El sol no daba salido aquella
mañana; como si le doliera despertar a cada rayo de luz.
Llegamos al medio día, Paul
nos esperaba sonriente con su perra Lusi.
Degustamos en el mirador de su
casa unos callos, carne guisada y un postre inglés. Ví otra mesa para dos
preparada en el interior, fotos de Anne y él; viajando abrazados por todo el mundo.
Después del café fuimos a caminar.
Paul nos llevó a los
acantilados cerca de su casa, no aparenta los ochenta años que tiene.
Llegamos a “Ollo pequeño” uno
de los tres bufones que existen. En a “A Regocha” nos contó que, en invierno,
abrazado a Anne esperaban a que el mar bufase por ese oscuro laberinto.
Fueron intensamente felices
hasta que una grave enfermedad dejó a Paul solo, lleno de amor; abrazado a Lusi
para no ahogarse.
Siguió contando historias
mientras veíamos el azul del mar en el fondo de “A Regocha”.
- Ahí en el fondo encontraron
a la mujer que saltó al vacío cincuenta metros adelante - dijo pensativo.
Como si hubiese sido Él, el
que saltó desde un acantilado escondido en su corazón.
Llegamos hasta “Seixo Branco”,
una veta de cuarzo blanco que atraviesa los acantilados como una inmensa
lágrima que se esconde en el mar.
Elisa y yo nos miramos, el viento golpeaba lleno de recuerdos; sus recuerdos del fin del mundo. Y sentimos envidia.
Nos has regalado un viaje sentimental y muy visual también por tierras coruñesas.
ResponderEliminarGracias Santa
Hola Gema, gracias por tu comentario…
ResponderEliminarFue muy entrañable conocer a la pareja de Ana Kiro