Los bretones dicen que Francia es parte de su país. Presumen de sus ostras y de los moules à la crème, aunque Ismael no los distinguía de los mejillones cocinados en Normandía.
Debatía con su colega Clement sobre marisco y sidra en una taberna llamada Franklin en honor del inventor del pararrayos y polímata americano. Clement era un fotoperiodista con quien realizaba un reportaje sobre las justas náuticas del pequeño y bello puerto bretón de Auray.
Las fotos retrataban a los justicieros que se lanceaban desde la proa de embarcaciones remeras hasta que uno caía al agua. Estaban disfrazados de peces, útiles de carpintería, soldados napoleónicos, marinos o mujeres piratas. Sin embargo, a Ismael le llamó la atención la fotografía de un payaso. Era una muchacha, esbelta como un junco, que en el puente medieval hinchaba globos colorados.
Al dejar escapar el aire logra sonidos que hacen reír a todos, le dijo Clement. Es lo único que sabía el amigo bretón, embelesado con aquella Luna. Cómo sonará su voz, murmuró. Ismael había oído a Vania, un buhonero ruso y exiliado, que rasgaba una vieja guitarra española llamarla Yarina. Pero no se lo dijo y prefirió proponerle que le preguntara su nombre
Quien sabe, pensó, quizás le diga que en Ucrania, su tierra, su nombre significa la que es pacífica.
Pues mira, Julián, como me dan mucha envidia tus relatos, pensaba no decir ni "mu". Pero es que no puedo reprimir el comentario de que la lectura de Yarina ha sido el bocado a un delicatessen delicioso, aromático, de esos con los que cierras los ojos mientras se deshacen en la boca.
ResponderEliminarGracias Carmen, y mira por donde quien sabe si a falta de aceite de girasol, lo que escribimos puede servir a pasteleros para endulzar estos tiempos tan amargos y necios. Aprovecho para hacer una corrección en el texto: donde se lee "un fotoperiodista con realizaba" debe decir "un fotoperiodista con QUIEN realizaba" Disculpas.
ResponderEliminarJulián, he añadido la palabra, así suena todavía mejor, completo, con esa musicalidad que imprimes en tus textos. No sé de dónde sacas tus historias, pero nos dejas siempre embelesados. Así que, gracias.
ResponderEliminarEstupenda historia, como sie.pre, Julián.
ResponderEliminarMe ha recordado a unas imágenes que he visto hoy de payasos en la frontera de Ucrania con Moldavia, haciendo reir a niños, y no tan niños, al entrar en Moldavia. Estoy segura de que todos ellos se llaman Yanira.
Julián, me gusta cómo has conducido tu relato desde un inicio con varios protagonistas hasta llegar a la singularidad de Yarina.
ResponderEliminarHe visto a niños ucranianos sonreír jugando con los globos de Yarina.
A ver si llega un globo de Yarina a donde esté Putin... un globo de esos llenos de amor que desinfecte de ambiciones y que acabe con esta guerra cruel.
ResponderEliminarBs