta, solo un cierto olor a podrido.
Después cena romántica, bien regada con
vinos varios y un rabo de toro espectacular, mi mujer achispada y yo en camino,
con un pálpito en la entrepierna.
De vuelta a la habitación me costó
meterme en el slip, por como tenía aquello y porque estaba mojado, mi mujer se
pilló un labio con el clip del body y gritó, pero no de placer, encendimos
cuarenta velas del Ikea alrededor de la cama y en el baño y empezamos los rituales
del apareamiento que por los efectos del alcohol resultaron mareantes.
Acerqué mi boca a la oreja de mi mujer y
le dije que tenía el rabo de punta y me miró picarona, pero no me refería a ese
sino al de la cena. Me levanté raudo y bordeando la cama fui pisando y volcando
las velas esparcidas por doquier, una prendió en las cortinas que apagó mi
mujer con la cubitera del cava.
Llegué al baño, encendí la luz y la taza
del váter estaba situada al fondo, al pasar por delante del espejo de los
lavabos llenos de velitas, no pude por menos de mirarme y en ese momento se me
relajó el esfínter, quedándome como en una foto finish con un toque de gif,
pues el color blanco del slip fue tornándose en otro.
Una noche espectacularmente romántica, jajajaja.
ResponderEliminarJaja, si ya lo dijo Rubén Darío:
ResponderEliminarJuventud, divino tesoro,
¡Ya te vas para no volver!
Que bueno. Me he partido de risa imaginándome el relato. La próxima vez que te suceda, si es que se dan las aliniaciones planetarias, porque lo del Atlético y la Champions no lo veo , pidete una ensalada; verás como triunfas. Ja.ja
ResponderEliminarJajajaja, jajajaja. No he dejado de reírme desde el principio. Si es que ya a ciertas edades hay que ir al grano y dejar la paja, bueno o todo junto pero sin guión. Muy divertido Epífisis.
ResponderEliminarComo los anteriores… una gozada de relato para practicar la sonrisa en cualquier lugar…
ResponderEliminarY en ciertas circunstancias más… un abrazo - Rafa-